Parte 12

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Celebran la nochebuena en la casa de sus tíos, como todos los años, diecinueve personas reunidas para cenar en familia, y a nadie le sorprende encontrarse a Javi sentado a la mesa al lado de Fernando, porque el anfitrión es el tío Óscar y él puede invitar a quien quiera a su casa, y Javi no tiene familia en Segovia y nadie quiere que esté solo esos días.

Caterina llega cogida del brazo de su padre, con vaqueros negros y zapatos planos, y un jersey de licra muy ceñido y escotado que realza su figura y la hace aparecer femenina y bonita. Siguiendo su costumbre, no se ha maquillado, pero lleva en el cuello un cordón de cuero del que cuelga una tuerca de plata que papá y Marisa le han regalado esa tarde, como si trataran de decirle sin palabras que no les disgusta realmente que su niña trabaje en un taller mecánico y que se sienten muy orgullosos de ella. Esta noche sus ojos gatunos brillan de entusiasmo. Se siente feliz junto a los suyos, incluyendo entre los suyos a Javi, que desde hace tiempo ha pasado a formar parte de la familia.

Besa a todos, tíos y primos, dejando a la abuela para el final, porque tras el saludo se queda un rato con ella haciéndole compañía y conversando mientras las demás mujeres van trayendo las cosas a la mesa, que esta noche luce espléndida. Por toda la casa hay luces de colores y adornos navideños, y es que aquí se siente de verdad el espíritu de la Navidad, siendo todo risas, canciones y ninguna discusión estúpida, porque todo el mundo se lleva de maravilla. Al fondo, en el mismo comedor, un enorme árbol que este año viene cargado de regalos para todos.

Esta familia prescinde de la tele cuando se reúne para cenar y la sustituye por una vieja cinta de villancicos que ha sobrevivido de forma milagrosa años y años sin estropearse. Sobre la mesa hay varios candelabros de plata en los cuales arden velas rojas. Y el muérdago en el dintel de la puerta, que obliga a todo el mundo a besarse cuando se detienen debajo. Risas, buen humor, y miradas cómplices en dirección a Caterina, que este año es el centro de atención y está en boca de todos los que la quieren.

Llaman a la mesa y la abuela se levanta del sofá para ocupar su sitio en la cabecera. Caterina la acompaña y busca un lugar donde sentarse.

—Ve con tu amigo, gatita, que te está guardando un asiento a su lado —susurra la anciana al tiempo que le da un cachete en el trasero.

Y a Cat no le molesta que todo el mundo piense que está saliendo con Javi, porque esa noche no tiene ojos más que para él.

¿A qué se debe el cambio? Quizás a que ha recuperado la sensatez. Pero es más probable que el culpable sea el propio Fran. Anoche, en La Galería, Caterina volvió a tener ocasión de hablar con él a solas, y comprendió por sus palabras que su obsesión no tiene sentido. Ya lo sabía. Ya lo había comprobado el domingo en el Johnny. Puede que anoche abriera los ojos del todo porque sólo llevaba dos cervezas cuando Fran volvió a hablar con ella: de Carla, de lo mucho que la quiere, de lo dichoso que se siente a su lado, de lo mucho que Carla la quiere a ella y de lo felices que les hace a ambos saber que la buena de Cat tiene también a alguien tan especial a su lado.

Y después Cat se pasó toda la noche pensando en ello, y decidió que tanto ella como Javi tenían el mismo derecho que sus amigos a sentirse igual de felices, aunque todavía no ha hablado con él de nada definitivo, y a pesar de que no olvidará decirle que no puede asegurarle que haya olvidado del todo sus dudas.

Toma asiento junto a él y no deja de sonreir en ningún momento, y cuando llega la hora de despedirse, porque han quedado con sus amigos para salir, se detienen un segundo junto a la puerta, bajo el muérdago, y la abuela es la primera en recordarles la tradición; y ella, roja como un tomate, acerca su cara a la de Javi y le besa, para regocijo de toda su familia y del propio muchacho, quien piensa que no puede ser más feliz de lo que es en ese momento.

La cena de nochebuena en casa de Carla no está tan concurrida, pero transcurre de forma similar a la de la familia de Caterina: seis personas, luces, árbol, regalos, villancicos y buen humor. Los padres de ambos les miran casi babeando de emoción porque por fin los chicos han aprendido a quererse y podrán ver su sueño de casarles hecho realidad. Carla y Fran sólo tienen ojos el uno para el otro y no piensan en la despedida, la próxima semana. De momento están juntos, se ha afianzado lo que comenzó ese verano, crece día a día. No imaginan un futuro separados.

Los padres de Carla hacen un mohín cuando los chicos les anuncian que van a salir, pero la madre de Fran le quita hierro al asunto, al fin y al cabo son jóvenes, y quieren estar con sus amigos, y disfrutar de su amor lejos de las miradas de los padres; y además esto es Segovia, no les puede pasar nada malo, qué importa que salgan, son responsables, mañana les veremos otra vez, no podemos acapararles todo el tiempo.

Pero antes, la foto, es la tradición.

Mientras el padre de Carla va a buscar la cámara, su madre se interesa por sus planes para esa noche.

—Hemos quedado con Caterina y otros amigos, mamá —dice Carla, y se le pone expresión de no te lo vas a creer, por cierto—. Deberías verla, está preciosa, y tiene un novio que es un encanto, y éste es el año más feliz de mi vida.

Medio carrete de fotos más tarde, salen de casa cogidos de la mano y Fran conduce su Ford Escort hasta el barrio de San Millán. Han quedado con los demás en el Canadá. También irán algunos amigos de Fran. Será una noche estupenda.

Y es una noche estupenda, en realidad, todo risas y buen rollo, amigos por todas partes y mucho alcohol que no parece afectar a nadie, y rocanrol para divertirse dando saltos y algunas canciones lentas para animar a las parejas a abrazarse y a besarse, que el amor es bonito, qué leches, que es Navidad y nadie debe sentirse triste o solo.

Tras dejar el Canadá pasan un buen rato en el Johnny, y terminan la noche en el karaoke que han abierto en el barrio de San Lorenzo, local acristalado y terraza enorme y todos contentos animándose a cantar, incluida Caterina, que sorprende a todos haciendo dúo con Carla con un tema de Ella Baila Sola.

—Me sorprendes, Gata, te estás volviendo irreconocible —aplaude Javi, cuando Cat baja del escenario y se reúne con él.

—No te hagas muchas ilusiones —dice ella, ignorando el rubor de satisfacción que le ha subido a la cara—; he pedido Litros de alcohol para cantarla contigo.

Javi la abraza y ríe. La misma Gata de siempre, pero diferente, más risueña. No puede evitar el impulso de besarla, sin pararse a pensar que ella podría sentirse presionada, le coge la cara con ambas manos y le da un beso de amigos en los labios, y luego le rodea los hombros con un brazo y vuelve a mirar al escenario como si tal cosa. Pero Caterina siente que le recorre un calambre por todo el cuerpo y alza la cabeza y le mira durante varios minutos, y con una mano le gira la cara y le besa, y no como lo haría una amiga, y vuelve a sentirlo. El calambre, o lo que sea. Y ya no deja de besarle a cada momento, como intentando comprender qué es lo que ha sentido, y si puede darle un nombre a eso que ha sido tan fantástico.

Cerca del amanecer, Javi la invita a desayunar en su casa, desayunar, recalca, una invitación de colega, porque aún no quiere despedirse de ella, y Cat acepta porque tampoco desea despedirse tan pronto; y una vez en el piso se toman otra cerveza en la habitación de Javi, sentados en el suelo y escuchando la banda sonora de Pulp Fiction a un volumen lo suficientemente bajo como para que no moleste a los vecinos, y Cat se descalza y le dice que quiere bailar el twist, y bailan You never can tell entre risas, de nuevo en su papel de Travolta y Thurman en el concurso de twist, y caen sobre la cama sin poder dejar de reír y se miran a los ojos en silencio mientras empieza a sonar Girl, you'll be a woman soon.

Y unos minutos después, nerviosa y excitada como si fuera su primera vez, Caterina se encuentra sentada a su lado en la cama y deja que él lleve la iniciativa; y por primera vez es mucho más que sexo, y siente rodar lágrimas por sus mejillas mientras él le besa con ternura todo el cuerpo y la desnuda lentamente; y tiembla y llora y Javi se detiene y le pregunta preocupado, y ella sonríe y le dice que todo está bien, que se siente feliz, pero no puede evitar las lágrimas y se dice a sí misma que el amor es hermoso, y que por primera vez ha hecho el amor de verdad y ha sentido amor de verdad; y cuando Javi, exhausto, se tiende de espaldas esbozando una sonrisa extasiada, Caterina se acuesta sobre su pecho y le dice te quiero sintiéndose la mujer más dichosa del planeta.

EL CHICO PERFECTO NO SABE BAILAR EL TWISTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora