13.

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Nunca una mañana le había parecido tan hermosa como aquella. Llevaba ya despierto un rato sin moverse de su lugar, solo contemplando el rostro tranquilo del castaño durmiendo a su lado. Lo había visto riendo, enojado, confundido pero poder verlo durmiendo era algo único.

Con cuidado le acarició el flequillo que le tapaba los ojos, lo levantó para descubrirle el rostro y esa marca de la osa mayor que tanta vergüenza le daba, no entendía por qué. A él le parecía preciosa. Dipper suspiró retorciéndose suavemente entre las sábanas, Bill aprovechó el momento para dejarle un beso en los labios que poco a poco fue correspondido. Dipper abrió los ojos y una sonrisa se formó en sus labios. –hola...

-Hola niño.

-Pensé que había sido un sueño. –el castaño se frotó los ojos mientras se incorporaba en la cama, solo para luego dejarse caer sobre el pecho de Bill. El mayor le acariciaba la espalda y los costados mientras hundía la nariz en el cabello chocolate, Dipper se había recostado haciendo un ruidito parecido aun ronroneo. –estas atrapado.

-Pesas como un hámster, no me tienes atrapado. –dejó un beso en su hombro. –ya es de día Dip, tengo que irme.

-No es cierto... aún es de noche.

-El sol está allá afuera.

-No te vayas todavía. –Dipper lo miraba somnoliento y feliz. Se acercó para besarlo despacio al principio, luego Bill no se aguantó a tomar su cuerpo más firmemente y a profundizar el contacto.

-No puedo irme si me lo pides así. –tomó los labios del menor otra vez, perdiéndose en ellos, llenándose de su dulce sabor. Ebrio de felicidad y apresado por el cuerpo del castaño, la mejor cárcel que se hubiera imaginado alguna vez. Fuera del cuarto el sonido de la ducha se hizo presente, también la tetera sonando en la cocina y unos pasos subiendo por las escaleras los hicieron volver a la realidad. Dipper se apartó sobresaltado, mirando atónito al rubio bajo su cuerpo. -¿Qué pasa?

-Es de mañana...

-Sí. –a Bill todo le parecía demasiado gracioso para estar preocupado por la familia de Dipper.¿Qué dirían si lo encontraban ahí? Hace mucho que había dejado de importarle.

-Tienes que irte, mis tíos pueden subir... -quiso ponerse de pie pero los brazos del mayor lo atrajeron con fuerza de nuevo a su pecho. –¡Bill vístete! Van a matarte si nos ven así.

-Ya morí y subí al cielo anoche. –las mejillas del menor se encendieron de vergüenza y con todas sus fuerzas se deshizo del abrazo de Bill, quien terminó cayendo de la cama. Dipper recogió la ropa de ambos, se puso el pantalón de pijama y ayudó a vestirse al mayor, que no estaba poniendo de su parte. Bill se limitaba a besarlo y a reírse de lo gracioso que se veía así de desesperado. –eres mucho mejor sacándome la ropa que poniéndomela.

-¡Cállate y ayúdame! –le susurró enojado. Una vez el rubio estuvo mas o menos vestido lo empujó hasta la ventana para hacerlo bajar por la enredadera. Bill comenzó a bajar no sin antes robarle un último beso al menor que se quedó viéndolo hasta desaparecer entre los arbustos del patio. Justo entonces abrieron la puerta de la habitación. Su tío Stan entraba con la bata y una humeante taza de café en la mano.

-¿Qué era todo ese ruido?

-Un gato... se metió por la ventana y trataba de sacarlo. –Stan levantó una ceja y se acercó a la cama de su sobrino.

-Un gato rubio. –dijo mostrándole un cabello en la almohada. Dipper puso la mejor sonrisa que pudo mientras asentía con la cabeza una y otra vez. –haré como que te creo. El desayuno está listo, Ford está más gruñón que de costumbre así que baja enseguida. 

Dio media vuelta para salir cerrando la puerta a sus espaldas. El castaño suspiró aliviado, al menos el tío Stan no lo molestaría, pero no sería tan fácil convencer a Ford ni salvarse del regaño que le esperaba en la cocina. Se tiró a la cama otra vez, aún tenía sueño y no quería bajar a desayunar. El perfume de Bill seguía en las sabanas y si cerraba los ojos casi podía sentirlo a su lado. Solo se quedaría acostado cinco minutos más...

~

-No quiero entregarlo. –dijo el rubio estrechando contra su pecho una carpeta roja.

-Tenemos que entregarlo Bill. Deja de ser tan dramático, por el amor de Dios.

-¡Es nuestro bebé Dipper! ¿Cómo puedes ser tan insensible? –Bill lo miraba con el ceño fruncido y encorvado para que nadie le fuera a quitar a "su bebé"

-Es un ensayo... un montón de papeles. Eso no es un bebé. –el mayor soltó un chillido mientras acariciaba la cubierta de la carpeta como si de un niño se tratase.

-No lo escuches, pequeño. Tu mamá no sabe lo que dice. –Dipper rodó los ojos frustrado, ya no pelearía con Bill, mucho menos por su clara demencia. Bastante había hecho con obligarlo a escribir con él el ensayo y ahora llevándolo a la oficina del profesor. Tuvo que recurrir a la fuerza física cuando hubo que dejar la carpeta con la secretaria mientras el mayor lloriqueaba como una madre a la que le arrebataban a su hijo. –eres un monstruo.

-Te compraré un cactus. –Bill infló las mejillas enojado, Dipper le sonrió ¿En qué momento habían comenzado a llevarse así? Ninguno de los dos lo sabía con exactitud. –vamos, no te pongas así, ¿Quieres que celebremos haber terminado el trabajo?

-¡Vale! –había recobrado las energías de un segundo y ahora abrazaba al menor pegando su rostro al suyo. –no creas que te vas a librar de mi solo porque ya no somos compañeros.

-Ya me lo temía.

-Y me debes una cita

-No recuerdo haberte prometido una cita.

-Dijiste que irías conmigo a ver la lluvia de estrellas fugaces. –abrió su mochila para sacar un papel doblado tantas veces que cabía en la palma de su mano, era la página de una revista científica. Dipper la leyó mientras el mayor daba saltos a su alrededor. -es este sábado, no puedes decir que no ahora.

-Lo voy a pensar. –dijo guardándose el papel en el bolsillo del pantalón, No necesitaba más, Bill ya sabía que eso era un sí. Puso las manos en sus caderas para acercarlo a su cuerpo y besarlo. Su nariz estaba rozando la del menor cuando escuchó que del otro lado del pasillo a alguien llamando a Dipper.

-Señorita Valentine. –una mujer menuda y rubia se les acercaba sosteniendo unos papeles, vestida elegantemente y con una sonrisa radiante en los labios. Era la directora de la carrera de literatura y profesora de escritura. Saludó a ambos con un apretón de manos. -¿Está todo bien?

-Muy bien de hecho, ya tengo los papeles que necesitabas Dipper. –le mujer le extendió unos papeles sujetos por un clip sin dejar de sonreír. –espero que te sirvan y no dudes en hablar conmigo si necesitas ayuda para llenarlos.

El rostro del muchacho se ensombreció de golpe, recibió los papeles sin siquiera leerlos y los guardó en su bolso. Unsecogracias fue todo lo que dijo antes de tomar la mano de Bill para avanzar por el pasillo dejando atrás a la confundida señorita Valentine. Subieron al ascensor en silencio pero sin soltarse de las manos, Bill miraba al castaño sin tener idea de lo que estaba pasando, y no sabía si era conveniente preguntar, pero prefería ser un total mal educado antes de quedarse con las dudas, no le gustaba ver a su niño tan serio.

-¿Qué eran esos papeles?

-nada importante. –le dijo cortante, luego levantó la vista para verlo a la cara con una pequeña sonrisa en los labios. –iremos a ver las estrellas fugaces. –le dejó un beso en la mejilla antes de que se abrieran las puertas. Un terrible presentimiento surgió en su interior, quería sonreírle y devolverle el beso, pero Bill no podía dejar de pensar en que algo no andaba bien.

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Estoy en mi primera semana de universidad, hasta ahora sigo viva *w* espero que les haya gustado el cap yyyyyy que no se pierdan el próximo, será el viernes.

les voy a contar un secreto *O* que posiblemente no les importe pero da igual. Amo, amo, AMO CON MI CORAZON Y MI HIGADO el acento argentino, enserio si me hablan argentinosamente me derrito, así que los lectores argentinos 7w7 ya saben.... jeje bueno ese es el gran secreto ya no tan secreto y eso es todo hasta el viernes >3< muchas gracias por leer. <3

Como Romeo y Julieta #PremiosBillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora