Sentí como la daga se clavaba en mi cuello, un hilillo de sangre caía desde la herida hasta el suelo. De repente apareció una sombra de la nada y corrió hacia mí.
Me desperté de golpe, sudando. Me incorporé y miré hacia todos lados asustada, estaba en mi habitación como siempre. Me giré hacia mi mesilla de noche en busca de mi despertador. Casi eran las seis de la mañana. De nuevo, una de esas horribles pesadillas. Ya no podría seguir durmiendo. Y eso que ni siquiera recordaba qué estaba soñando, aunque sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo solo de pensarlo. Me levanté, tratando de alejarme de esos pensamientos.
Abrí la ventana y la brisa nocturna me golpeó en la cara. Me encantaba sentir el frescor de la noche sobre mi piel. Respiré hondo y todavía algo dormida, fui al baño. Me lavé la cara con agua fría, y en el espejo vi reflejada a una chica de ojos grises con el pelo muy revuelto. Me peiné y noté como mis oscuros cabellos caían lacios por mi espalda. Salí al pasillo, justo enfrente, estaba la puerta de la habitación de mi hermana que se encontraba entreabierta. Sentí curiosidad y me asomé para verla.
Estaba profundamente dormida, seguramente soñando con algún mundo maravilloso, como los de los cuentos que nos contaba nuestra madre cuando éramos pequeñas. Aún no comprendo cómo podemos ser hermanas, apenas nos parecemos en nada. Seguí mirándola durante unos segundos más. Su fina y pálida piel parecía hecha de cristal, sus rubios cabellos se esparcían en ondas perfectas por la almohada y su profunda respiración, continua y pausada, me inspiraba la tranquilidad que me había faltado durante la noche. Me fui en silencio para no despertarla, ya que ella todavía podía aprovechar para dormir un rato más.
Entré, hambrienta, en la cocina. Buscando en la despensa algo que llevarme a la boca. Al cabo de un rato husmeando decidí hacer tortitas, y comencé a sacar los ingredientes. Mientras, me vino a la cabeza aquella extraña pesadilla. Lo único que podía recordar era a un chico rubio que me tenía sujeta, amenazándome con un cuchillo. Llovía a cántaros, apenas podía respirar debido a me estaba estrangulando. ¿De qué me conocía? ¿Por qué querría matarme aquel chico? ¿Y por qué sentía tanto odio hacia él si no le conocía? De repente una chica rubia que me resultaba familiar empezó a gritar y a correr hacia mí. ¿Qué quería decir todo aquello? Igualmente, todo eso no era más que otra pesadilla. Un olor a quemado me despertó de mi trance, y me di cuenta de que la tortita que cocinaba estaba totalmente quemada. Era inútil intentar salvarla, la levanté con la espátula y la tiré a la basura.
Maldita sea, odiaba tener que desperdiciar comida, sobre todo cuando se veía tan deliciosa. Preparé caramelo líquido y crema de chocolate para cuando se despertaran mis hermanos. Seguí preparando las tortitas concentrándome en no quemar ninguna, otra vez.
-¿Qué se supone que haces? -escuché a mi lado. Reprimiendo un grito me giré y observe la cara adormilada de un niño de unos trece años.
-Me has asustado. ¿Qué te he dicho de llegar tan silencioso?
-Pensé que me habías oído. De todas formas, ¿qué haces? -preguntó interesado mirando la tortita que estaba a punto de quemarse. Cogí la espátula y le di la vuelta rápidamente.
-Pues creo que es bastante evidente, Derek -dije levantando ambas cejas- Me levanté temprano y como no tenía nada que hacer, pensé en preparar unas tortitas para desayunar. ¿Te apetecen?
-¡Claro que sí! -dijo emocionado, apartándose el flequillo de la cara, dejando ver unos preciosos ojos color miel.
-Perfecto, entonces ayúdame un poco y prepara los platos -respondí autoritaria.
Me quedé pensando un rato, mis padres ahora se estarán vistiendo y preparándose para ir a trabajar. Derek está aquí, observé como colocaba cuidadosamente unos sencillos platos blancos sobre la mesa, y sonreí. Pero, ¿dónde estaría Melody?
-Oye enano -dije en tono divertido.
Me miró con expresión de enfado.
-Creo que ya soy bastante mayor como para que me llames así, Keyla -dijo refunfuñando. Solté una pequeña risita.
-Oh, perdona -dije con sarcasmo- ¿Sabes dónde está Melody?
-¿Dónde va a estar? En su habitación, durmiendo -le miré sorprendida.
-Si no se levanta ya, llegaremos tarde a clase -dije preocupada- ¿Puedes ir a despertarla por favor?
-Vale -dijo casi de manera instantánea - ¿Pero puedo saltar en su cama?
-Sí, claro adelante.
Derek salió con paso militar y postura firme por la puerta de la cocina, escuché como subía los escalones que daban al piso superior, para luego gritar: ¡Melody! Realmente dudaba que consiguiese despertarla por mucho que la molestase o se tirase en su cama. Mel era como una especie de koala, dormía todo lo que podía, y evitaba levantarse si se lo permitían. Lo cierto es que yo también me pasaría el día en la cama de no ser por esas terribles pesadillas...
De nuevo sola, me quité esos pensamientos de la mente, si seguía pensando en mis pesadillas y sueños, se me colapsaría la cabeza y entonces sí que no podría dormir nunca más. Miré por la ventana, estaba amaneciendo. Algunos rayos de Sol ya se reflejaban en las nubes, con esos colores tan vivos y difíciles de plasmar en el papel. Ya había intentado dibujar unos rayos parecidos alguna vez, y el resultado nunca se parecía a la realidad. Esos colores, el naranja, rojo, amarillo del cielo al despertar, y los colores que lo siguen, morado, azul, y negro cuando oscurece. Nunca he llegado a conseguir el equilibrio entre todo. Cuando se lo enseñaba a alguien decía que era arte abstracto simplemente, y así evitaba preguntas incómodas, como el porqué de que hubiese dibujado algo de un modo u otro.
Saqué una tortita más, ya le había cogido el truco y me sentía lo suficientemente despierta como para que no se me quemase ninguna más. Llevaba ya tantas tortitas como para alimentar a todo el barrio. Supuse que eran bastantes. Guardé la masa de tortita que me había sobrado en la nevera, recogí los cacharros que había usado para cocinar, y me sumergí en la tarea de dejarlo todo limpio.
Ya empezaba a sentirme demasiado sola. ¿Dónde se habían metido todos? Al único que escuchaba era a Derek, que no dejaba de gritar a Melody para que se despertase. Y aun así le iba a costar que se levantara.
De repente me vino algo a la cabeza. Esa pesadilla de nuevo, pero era distinta... Escuché voces, voces que reconocía. Y esa figura... Rubia, ondas perfectas, una chica corriendo hacia mí, y estaba... ¿llorando? Gritaba. ¿Qué era lo que decía?
-¡Noo! ¡No, por favor no le hagas daño! -empezaba a marearme - ¡Keyla!
¿Por qué era todo tan real? Caí al suelo, me dolía la cabeza, mucho, tantísimo que pensé que me iba a explotar. No aguantaba más...
Escuché pasos, ¿todavía en la pesadilla? tenía la vista borrosa, no formaba parte de mi sueño, estaba segura. Sentí como un escalofrío recorría mi espalda. ¿Quién era? Sin poder seguir soportando tal dolor de cabeza, me quede tumbada en el suelo, con los brazos tapándome la cara, esperando que pasase todo aquello.
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Liberación
FantasyKeyla y Melody, son dos hermanas que viven su vida con total normalidad pero que descubren un gran secreto ¿qué pasaría si realmente no fueses humana? todo cambiaría, ¿verdad? Una historia vista desde cuatro puntos diferentes. *Una mirada basta para...