Ocho: Hasta otra.

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La verdad es que yo no era una chica común de dieciséis años. Aunque eso no hace falta aclararlo.

No me gustaba mucho salir de fiesta, nunca había tomado una bebida alcohólica ni mucho menos consumido alguna droga, ni si quiera había probado el tabaco, cuando te vi por primera vez.

Pero siempre llega la primera vez para todo y la verdad es que yo caí de bruces en todo eso y ni si quiera me di cuenta de la herida que me había hecho hasta que fue demasiado tarde.

Llenaba la cuchara del puré para luego volverla a vaciar. Mi mente no dejaba de recordar lo sucedido esa mañana y mis niveles de distracción se habían elevado por los aires.

Por cierto, el aire en la casa estaba tremendamente tenso.

Sentía la mirada penetrante de mi padre en la cara aunque mis ojos no se despegaban del plato.

- ¿No piensas comer nada?- La voz de mi madre emergió de repente.

Dejé la cuchara y eleve la mirada con cautela.

- No tengo hambre.

Mi madre elevó una ceja y ambos se miraron.

- ¿Qué has hecho esta vez?- Fue mi padre el que preguntó.

Los nervios se me dispararon y de repente el puré me apetecía muchísimo.

Me llevé una buena cucharada a la boca.

- ¿Dylan? ¿Otra vez te han puesto una nota?

- ¿Qué? Claro que no- Dije con la boca llena- Estoy cansada eso es todo.

- ¿Tan cansada para no querer cenar? ¿Cuando has rechazado tú un plato de comida?

- Estoy comiendo. ¿No lo ves?

- Pero te pasa algo.

- No mamá de verdad- Dije falseando una sonrisa.

Ella dudó un poco antes de cambiar de tema y todos nos embaucamos en una conversación sobre el nuevo acuario que estaban construyendo en la ciudad.

Después de terminar la cena y recoger la mesa tocaba película en el sofá pero no podía seguir pasando tiempo con mis padres mientras les estaba ocultando algo tan grave.

No sabía mentir y me atraparían al instante.

- ¿Qué película vemos hoy?

- ¿Qué tal La Isla?- A mi madre le encantaban ese tipo de películas.

- Yo prefiero Los otros- Dijo mi padre acomodándose a su lado y depositando un beso en su cabeza- ¿Dylan?

- Yo...me voy a la cama, buenas noches. Os quiero- Sentencie y antes de que pudiesen responder ya estaba corriendo escaleras arriba.

Entré a mi cuarto y cerré colocando una silla. Encendí la música a un nivel muy bajo y me metí dentro de las sábanas.

Recordé tus manos en mi cintura, el pitido del coche al cruzar la calle. Cuando llegamos a aquel callejón y descansamos unos segundos recuperando el aliento.

Continuamos andando un rato hasta que llegamos a una casa bastante bonita, a unas tres calles de mi barrio.

Al parecer era tu casa.

Es extraño pero incluso la misma, con su color blanco reluciente destacaba sobre todas las demás de tonalidades más grisáceas y oscuras.

Al parecer mi cara era de alarma total porque soltaste una carcajada.

- Mis padres están trabajando- Me dijiste abriendo la puerta del garaje- Y mi abuela está sorda así que no hay problema.

- Sí tranquila, no va a pasar nada- Dijo la chica sonriente.

Después os besasteis y yo aparté la mirada totalmente ruborizada.

Ella fue la primera en entrar y tu ibas a hacer lo mismo cuando te percataste de que yo me quedaba quieta en la acera.

- ¿No vas a entrar?- Preguntaste.

- No, me voy a ir a casa, mis padres también están trabajando así que...- Se formó un silencio.

- Como quieras- Dijiste entrecerrando los ojos- Ya nos veremos.

- Claro- Dije con una sonrisa y comencé a andar.

Me seguiste con la mirada mirándome con intriga por lo que yo tampoco despegué mis ojos de los tuyos.

- ¿No vais a entrar?- La voz de tu novia se hizo presente, haciendo que me sobresaltase dándome cuenta de que andaba en sentido contrario.

- Sí, ahora voy- Dijiste mirándome confuso.

- Mi casa está por ahí- Murmuré ante tu mirada interrogante y simplemente reíste negando con la cabeza- Hasta otra.

A messy girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora