Capítulo 10: Las cartas sobre la mesa

53 7 0
                                    

Un largo silencio se interpuso entre los dos. Su confesión la había dejado visiblemente alterada. Respiraba con celeridad y ni siquiera se atrevía a mirarme. Cerré los ojos un instante para asimilar la situación. Luego, me levanté y le di la espalda.

- Nunca más volveremos a vernos – sentencié – Adiós, Sandra.

- ¡No, espera!

Antes de que pudiera dar un paso, Sandra se agarró con fuerza a mi brazo, desesperada.

- Eric, eres mi oportunidad de arreglarlo. Necesito explicárselo, ¡necesito decirle lo que me pasó!

- A ella ya no le importas. Tampoco es que ya nadie pueda hablar con ella.

- ¿Qué significa eso? No, eres tú quién no quiere que la vea. ¡Maldito egoísta! – gritó, enfadándose de repente – ¡¿Qué sabrás tú de lo que es el dolor, cabrón?! Vas seduciendo a chicas como si nada más importara, como si fueras el dueño del mundo. Tu vida es sencilla, fácil. Yo también soy lesbiana, ¿vale? Mis padres me echaron de casa, ¡perdí a todos mis amigos! y... la perdí a ella.

«Que ella era... ¿qué?».

La miré de repente, con los ojos abiertos como platos. El corazón me había dejado de latir.

- ¿Por... por qué... por qué nunca se lo contaste? – tartamudeé. La impresión había sido demasiado fuerte. Estaba completamente confuso. Confuso y enfadado.

- Tenía miedo, Eric. De todo. De que la gente me diera la espalda, de que me trataran diferente... Me negué a aceptar lo que era. Aunque eso, obviamente, no cambió nada.

Cerré los puños de rabia.

- Ella confiaba en ti. Podrías haberle contado cualquier cosa. ¡Podrías habérmelo contado y nunca te hubiera dejado tirada! ¡Nunca!

- ¿Habértelo? ¿A ti? – hizo una pausa – No... No es posible.

«¡No, no, no, no, no! ¡No lo digas! Sandra, por favor, no lo digas».

- Tú... Tú eres Andrea.

- No, no. No. Te equivocas.

Negué con vehemencia, desesperado. Negué todo cuanto me fue posible. Pero sus ojos castaños me perforaban. Me miraba con dolor, con nostalgia, con curiosidad... Cada uno de esos segundos interminables se me clavó como una aguja de fuego y ella, ella me penetraba el alma hasta los cimientos.

- Entonces... ¿viniste a vengarte de mí? Tú... ¿me odias?

Los ojos se le llenaron de lágrimas y yo no sabía qué hacer. Mi cuerpo era una estatua de piedra: me temblaban los puños y una bola de saliva me ahogaba con fuerza. Vi a Andrea en el espejo de sus ojos, llenos de dolor y tristeza. Vi a la chica que una vez fui, a la chica buena que había sido devorada por la persona que era ahora, alguien vengativo que no era capaz de perdonar ni de sentir.

- Sí, te odio.

- ¿Qué te ha pasado? – dijo, tratando de calmarse y retirándose las lágrimas con brusquedad – Tú antes no eras así. Eras dulce, y buena...

Se acercó a mí y colocó su mano en mi mejilla. Cerré los ojos un instante y dejé que la sensación de placer me recorriera, que el calor me invadiera. Cuando los abrí, la encontré escrutando mis ojos fijamente, como si en el verde de mis pupilas pudiera encontrar a la chica que conoció.

«No, no te odio. No puedo».

- Cambié – dije, cogiéndole la mano que mantenía en mi rostro y retirándosela con suavidad, pero no se la solté – Andrea ya no existe. Ahora me llamo Eric.

Su mano temblaba bajo la mía. Estaba confusa y asustada. Asustada de mí, de la situación, de lo que me hizo, de la persona en la que me había convertido. Pero no se movió ni un solo centímetro. Se quedó, valiente, mirándome a los ojos y enfrentando sus pecados.

- Lo siento – respondió en un temblor de labios que disimuló apretando la mandíbula – Nunca debí hacerte lo que te hice. Sé que tú no me hubieras abandonado.

- No, no lo hubiera hecho.

- Y ahora ya es tarde.

- Sí, lo es.

Suspiró, triste.

- Me siento peor al saber que te gustaba. Porque eso agrava todavía más lo que pasó.

Asentí. ¿Para qué servía toda aquella conversación? ¿Acaso arreglaba algo del pasado? ¿Me sentía mejor? ¿Se sentía ella mejor?

- Creo que debería irme – anuncié – Un placer haberte conocido, Sandra Rivera.

La chica número nueve [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora