Febrero

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5 de febrero de 2003.

Esta mañana, el jefe ha entrado por la puerta muy serio y con cara de malas pulgas, de nuevo. Esta vez he hecho de tripas corazón y me he atrevido a llevarle una taza de café bien cargado y caliente. Para mi sorpresa, me lo ha agradecido. ¡Incluso me ha preguntado mi nombre! Me ha dicho que está encantado de conocerme. Nada, mera formalidad. Con mis compañeros me llevo bien, al fin y al cabo todos tenemos el mismo objetivo. ¡Oh, no he dicho sus nombres! Somos cuatro en total: María, Ben, Jessica y yo. María y Jessica son de Madrid capital, Ben vino de Londres a España cuando era pequeño y yo soy de Alcalá. Todos nos hemos venido a trabajar a la capital con el objetivo de ser los mejores. Al terminar la jornada, cuando estoy recogiendo mis cosas, mi jefe ha salido de su despacho y me ha dicho que espera verme mañana. ¡No puede ser, no llevo ni un mes de trabajo! He salido con una sonrisa enorme en la cara a mi casa y he cenado como una reina.



21 de febrero de 2003.

Mi jefe me ha ascendido a secretaria. Ahora manejo todos sus papeles, además de los cafés, las llamadas y su agenda personal. De repente tengo más trabajo del que desearía y estoy desbordada. Marcos me ha pedido que le tutee, ya que vamos a vernos a menudo. He aceptado, qué otra cosa iba a hacer si no, y he estado todo el santo día haciendo mis nuevas tareas. Hoy ha sido un día ajetreado; he tenido que acompañarle a dos reuniones y preparar otra para finales de la semana que viene. Casi no tengo tiempo ni para plasmar el día en este papel.

El último día de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora