El dolor se irá con el beso mágico

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Gerard se dedicaba a limpiar pacientemente la sangre seca de la nariz de su hermano con una servilleta de papel remojada en algo de agua. Mikey se encontraba sentado sobre el lavabo de los baños escolares, con la mirada dirigida hacia el piso y sin decir una palabra. No había dicho nada sobre lo que acababa de pasar, y Gerard tampoco quería obligarlo a pesar de que le preocupaba su reciente rompimiento emocional, pero no quería mencionarlo.

— A ver, déjame limpiar por aquí —Gerard movió con suavidad su cabeza hacia arriba con el fin de obtener un mejor ángulo y así poder quitar las manchas rojas. Remojó de nuevo el paño y comenzó a limpiar levemente, sin tocar por completo la superficie de su piel. Se detuvo en seco cuando observó lagrimas silenciosas caer de los ojos de Mikey. Creyó que quizás había rozado demasiado fuerte el lugar del impacto— Hey, no es nada, ¿si? No está rota, solo es un golpe —se refirió a su pequeña nariz, tratando de confortarlo.

— N-no es eso —logró decir Mikey entre sollozos, ahora más fuertes.

— ¿Entonces que es? —Gerard dejó el paño a un lado, centrando toda su atención a este. Lo motivó a continuar mediante la colocación de una mano sobre la suya— Mikey, dime.

— Es que... te he tratado como el demonio y... aún así tú... viniste por mí. Eso no te impidió venir a defenderme y ayudarme. Me siento como si fuera la mierda más grande del universo. Tienes todo el derecho de estar molesto conmigo, ¿porqué no lo estás?

Más lágrimas cayeron rodando por sus mejillas rosadas. Gerard llevó ambas mano hasta ellas y las quitó de su rostro. Luego le hizo levantar la vista y mirarlo.

—Mikey, sabes que no hay nada que puedas decirme que me haga enojar contigo. ¿Quién podría hacerlo? Mírate, eres un ángel —afirmó seriamente Gerard.

— Soy débil, eso es lo que soy. Ni siquiera se defenderme por mi cuenta.

—No digas eso, eres increíblemente fuerte a tu propia manera. Tu más que nadie deberías saberlo.

— ¿Tú crees eso?

— Absolutamente.

Mikey lo abrazó y Gerard lo rodeó con sus brazos una vez más, el menor enterró su cabeza en su cuello.

— No te merezco, eres demasiado bueno conmigo —murmuró, denigrándose a sí mismo como acostumbraba a hacerlo.

— Ya deja de decir tonterías, Moikey. Solo soy como soy. No soy tan bueno —suspiró Gerard en su cabello.

Realmente deseaba que Mikey se tuviera más confianza y autoestima, simplemente no veía las virtudes que poseía y siempre se encontraba negando sus cualidades. Lo veía a él como alguien perfecto, cuando en realidad no lo era, también tenía sus defectos y por desgracia estos eran muchos, solo que este no quería verlos. Gerard no se cansaba de decirle a su hermano lo valioso que era, estaba decidido a convencerlo de lo opuesto, y si aquello incluía tener que repetírselo mil veces para que quedase grabado en su cerebro, entonces lo haría.

— ¿Te duele?

Gerard señaló su nariz cuando el cálido abrazo terminó y se separaron, pero no demasiado.

—vSolo un poco —dijo este, sorbiéndose los mocos y forzando una sonrisita.

— ¿Recuerdas cuando éramos pequeños, cada vez que tú te lastimabas y yo besaba la herida? ¿El beso mágico que todo lo cura? —recordó Gerard con una sonrisa ante aquellos tiernos momentos que compartieron.

—nSiempre lograbas hacerme sentir mejor —rió Mikey— De una forma u otra. No sé como lo hacías.

— ¿Te sentirías mejor si lo hiciera ahora? —dijo Gerard.

Mikey se encogió de hombros, sonriendo, dejándole a él el poder de decidir. Gerard acercó a su rostro y depósito un suave beso en su nariz, con cuidado de no presionar demasiado fuerte en el lugar lastimado.

— El dolor se irá con el beso mágico —pero no solo besó su nariz, sino que luego bajó hasta sus labios y depósito en estos un pequeño beso, haciendo ruborizar a Mikey.

— Gracias, Gee —Mikey pegó su frente contra la suya, en señal de agradecimiento— Te quiero.

— Y yo a ti —sonrío— Ven, salgamos de aquí, hermanito. Hagamos algo divertido.

— ¿Pero que hay de las clases que aún faltan? —preguntó Mikey, con el ceño fruncido. Sabía que era malo saltarse clases.

— Las saltearemos, nadie se dará cuenta —aseguró el mayor. Se había salteado muchas clases numerosas veces y tenía cierta experiencia en ello. Mikey pareció dudar un momento, pero luego le sonrió y apoyo su idea.

— ¡Te propongo una carrera hasta la salida! —propuso Mikey, sin darle tiempo de responder puesto que el muy tramposo ya había comenzado a correr a toda velocidad.

— ¡Pequeña rata! —rugió Gerard con una risa, saliendo tras él.

~

Ambos se dejaron caer sobre el suave y cómodo césped del parque. Habían decidido ir allí puesto que aún era muy temprano para ir a casa, si lo hacían su madre sospecharía y sabría que se habían salteado clases. Luego los regañaría y castigaría, comportamiento típico de su madre.

— ¡Te estás poniendo gordo, Gerard! —rió Mikey, tratando de recuperar el aliento y burlándose de la lentitud de su hermano.

— ¡Que no estoy gordo! —se quejó este a su lado, fingiendo una mueca molesta— ¡Son las hormonas!

— Descuida, me gustan tus rollitos, Gee

. El sol le reflejaba la luz en los lentes, y le obligaba a cerrar los ojos de vez en cuando. El cielo azul se veía completamente despejado salvo por una o dos nubes rebeldes. La piel pálida de Gerard parecía ser aún más blanca bajo el sol, dándole un brillo casi anormal en contraste de su largo cabello azabache.

— Me gusta cuando el parque está vacío —comentó Gerard, solemne. Era muy temprano en la tarde, y la mayoría de las personas aún se encontraban en su trabajo y los niños en la escuela, lugar donde ellos también deberían estar. Por lo que el conocido parque se encontraba desierto con la excepción de ellos dos.

— A mí también. Es casi como si fuéramos las dos únicas personas en la Tierra. ¿Te lo imaginas, Gee?

— Si fuéramos las dos únicas personas en la Tierra, entonces estaría feliz de que esa otra persona fueras tú —Gerard volteó su cabeza para verlo— Habló en serio.

Mikey le sonrió, viendo como la cálida brisa en el ambiente movía sus cabellos. Pasaron el siguiente rato hablando de cosas que creían importantes o divertidas, mientras que luego pasaron a observar y clasificar las nubes que iban apareciendo en el panorama. Clasificaron un total de siete nubes con forma de animales, dos con forma de personas y diez con forma de objetos cotidianos. Gerard incluso aseguró hasta la muerte que una de ellas lucía exactamente como él, si es que eso era posible.

En algún momento próximo a aquello, extendieron sus brazos y estos hicieron su camino para entrelazar sus dedos, mientras observaban el hermoso cielo. En aquel momento nada importaba, solo estaban ellos y nadie más, tal como si fuesen las dos últimas personas sobre la Tierra y tuviesen únicamente la compañía del otro. Mikey sonrió plácidamente mientras contemplaba el cielo y sentía su mano conectada con la de Gerard, aquello era todo lo que necesitaba para sentirse feliz, no podía pedir más.

Dear brother ↠ WaycestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora