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~Cinco años después~

Sintió la pequeña mano de su hija jalándolo del brazo, otra vez se había quedado dormido en el escritorio, una horrible costumbre que le dejaba los músculos agarrotados. –papá despierta, el tío Will viene en camino. Dipper la miró con los ojos aun entrecerrados, la pequeña brincaba a su lado con sus ojos marrones abiertos de par en par.

-ya voy Rose. –le dijo mientras se estiraba, la niña agarró la tela de su vestido con ambas manos para alisarlo antes de salir del estudio de su padre, lo último que vio de su hija fue su coleta rubia meciéndose al caminar, su hermoso cabello rubio... solo podía comparársele al brillo de sus ojos o a las adorables pecas salpicadas en sus mejillas. No lo dudó ni por un segundo cuando la vio siendo aun un bebé en el orfanato, supo que tenía que adoptarla.

Seguro que Bill la hubiera amado, hubiera encontrado de lo más tierno encontrar a una pequeña personita tan parecida a él, como si realmente fuese su hija biológica. Aunque solo le recordaba al rubio en lo físico ya que incluso en sus peores días, Rose era muchísimo más tranquila que Bill.

"hubiéramos sido una linda familia". Se dijo a si mismo pero sacudió la cabeza de inmediato, de nada serviría tener esos pensamientos. No ahora que Bill se había ido. Dipper se levantó del escritorio para darse una mirada al espejo y quitarse la cara de recién despertado, su reflejo lo recibió como tantas otras veces; el mismo rostro infantil de siempre con el cabello revuelto y un poco más largo, y la osa mayor en su frente. Tal vez lucía un poco más delgado, tal vez un poco más triste...

No había vuelto a estar en una relación después de Bill, al menos no en una con futuro o algún tipo de sentimiento que fuera más allá del cariño, y no porque fuera un romántico empedernido o algo por el estilo, sino porque nunca había vuelto a sentir con nadie el huracán en el estomago que el rubio le provocaba solo con una mirada. Había conocido durante esos cinco años a hombres y mujeres para dejar de sentirse así, tan incompleto y miserable. Pero todo terminaba cuando se daba cuenta de que solo buscaba a esas personas porque había visto en ellas algo de Bill, un rostro similar, quizás algo parecido a su extraña sonrisa o su voz. Su hermosa voz... nunca nada volvió a erizarle la piel como la voz de Bill chocándole contra la oreja.

Una bocina fuera de la casa lo sacó de su ensoñación, escuchó también la carrera de rose en el primer piso para abrir la puerta mientras caminaba hacia la ventana. -¡TIO WILL! –gritó la rubia saltando de alegría, el mayor aun no bajaba del auto cuando su sobrina le saltó a los brazos para llenarle la cara de besos.

-hola princesa. –le dijo con su vocecita tímida, el tampoco había cambiado.

-¿Qué me trajiste? ¿Quieres ir a ver mis muñecas? Podemos jugar un rato antes de irnos... ¿me trajiste algún regalo? – Dipper negó divertido mientras observaba la escena desde la ventana, sería mejor bajar a rescatar a Will antes de que su hija lo asfixiara con abrazos y preguntas.

Los recibió a ambos en la puerta, y aunque tratase de abrazar o al menos darle la mano a su cuñado, Rose lo jalaba sin parar para que fuera a ver sus juguetes nuevos. -¿están listos para irnos? –dijo Will.

-deja que saque mi abrigo y salimos, Rose, no te olvides de llevar un suéter.

Se fueron todo el camino oyendo canciones para chicas. Rose iba sentada en el asiento trasero con su silla para niños, y aunque Will no se supiera la mitad de la letra de las pegadizas melodías, hacia su mayor esfuerzo para seguirle el ritmo a los emocionados chillidos de su sobrina. Dipper iba recargado en la ventana, con la mirada fija en el camino y tratando de calmar sus nervios. Nunca se había sentido muy cómodo al hablar frente a un gran grupo de personas. Precisamente eso lo llevó a convertirse en escritor, nadie podía verlo detrás de las páginas de sus libros, al menos no físicamente. Pero esta vez no le quedaba alternativa, su último libro había tenido tanto éxito que su editor le había pedido prácticamente de rodillas que aceptara tener una entrevista.

-solo una y ya señor Pines, la gente quiere escucharlo, quiere saber más sobre su novela. –le decía, a lo que él siempre respondía "no tengo nada más que decirles". Todo cuanto había ocurrido había quedado plasmado en papel, por mucho que quisiera hacerlo no había nada más que pudiera ofrecerle a sus lectores.

"como Romeo y Julieta" era su última obra y por supuesto una de las que se sentía más orgulloso. No le había sido fácil llevarla a cabo, la estuvo planeando durante mucho tiempo y le había costado más esfuerzo que cualquiera de sus otros libros. Su historia junto a Bill... jamás pensó que pudiera llevarla a cabo, apenas podía poner a alguien como Bill Cipher en palabras.

Ya no había vuelta atrás, Will lo llevaría hasta el estudio de televisión donde transmitirían la entrevista en vivo y en directo, lugar que por lo que había escuchado estaría lleno de mujeres de todas las edades ansiosas por ver finalmente al misterioso escritor.

Luego de veinte minutos de camino llegaron hasta un amplio sector de galpones, las estrellas más importantes se reunían ahí y lo habían llamado "el lugar donde alcanzas tus sueños". Al castaño le pareció más bien un estacionamiento de carpas de circo de metal frío y solitario. Tuvieron que ingresar con ayuda de seguridad para no ser víctimas del ataque de las adolescentes. –ellas te aman papá. –le dijo Rose mirándolo con orgullo.

"ellas solo aman la forma en la que las cosas pasaron". Will y Rose pasaron a sentarse en los asientos de primera fila, ahí los esperaba Mabel, vestida con un elegante traje y su largo cabello recogido, cuando vio a su sobrina la abrazó muy fuerte para luego dejar disimuladamente un caramelo de miel en su mano. –no le digas a tu papá. –al rato después llegaron Stan y Ford que ocuparon los demás asientos adelante. Cuando los guardias abrieron las puertas una multitud llenó el lugar, con susurros emocionados y sus carteles; "Te amo Bill" "Dipper Pines y Bill Cipher". Y otras cosas alusivas al libro.

Dipper miró su reloj de muñeca, la estilista había terminado de aplicarle unos polvos en el rostro cuando le dijo. –ya es hora señor Pines.

Como Romeo y Julieta #PremiosBillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora