Prisión de seda

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 Damon despertó del profundo sueño. Una luz a punto de extinguirse iluminaba el angosto pasillo de rocas que proyectaban la lucha entre lo que parecía ser una araña con cola de escorpión que doblaba el tamaño del niño contra el que luchaba. 

 Se oían gritos lejanos provenientes de la lucha. El pasillo quedó en la oscuridad por unos momentos y cuando la luz volvió la lucha había cesado; el niño se encontraba desnudo a sus pies.

 Hasta el momento no había prestado atención a su propio estado, solo se había concentrado en su entorno; tanto había crecido Damon desde que era un niño y él era el centro de todo pensamiento suyo. En ese instante fue en el que se dio cuenta de que su incapacidad para moverse se debía a que aquella criatura predicadora lo había apresado con su hilo blanco; tal vez había ocurrido cuando falló en quitarse la vida con su caída.

  El niño, hasta el momento en cuatro patas, se paró y empezó a morder la prisión blanca de Damon hasta que él cayó por fin libre.

-Gr..gracias-dijo Damon sin poder creer lo que tenía delante suyo.

 El niño respondió solo con un gruñido.

 Si bien Damon había buscado su propia destrucción incapaz de soportar el peso del desierto -el suyo y el que lo rodeaba- descubrió que quería vivir; había bastado un niño y un monstruo profeta para ello. Decidió llevar el peso y la muerte que trae el desierto, transitar una vez mas las arenas como lo había hecho una vez con David antes de su muerte, transformar ese peso en experiencia y vivir en lugar de sobrevivir. Su vida retomó el rumbo que le dio y arrebató David.

 Empezó a caminar hacia la luz ahora a punto de extinguirse -y devolverlo a la oscuridad donde criaturas predicaban la palabra de deidades desconocidas y la vida misma era una tortura- pero notó que carecía de fuerzas para llegar a ella. Entonces recordó del pinchazo que había sentido y de la cola de escorpión. Cayó nuevamente al suelo y el ruido de su caída resonó por el lugar asustando al niño que inmediatamente se acercó a él. Damon lo miró

- Creo que estoy enfermo- dijo aunque asumía que no entendía nada de lo que le decía. El niño lo empujo con su cabeza como un perro exigiendo cariño. 

 Se tocó la frente y vio que estaba ardiente, sintió que iba a desmayarse y vio como los pocos colores de aquel pasillo de rocas iban apagándose. Antes de caer en el que tal vez sería el sueño eterno lo despertó el aullido del niño.

- No te preocupes he aceptado mi pecado y si de esta forma me debo ir que así sea. Al final uno no puede huir del pecado, solo puede aceptarlo y morir con él- dijo antes de caer nuevamente.

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2016 ⏰

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