intimidad

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Tuvimos intimidad, esa vez que dormimos en la misma cama, y fue sólo dormir, cuando te conté los secretos que mi alma celosamente guardaba, y cuando tú me revelaste tus miedos, estoy segura de que fue intimidad.

Cuando te abracé, mientras escuchaba el incesante martilleo de tu corazón, con los ojos cerrados y dejándolo todo en un gesto tan sencillo, a la vez que tus manos pasaban una y otra vez por mi pelo, y sé que tuvimos intimidad.

O todas las madrugadas riendo, hablando, siendo sinceros, acercándonos un poquito más en cada carcajada y sin embargo ni nos rozábamos, y aún con todo juro que eso fue intimidad.

Cuando tocábamos nuestras manos por accidente, y las dejábamos ahí, una al lado de la otra disfrutando la sensación de tus manos frías como témpanos de hielo, contra mi piel cálida como el sol en las mañanas, desde luego que lo considero intimidad.

Pero, cuando estábamos en silencio, solo disfrutando de la compañía del otro, y lo único que interrumpía ese silencio casi mágico era un suspiro de paz por parte de alguno de los dos, eso nadie puede negar que se llama intimidad.

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