Su cuerpo: un delirio, un deseo lujurioso, un pecado. Y yo podía disfrutarlo. Una y otra vez. De noche y de día. Donde fuese, cuando fuese... Hasta que me dejó fotografiarla haciendo cosas que no debía, sin ropa, como una musa loca de amor por un hombre, por mí.
- Eric, te deseo, te deseo mucho. Yo... te quiero.
«Te quiero». Esas fueron las palabras que la sentenciaron. ¡Oh, pequeña Clarisse, si nunca te hubieras enamorado! Habían sido cinco meses deliciosos desde su breve llamada, cinco meses de caricias, de relación clandestina, de divertimiento. Podría haber durado eternamente, pero ella se había enamorado. Y esa era mi señal de alerta: debía romperle el corazón, rompérselo como ella me había roto a mí. ¡Hacérselo pedazos!
- ¿Piensas tomar algo o sólo vienes a ocupar mesa?
Levanté la vista de mi Smartphone y miré a la camarera. ¡Vaya, vaya! Toda una belleza sureña, y tenía también el peor genio que hubiera visto en mi vida. Levanté la comisura de los labios y dejé que se impacientara.
- Estoy esperando a mi novia – me encogí de hombros – pero puedes traerme un café si te empeñas.
La camarera me miró un instante, intrigada y, a la vez, perdida en mis ojos verdes. Finalmente, me dejó tranquilo y se fue a por ese café.
- ¡Eric! ¡Maldito cabrón! ¡Hijo de...
La puerta del local se abrió de un portazo y Clarisse apareció en el umbral.
- ¡Me has hundido la vida! ¡Has hundido mi carrera como modelo! – todo el mundo se giró a mirarnos mientras ella gritaba cada vez más alto – ¡¿Cómo has sido capaz?! Esas fotos... Yo. Desnuda – se puso las manos en el rostro y comenzó a llorar – ¡Maldita sea, Eric! Yo... yo te quería, joder... ¡Joder!
Clarisse salió corriendo del local y yo me levanté en el acto e intenté seguirla.
- ¡Clarisse, no es lo que piensas! – grité, recordando alguna escena estúpida de alguna película de amor que hubiera visto – ¡Clarisse! ¡Por favor!
Con eso sería suficiente. Podría haberla alcanzado, pero el trabajo estaba ya hecho. Sólo quedaba una, una más.
- ¡Eh, tú! ¿Serás capullo? ¡Espera!
¡Vaya! Ese día me insultaban todas. Sonreí antes de darme la vuelta. Estaba seguro de que era mi camarera sureña.
- ¿De qué vas? – me soltó, llegando a la carrera – No has pagado el café – dijo entre resuellos – Ya puedes ir apoquinando.
Sonreí por dentro. ¿Podía ser alguien tan guapa y tan mala? Si la gente la conociera como yo... Si ella misma supiera...
- ¿Y de qué vas tú? – le recriminé, en mi papel de chico con el corazón destrozado – Mi novia acaba de dejarme, ¿es que no puedes ser un poco más sensible? – le tomé la mano y le di más de lo que costaba el café – Me voy a casa. Muchas gracias.
Y la dejé con la boca abierta y con el corazón en un puño, porque había fastidiado al chico guapo de los ojos verdes.
«Hasta pronto, mi querida Sandra»
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La chica número nueve [COMPLETA]
Ficção AdolescenteA veces suceden cosas en la vida que nos cambian por completo, haciéndonos más fuertes o arrastrándonos hasta el abismo más profundo. Eric, un joven de 21 años atractivo y seductor, deja que su oscuro pasado lo convierta en alguien que no es. Conqui...