12.

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-¿Entonces? –dijo el mayor

-¿Entonces qué?

-¿Vas a admitir que somos almas gemelas? ¿O tengo que volver a besarte? –Bill le acarició el rostro como si se fuera a romper, estar a su lado siempre se sentía como estar a punto de romperse, seguramente porque así debía sentirse el amor. Entregarle a alguien todas las armas para asesinarte y quedarte cruzado de brazos confiando en que esa persona jamás te haría daño. –dime que sentiste lo mismo que yo.

-No, solo fue un beso. –dijo bajando la mirada y separándose del cuerpo del mayor. Dipper se aclaró la garganta y extendió la mano para despedirse como si fuera un robot. –gracias por acompañarme, buenas noches y que te vaya bien. –el rubio se había quedado con los ojos muy abiertos al principio, luego le sonrió divertido. Quería comérselo a besos.

Al ver que el mayor no le respondía el saludo Dipper le tomó la mano y la sacudió exageradamente, se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su casa, pero no duró demasiado. Un par de segundos a lo mucho antes de escuchar la voz de Bill llamándolo a sus espaldas. Se quedó parado en la acera, cabizbajo y temblando, si se volteaba todo estaría perdido; su orgullo, su sentido común, su corazón... Bill se los había llevado todos.

-Hey niño... -Dipper giró el rostro para verlo tan fugaz y perfecto bajo la luz del farol. Ya no intentaría resistirse ¿Qué más quedaba? El rubio había ganado esta vez, y ahí estaba sonriéndole como el romántico empedernido y sin cerebro que por supuesto era.

Dipper dio media vuelta para correr a los brazos del mayor, ¿En que estaba pensando? Bill lo recibió tomándolo por la cintura para hacerlo girar un par de veces mientras reía. El castaño buscó sus labios con desesperación, tomándole el rostro con ambas manos y pegando sus cuerpos. Su lengua se abría paso en la boca del mayor, el sentido común había quedado olvidado hace mucho siendo reemplazado por las ansias, los nervios y tantas caricias que iban a parar en sus cuerpos.

Dipper se separó para tomar aire, y aunque le hubiera gustado quedarse pegado a los labios del mayor se detuvo unos segundos a mirarlo, a memorizar cada una de las pecas en su rostro y a guardarse sus suspiros. Quería empaparse de ellos hasta ahogarse.

-Dios... -Dipper sonrió contra los labios de Bill, aun si recobrar el aliento y con las manos temblorosas. –no sabía que los besos se sintieran así.

-¿Cómo?

-Como una montaña rusa, pero más peligrosa. –Bill se acercó para besarlo otra vez, una y otra vez. Una vida en los labios de Dipper no le hubiera bastado.

Entonces una voz apareció en medio del silencio rompiendo tan hermoso paraíso. 

–Dipper Pines, ¿Tienes idea de qué hora es? –el muchacho se separó de golpe aún agitado y sonrojado, se giró para quedar viendo de frente a su tío Ford que venía saliendo de la casa con una gruesa chaqueta sobre el pijama.

-Tío... estaba a punto de entrar...

-Lo dudo mucho. –dijo Ford entrecerrando los ojos mientras veía al mayor fijamente. Dipper quería que lo tragara la tierra.

-Fue mi culpa señor Pines, Dipper solo se estaba despidiendo. –Ford puso su mano en el hombro de su sobrino, empujándolo hacia la casa con un ademan autoritario.

-Tío Ford... deja que te explique.

-Tú y yo vamos a tener una larga conversación en la mañana. Y tú muchacho. –le dijo a Bill. –vete a tu casa antes de que te enfermes aquí afuera. –eso fue todo antes de empezar a caminar arrastrando al menor hacia la puerta. Dipper se giró a ver a Bill que seguía parado en su lugar con los labios apretados. La puerta se cerró de un golpe y la calle volvió a quedar en silencio.

Bill soltó un suspiro llevándose la mano a la cabeza, tocó sus labios y sonrió ¿Cómo era posible que ese niño lo hiciera sentir tantas cosas solo con un beso? No se lo podía explicar ni tampoco quería entenderlo, solo quería tenerlo una vez más a su lado saboreando esos suaves labios. Después de todo no eran como se los había imaginado... Eran muchísimo mejores.

Iba a marcharse cuando vio la luz encenderse en una de las ventanas laterales de la casa, justo cuando su teléfono comenzó a sonar en el bolsillo del pantalón. En la pantalla estaba la foto que le había sacado a Dipper de improvisto mientras estaban en la biblioteca, contestó la llamada tan confiado y tranquilo como los nervios se lo permitieron.

-Niño...

-¿Sabías que hay una enredadera junto a mi ventana?

-Que conveniente. –dijo mientras caminaba hacia el débil resplandor en el patio de la familia Pines. Dipper lo estaba esperando en la ventana. Etéreo como un ángel, hermoso como él solo. También la enredadera estaba ahí, y no dudo ni un segundo en escalarla hasta la ventana. De pronto ya no sentía frío ni las ramas pinchándole las manos, solo estaba Dipper.

Bill se sentó en el alfeizar para acariciarle el cabello, una caricia que fue a parar hasta su cuello y a su barbilla, el castaño se le acercó para capturar sus labios una vez más. 

–Espero que no invites a otros chicos a subir por la enredadera. –el menor le sonrió como un niño a punto de hacer una travesura, le deslizó la chaqueta con cuidado por los hombros y lo acercó a su cuerpo con un abrazo, todo para guiarlo con pasos torpes hasta la cama. Dipper lo empujó hasta dejarlo sentado en el borde y como una pluma se dejó caer sobre su regazo, sentado a horcajadas con los brazos rodeándole el cuello.

Uno a uno los botones de la camisa del mayor fueron cediendo ante los dedos de Dipper para dejar descubierto su pecho tan bronceado como el resto de su rostro y con las mismas pecas subiéndole por los hombros. Dipper se quedó mirándolas un largo rato con una sonrisa boba en el rostro, ya había perdido toda esperanza de tratar de explicar la forma en la que Bill lo hacía sentir.

Bill le sacó el suéter que llevaba, esta vez era color verde oscuro y un poco más grande que de costumbre, una fina camiseta lo cubría. No demoró mucho más en quitarla para quedar viendo el pálido y delgado cuerpecito de su niño. 

–Eres hermoso... -lo tomó por la cintura para levantarlo de sus piernas y cambiar de posición. Ahora con su cuerpo moviéndose sobre el de Dipper, lo tenía a su entera disposición, tan delicado y suave que le costaba creer que todo aquello no era un sueño.

Le besó el cuello pasando su lengua por sus clavículas, de pronto le vinieron unas ganas incontrolables de morderlas, y claro que no se iba a contener. El castaño soltó un gemido despacio y cerró los ojos. Bill casi se sentía culpable de tenerlo debajo. Fue trazando un camino con su lengua por su pecho, acariciando, lamiendo, descubriendo, midiendo su cintura en besos y guardando en su memoria cada rincón de su cuerpo.

-¿Estás nervioso?

-Estoy muerto de miedo

-¿Por qué?

-Me asusta ser tan feliz, nunca había tenido tanto que perder. –Bill le sonrió antes de dejarle un beso en los labios. Tomó una de las manos del castaño para besarla en el dorso.

-Tampoco yo...

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dejaré esto por aquí, pueden dejarme sus lindos, HERMOSOS comentarios todos han sido maravillosos, muchas gracias a todos >w< espero que les haya gustado.

un beso ^3^ bye

Como Romeo y Julieta #PremiosBillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora