La cena de aniversario transcurrió con tranquilidad, excepto por el poco control que Luna tenía sobre la champaña. Entre una copa y otra se dio cuenta de lo popular y caballeroso que era Alejandro con las jóvenes mujeres que no paraban de acercársele.
― ¡Son coquetas contigo!
― ¿De qué hablas, Lu?
― Todas las mujeres solteras —bebió el último sorbo de la copa—. Si no saben que estás comprometido, no las puedo culpar, si lo saben, es porque son unas descaradas.
― ¿Estás celosa?
― Sí —y lo sorprendió con su sinceridad.
― De acuerdo. Ya tomaste suficiente —le quitó la copa, dejándola en una mesa—. Mañana tienes que trabajar y no puedes llegar con resaca después del permiso que pediste hoy.
― Es que me gusta la champaña.
― Así veo. Ven —la tomó de la mano—, nos despediremos.
― Pero no me quiero ir. Y tú no querrás decepcionar a las señoritas con tu ausencia.
― A mí me gustas tú, Luna.
― Ay, Ale —se acercó—, odio admitirlo, pero me gustan esas cosas lindas que dices —susurró.
― Estás ebria. Mis padres no pueden verte así. Después les explicaré. Mejor vámonos.
Una vez en el carro, la estudiante no paraba de suspirar.
― ¿Qué te pasa, Lu?
― Estaba pensando en... cosas.
― ¿Por qué no te recuestas y duermes? Te dejaré en tu cama y me iré.
― ¿Y si te quedas conmigo?
― ¿Cómo dices?
― Me gustaría que me hicieras el amor.
― Ya empezaste a desvariar.
― No. Estoy borracha no loca.
― ¿Y eso no va de la mano?
― ¡Ale! Solo quiero que alguien me toque, me bese, me...
― No lo digas, no lo digas... —susurró.
― Me penetre... Me agarre con fuerza y me haga el amor bien duro y salvaje hasta el amanecer. ¿Qué? No me mires así, tan espantado.
― Es que... —tragó grueso.
― Nada. Desinhibirse en la cama está bien, es lo que la mantiene a una siendo una dama fuera de ella.
― Nunca te había oído hablar así.
― Ah, pero si fuera un hombre diciendo estas cosas se llevaría aplausos —resopló—. Estúpida desigualdad de géneros.
― Creo que solo deberías dormir esta noche.
― Ale, no te rogaré. Si no eres tú, buscaré a alguien más.
― ¡Luna!
― Mañana seguiremos discutiendo nuestra relación si quieres, pero hoy hagamos una pausa.
A penas el auto se detuvo frente al edificio, Luna Valentina deslizó su ropa interior por sus piernas, y la lanzó al conductor. Salió muy campante hasta su apartamento.
― No cometas una locura, no lo hagas, contrólate —Ale se habló en voz alta—. Solo asegúrate de que llegue bien a su cama.
Acto seguido, la siguió y fue quien cerró la puerta de la morada.
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Novia a sueldo
Romantizm⭐️Ganadora Premio Gemas Perdidas 2016⭐️ Más votada NOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Luna y Alejandro se habían vuelto inseparables desde que se conocieron, fortaleciendo su amistad a través de los años, sin embargo, para el joven ingeniero ella era m...