¿Qué nos paso, hermano?

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Mikey no quería admitirlo, odiaba tener que admitirlo. Pero era obvio que había algo de tensión reinante entre Gerard y él. Durante la cena de esa noche sobrevino el muy repudiado silencio, todo lo contrario a como él hubiera deseado pasar su tiempo con su hermano desde su llegada a la cuidad.

Mientras que su padre regañaba a Gerard por su expulsión de la universidad, Mikey trataba de entender porque se tomaba tan a pecho su relación con Pete, porque sabía que esa era la fuente del problema. Aunque muy en el fondo tampoco quería admitirlo. Pete y él solo eran buenos amigos, siempre había sido así y nunca cambiaría. Claro que amaba al chico, pero no de una esa forma.

¿Acaso eran celos lo que presentaba su hermano? ¿Celos de Pete? De ser así entonces no tenía de que preocuparse, porque jamás surgiría algo entre ambos. Trató de llamar la atención de Gerard una vez que su padre terminó con su discurso, pateando su pierna por debajo de la mesa. Pero el otro ni siquiera se inmutó y continuó comiendo su cena como si nada. Frunció el ceño y le miró por unos largos segundos, en espera de alguna respuesta de su parte, cualquier cosa. Nada. Le estaba ignorando y Mikey odiaba cuando lo hacía, pero no dijo nada y prefirió posponer la inminente conversación para más tarde, cuando estuviesen a solas.

Cuando llegó la hora de dormir, fue cuando Mikey decidió arribar a su hermano. El mayor se encontraba en su cama cuando llegó al cuarto y le dio la espalda al verlo venir. Pero Mikey no se dejaría vencer tan fácilmente, eso ya era ridículo. Así que se plantó frente a su cama y no se movería hasta hablar con él.

— Deja de actuar como un caprichoso, Gerard. No puedes evitarme por siempre. Soy tu hermano.

No recibió ninguna señal indicando que le haya oído, lo que solo le enfureció más. Soltó un bufido.

— ¿Quieres que te pida disculpas cuando ni siquiera he hecho nada malo? ¿Eso quieres? Bien, lo diré. Porque yo no tengo problemas en hacerlo, a diferencia de ti. Lo siento.

Ahora Gerard se dignó a voltearse para poder mirarlo. Una mueca prevalecía en su rostro— Jamás dije que hubieras hecho algo malo. Solo me molesta que te andes de zorra con ese amiguito tuyo.

— ¿Disculpa?

— Lo que oíste. Si tienes problemas para oír entonces límpiate los oídos —espetó— Está tarde los encontré a ambos en medio de algo importante, supongo que no se esperaban compañía.

Mikey le miró con los ojos bien abiertos, pero luego su expresión de sorpresa fue reemplazada por una de enojo.

— No estábamos haciendo nada, solo... —suspiró— Ni siquiera sé porque tengo que darte explicaciones. ¿Cuál es tu maldito problema con Pete? ¿Qué te ha hecho?

— Él no me agrada. Sabes que no, Mikes.

— ¿Y solo porque a ti no te agrada significa que no puedo verlo? —preguntó con incredulidad evidente en su voz— Es mi mejor amigo.

— Claro, "amigo" —murmuró Gerard con sarcasmo, para gran molestia de Mikey.

— ¿Sabes qué? Ya me harté de tu humor de mierda. Cuando decidas querer hablar seriamente conmigo avísame —murmuró Mikey, a medida que hacía su camino fuera de la habitación.

— ¿Adónde vas? —le llamó Gerard, ahora con más atención.

— Dormiré en el sofá —informó— No soporto estar aquí contigo cuando te comportas como un completo idiota.

— ¿Yo un idiota? Tú eres un inmaduro, ¿lo sabías?

Mikey se detuvo a medio camino de salir por la puerta, titubeante. Se volteó a medias— Yo sí he madurado, Gerard. Tú no. Ya no somos niños, no esperes que todo se resuelva mágicamente como antes, porque no lo hará. Y creo que es hora de que comiences a actuar como alguien de tu edad.

Y sin más decir se retiró del cuarto, sin esperar a que el otro le respondiese. Al salir se recostó sobre la superficie de la puerta y se llevó ambas manos a la cara. Ahogó un grito. Todo se estaba yendo al demonio. ¿Qué era lo que les estaba ocurriendo?

~*~

Al día siguiente, las cosas no cambiaron mucho. Por la mañana, su madre le encontró durmiendo en el sofá y le preguntó que estaba haciendo. Mikey le dijo que había tenido una discusión con Gerard, y al parecer Donna lo encontró gracioso a pesar de la seriedad de su rostro y bromeó diciendo que parecían una pareja de casados. Honestamente lo parecían, pero no comentó nada al respecto.

Era sábado, lo que significaba que se vería obligado a permanecer todo el día encerrado en la casa con Gerard, quien hacía de cuenta que no existía y continuaba ignorándolo, tal como si estuviese pintado en la pared. No le sorprendería descubrir que estaba molesto por lo de anoche, porque sabía que lo estaba. Conocía demasiado bien a su hermano como para conocer cuando le molestaba algo.

Así de hostil transcurrió la primera mitad de la jornada, hasta que Mikey decidió que había tenido suficiente y pensó que tal vez no sería tan mala idea asistir a la fiesta de Billy con Pete. En realidad no quería ir, pero prefería hacerlo para intentar eludir esa malograda situación que había surgido entre ambos. Tal vez si se alejaban un poco y se daban espacio podrían llegar a arreglarse. Solo tal vez. Mikey esperaba que fuera así.

Cuando cayó la noche, Pete pasó por él y ambos se dirigieron a la fiesta, pero no permanecieron mucho tiempo juntos puesto que se separó del moreno tan pronto ingresaron a la residencia. Pete había dicho que iría por unas bebidas y aquella fue la última vez que le vio. La música estaba al tope y la gente bailaba a su ritmo, mientras Mikey se abría paso entre ellos en un esfuerzo por encontrar al chico en el extenso lugar. No tuvo suerte, su amigo simplemente no se veía por ninguna parte. Soltó una maldición, adoraba que lo dejasen solo rodeado de personas que no conocía.

No supo cono ni cuándo sucedió, pero poco tiempo después de haberse cansado de buscar a Pete se encontró a sí mismo ebrio y tambaleándose por la casa. Había pensado que un trago no haría daño, lo mismo pensó del segundo, luego del tercero y así sucesivamente. Mikey no era alguien amante del alcohol, de hecho, aquella era la primera vez que bebía. Pero una vez que comenzó no logró detenerse y terminó en aquel estado poco favorable. Ni siquiera quería imaginarse que pensarían sus padres al respecto o Gerard. Pero en aquel momento no quería ponerse a pensar en ellos. De todas maneras estaba demasiado ebrio para hacerlo.

Fue entonces cuando en medio de su caminata sin rumbo chocó duramente contra alguien, en el proceso volcando su vaso de cerveza sobre él. Su nariz comenzó a doler del impacto y levantó la vista. Se encontró con un joven de tez oscura, alto, y cabello castaño. Luego le sonrió y pequeños hoyuelos de formaron en sus mejillas.

— Hola, soy Gabe.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2016 ⏰

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Dear brother ↠ WaycestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora