Capítulo 6: Tu secreto

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Me bebí un 43 con lima muy lentamente, despacio, saboreando cada sorbo con paciencia. Sandra estaba a mi lado, apoyada en la barra. Llevaba más de diez minutos fingiendo mirar a su amiga bailar y liarse con aquel alemán, pero ambos sabíamos que me observaba por el rabillo del ojo. Y yo... Bueno, yo la miraba descaradamente.

- Me pones nerviosa – apuntó, mientras robaba otro sorbo a su vodka.

- Lo sé – ronroneé.

Se dio la vuelta para protestar, pero colisionó de nuevo con mis ojos y se calló. Estaba acostumbrado a dejar sin habla a mis ligues cuando veían el color de mis ojos, pero leí algo en su mirada que me inquietó.

- ¿Por qué me mir...?

- Vamos a bailar – dijo de repente y creo que nunca había estado tan asombrado.

- ¿Cómo? – fruncí el ceño. Pero ¿cuántas copas había bebido?

«Olvida el asombro y aprovecha la situación», me dije. «No puedes dejar que mande ella».

- Muy bien – sonreí de forma pícara y la seguí hacia la pista.

- Me gusta esta canción – dijo ella siguiendo el ritmo de forma suave. Yo empecé a moverme, pero dándole algo de margen. Todavía era pronto para acercarme.

- ¿Por eso me has sacado a bailar? – pregunté, divertido – No será para que nos vea tu amiga Kate y su amigo, ¿no?

Desvió la mirada entre picada y divertida. Y, antes de que pudiera interpretar qué significaba eso, empezó a bailar como nunca lo hubiera imaginado. Sus curvas marcadas y profundas no dejaban de moverse, su cintura era un delito hasta de mirar. Sin dame cuenta, me vi atrapado acompasando mis movimientos a los suyos, clavando mi cadera en su vientre y dejando que ella enloqueciera nuestro ritmo hasta excitarme por completo. Volteó su cuello hacia atrás y su pelo oscuro trazó un arco hasta taparle parcialmente la mirada. Sin dejar de moverse sobre mis caderas, cerró los ojos y se mordió el labio con lentitud, sintiendo la música, excitándome todavía más si cabía. Coloqué mi mano en su espalda y se la recorrí poco a poco para acabar atrayéndola hacia mí. Ella jadeó ante el contacto y alzó los ojos hacia los míos.

- No sabía que te gustara el reggaetón – le susurré, acercándome a sus labios.

«Necesito mordérselos».

- Ya te dije que me gusta esta canción – me respondió, sin apartarse ni un centímetro de mí.

«Quiero besarla», me dije. No podía pensar en otra cosa. Las luces, el alcohol, sus caderas, su boca... ¿Qué me estaba haciendo esa hechicera? ¿Por qué no podía dejar de desearla?

Vi sus labios acercarse con lentitud hasta mi oído. Estaba excitado hasta la última fibra de mi ser. Dijera lo que dijera, me tenía desquiciado y expectante. Abrió sus labios un instante, haciéndose de rogar, pero lo que dijo rompió por completo con todos mis planes.

- Dale recuerdos a Andrea de mi parte.

- ¿Qué?

Abrí los ojos de par en par y la aparté de un empujón. Ella esbozó una sonrisa maliciosa.

- Luego, he acertado – aventuró.

Los puños se me cerraron de rabia y apreté los dientes con tanta fuerza que me hice daño. Perdí la compostura, enloquecí, pero esta vez de rabia, de dolor, de impotencia.

- Nunca vuelvas a mencionarla – escupí. Y me marché sin mirar atrás.

«Eres un monstruo, Sandra, y vas a pagar por lo que hiciste». 

La chica número nueve [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora