Alejandro tenía buen estado físico, apenas si tenía unas cuantas cicatrices en la piel, poco notorias. Era su memoria la única que aún sanaba lentamente.
Valentina lo veía casi a diario y conversaban mucho. Lo que más le pesaba a Alejandro era saber que la besó tantas veces, que le hizo el amor... y no poder recordar ni una sola caricia de aquello. Lo desgarraba desde el interior. Porque si bien, durante un mes que llevaba fuera de la clínica, había recordado unas cuantas cosas respecto a su amiga, Ricardo y los regalos destrozados, él seguía deseándola y queriéndola tanto o más que antes de proponerle ser su novia a sueldo.
― Mañana es Nochebuena —conversaban en una cafetería, mientras comían postres y bebidas calientes—. Mis padres quieren hacer una cena para todos, Lu, para ti, tu papá, su familia, y hasta pensaba que podríamos hacer una video-llamada con tus abuelos.
― ¿En serio?
― Sí. Ellos me lo comentaron. Saben que tú y yo hemos sido amigos por muchísimo tiempo y aprecian tus cuidados en mi recuperación. Además, hace unos días les hablé sobre Francisco, pero ellos ya lo sabían por boca de él mismo. Mis padres y los Roldán son amigos desde años y llevan negocios en conjunto también, así que no me sorprendió.
― De modo que estamos invitados.
― Sí, y me encantaría recogerte para la cena —le asió una mano por encima de la mesa.
― A mí también me gustaría eso, Ale —sonrió.
Y así fue. El joven parqueó su auto frente al edificio de Valentina, en donde tenía el nuevo apartamento. La avenida tenía casas y otros edificios departamentales más elegantes.
Ella salió metida en unos jeans color beige, zapatos de plataforma y una blusa roja, además de un pequeño bolso de mano. Sus cabellos estaban sueltos y llevaba poco maquillaje.
Para Alejandro estaba tan perfecta como siempre.
Él había optado por unos jeans oscuros y una camisa de lino gris, con el cuello abierto.
La joven lo saludó con un beso en la comisura de los labios, estremeciéndolo.
En todo el mes Luna había sido cuidadosa de no provocarlo, de darle espacio para que recordara, pero es que él nunca olvidó lo que sentía por ella, ¡si llevaba más de dos años amándola!, solo tenía en blanco esos espacios donde había vivido aquel amor junto a ella.
Esa noche, Valentina sintió la urgencia de besarle la boca, como en tantas otras ocasiones, pero se contentó con la cercanía. Tantas experiencias, recuerdos, sentimientos se alborotaban en su interior y sin poder compartirlos con el causante. Aquello le provocaba cierta tristeza.
Comentaron trivialidades en el camino hasta llegar a la mansión de los Guerrero, donde fueron recibidos con calidez. Ya los esperaban los Roldán también.
Al hacer la video-llamada, Luna se emocionó hasta las lágrimas por sus abuelos. En un momento, Alejandro le extendió una cajita de regalo a la joven, y en la pantalla sus familiares le dijeron que era de su parte. Valentina descubrió una blusa blanca que decía «Grandpa & Grandma's favorite» (La favorita de los abuelos), en letras cursivas y negras, con detalles en rojo.
Se emocionó con el gesto.
Extrañaba mucho a sus abuelos. Ya desde antes de fallecer sus padres se comunicaba con frecuencia con ellos, y la última vez que los vio en persona fue en el funeral. Con su recompuesta economía pensó en pagarles el viaje a su ciudad o si no ella iría a Canadá.
Los abuelos compartieron la cena con los Guerrero, los Roldán y su nieta a través de la pantalla. Fue todo muy ameno.
Lorena y Francisco sorprendieron a todos con regalos, incluso los abuelos de Valentina recibieron los suyos con anterioridad.
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Novia a sueldo
Romance⭐️Ganadora Premio Gemas Perdidas 2016⭐️ Más votada NOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Luna y Alejandro se habían vuelto inseparables desde que se conocieron, fortaleciendo su amistad a través de los años, sin embargo, para el joven ingeniero ella era m...