20 de enero de 2003.
Hoy tenía que ser un buen día sí o sí. He empezado a trabajar en la redacción de una de las revistas de moda más importantes del país. Solo soy becaria, ya sabes, llevar cafés y poco más, pero estoy realmente emocionada. Lo más difícil era entrar y eso ya lo tengo. El éxito está a la vuelta de la esquina.
A falta de cinco minutos para entrar a trabajar yo ya llevaba diez en la oficina. Causar una buena primera impresión es importantísimo cuando quieres mantener un trabajo. He llevado un conjunto sencillo: falda ajustada por encima de las rodillas de color gris oscuro, blusa blanca y unos tacones altos negros. No me ha dado tiempo de ponerme las lentillas así que he ido con las gafas, que además me dan un aire interesante (¡ja, ja!). Me he maquillado un poco, espero no haber resultado excesiva. El jefe de redacción, Marcos Gutiérrez, me ha sonreído a modo de saludo nada más entrar. Ha preguntado por los demás becarios pero solo estaba yo (¡punto para mí!). Sé cómo le gusta el café así que me he arriesgado a una regañina por no haber sido llamada y le he llevado una taza. A él le ha gustado el detalle, me ha dado las gracias y me ha despachado amablemente. Al salir he visto entrar a los otros becarios que empezaban a trabajar hoy también. He ganado puntos con el jefe y los he perdido con mis compañeros, pero chicos, nos jugamos el futuro. Todo vale.
31 de enero de 2003.
Casi dos semanas de trabajo y no he hecho otra cosa que no sea llevar cafés de aquí para allá. Al menos es más de lo que han hecho mis compañeros, no quisiera tener las tareas de criados que les mandan a ellos. ¿Desde cuándo tu jefe puede mandarte a la tintorería o a comprar caramelos? No me he podido acercar al jefe de redacción desde mi primer día, parece que hay algún que otro problema en la empresa y no me apetece ser la becaria con la que pague sus malas pulgas. El día no ha sido demasiado interesante, después del trabajo he vuelto a casa, he dado de comer a Lulu y estoy escribiendo pronto para poder acostarme temprano. Nada como un sueño reparador para afrontar bien un día de trabajo. No sabes lo desesperante que puede ser hacer café todo el día y preguntarte si tus jefes querrán verte trabajar alguna vez en la vida.
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El último día de mi vida
Short Story"Mi nombre es Andrea y la muerte me liberó de la vida que me hizo presa." Una chica joven y emprendedora que se encuentra con una vida que no esperaba. Esto es un mini-relato que escribí hace un tiempo. Tendrá doce capítulos cortos. El vocabulario s...