— ¿Gerard, te gustaría conocer a tu hermanito?
Un niño pequeño se encontraba sentado junto a su abuela en la lúgubre sala de espera del hospital donde su madre había ingresado horas antes. Había recibido de su padre la buena noticia de que ahora era un hermano mayor. El pequeño negó con la cabeza, nada contento con el hecho de que ahora toda la atención de sus ya muy ocupados padres iría a parar al recién llegado, así como también el hecho de que tendría que compartir sus amados juguetes.
— Anda, cariño. Ve con tu padre a ver a tu hermanito —su abuela, Elena, le alentó. Ella sabía acerca de su conflicto interno acerca de la situación y siempre trataba de apoyar a su adorado nieto en lo que podía. Gerard frunció el ceño ante su abuela, no entendía porque todo el mundo le instaba a ir conocer al antes nombrado.
— Además tu madre querrá verte, hijo. Ha estado preguntando por ti —agregó Donald. El hombre se encontraba de pie frente a Gerard con una mano extendida hacía él, expectante.
Miró a su abuela una vez más, quién le dedicó una sonrisa amable y luego a su padre. Gerard finalmente se resignó y tomó la mano del mayor. Padre e hijo caminaron por los pasillos del hospital mientras las baldosas de cerámica resonaban bajo sus pies. Las cortas piernas de Gerard luchaban por seguir el paso del mayor a la vez que éste formulaba en su ingenua mente por qué sus padres habían tenido otro bebé. ¿Acaso él ya no era suficiente? ¿Se habían cansado de él y lo reemplazarían? ¿Lo mandarían a un orfanato y se quedarían solo con el nuevo bebé? Prometería portarse bien y comer todas sus verduras de ahora en adelante con tal de que no se deshicieran de él, sería un niño bueno.
No muy lejos de allí, Donna Way descansaba apaciblemente en su cama de habitación con su bebé en brazos. Michael James, ese era el nombre con el cual habían nombrado al recién nacido y era perfecto. Su carita arrugada y sus pequeñas manitas eran adorables. Veía rasgos de ella misma en el niño, seguramente se parecería más a ella que a su marido aunque todavía era demasiado pronto para sacar conclusiones. Donna sonrió cuando vio a Donald entrar a la habitación acompañado de su hijo de tres años. Sin embargo, a pesar de la felicidad que sentía en en ese momento le preocupaba que Gerard pudiese sentirse desplazado ahora que tenía un hermanito. Donna era la menor de tres hermanos y sabia perfectamente lo que era competir por la atención de tus padres. Solo le quedaba por esperar que la misma situación no ocurriera con sus retoños.
— Gerard —lo llamó su madre. El pequeño se acercó a la cama con paso dudoso. Incluso desde su baja perspectiva podía distinguir el bulto en los brazos de su madre y tenía una idea bastante clara de lo que se trataba. Ahora ya no era el único.
— ¿Si, mami? —respondió con su vocecilla aguda.
— Este es tu hermanito, Michael —su madre le presentó con orgullo evidente en sus ojos a la pequeña bola de carne que sostenía en sus brazos. No era nada especial, pensó Gerard. Apenas era del tamaño de un muñeco de felpa y su cabeza no tenía nada de cabello. ¿El también había sido calvo al nacer?, se preguntó.
— ¿Te gustaría sostenerlo? —le preguntó la mujer rubia.
— No sé cómo —Gerard negó rápidamente. Nunca antes había estado cerca de un bebé y no sabía cómo sujetarlo.
— Ven, yo te enseñó —su padre se acercó y tomó al bebé en sus brazos con cuidado. Luego se agachó para estar a la altura de su hijo—Extiende los brazos y con mucho, mucho cuidado quiero que lo sostengas bien fuerte. No lo sueltes, ¿sí?
Gerard hizo lo que su padre lo ordenó y después de asegurarse de que no lo iba a soltar éste le dejó sostenerlo por su cuenta. Su madre observaba todo el proceso desde su cama con una sonrisa tierna en su rostro.
— Parece un tomate —observó con diversión. El bebé tenía una coloración rosada y graciosa.
— Es un bebé, amor. Todos lucen así —respondió. Gerard frunció el ceño. ¿Entonces el también había parecido un tomate arrugado cuando era un bebé? Pues en ese caso no lo recordaba.
Se sorprendió cuando el bebé abrió los ojos de pronto y lo miró. Sus pequeños ojos lo escudriñaron con atención y luego río. Gerard tampoco pudo contener una risita.
— Mikey —murmuró. Le gustaba cómo sonaba aquel nombre.
— Parece que le agradas —Donald murmuró mientras intercambiaba una sonrisa orgullosa con su esposa.
Una sensación de calidez se originó en su pecho. Gerard se había equivocado con él. Su hermano era adorable aunque pareciera un tomate y ahora tendría a alguien con quien jugar. Quizás no sería tan malo después de todo. Pero se veía tan pequeño e indefenso que temía que algo pudiera pasarle. Gerard no lo permitiría, se dijo, con tan solo tres años edad él prometía protegerlo por siempre.
Todo sentimiento de preocupación que Donna pudo haber sentido había desaparecido por completo. Su hijo mayor quedó encantado con su nuevo hermanito y aquello era todo lo que podía pedir y más.
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Dear brother ↠ Waycest
FanficLos hermanos Gerard y Mikey Way siempre han tenido una estrecha relación. Ya desde pequeños mostraron una particular inclinación a estar juntos y desarrollaron una duradera devoción el uno por el otro. A medida que crecen aquellos sentimientos se tr...