Capitulo 9

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  • Dedicado a KaKo Vilches
                                    

La cena de aniversario transcurrió con tranquilidad, excepto por el poco control que Luna tenía sobre la champaña. Entre una copa y otra se dio cuenta de lo popular y caballeroso que era Alejandro con las jóvenes mujeres que no paraban de acercársele.

― ¡Son coquetas contigo!

― ¿De qué hablas, Lu?

― Todas las mujeres solteras —bebió el último sorbo de la copa—. Si no saben que estás comprometido, no las puedo culpar, si lo saben, es porque son unas descaradas.

― ¿Estás celosa?

― Sí —y lo sorprendió con su sinceridad.

― De acuerdo. Ya tomaste suficiente —le quitó la copa, dejándola en una mesa—. Mañana tienes que trabajar y no puedes llegar con resaca después del permiso que pediste hoy.

― Es que me gusta la champaña.

― Así veo. Ven —la tomó de la mano—, nos despediremos.

― Pero no me quiero ir. Y tú no querrás decepcionar a las señoritas con tu ausencia.

― A mí me gustas tú, Luna.

― Ay, Ale —se acercó—, odio admitirlo, pero me gustan esas cosas lindas que dices —susurró.

― Estás ebria. Mis padres no pueden verte así. Después les explicaré. Mejor vámonos.

Una vez en el carro, la estudiante no paraba de suspirar.

― ¿Qué te pasa, Lu?

― Estaba pensando en... cosas.

― ¿Por qué no te recuestas y duermes? Te dejaré en tu cama y me iré.

― ¿Y si te quedas conmigo?

― ¿Cómo dices?

― Me gustaría que me hicieras el amor.

― Ya empezaste a desvariar.

― No. Estoy borracha no loca.

― ¿Y eso no va de la mano?

― ¡Ale! Solo quiero que alguien me toque, me bese, me...

― No lo digas, no lo digas... —susurró.

― Me penetre... Me agarre con fuerza y me haga el amor bien duro y salvaje hasta el amanecer. ¿Qué? No me mires así, tan espantado.

― Es que... —tragó grueso.

― Nada. Desinhibirse en la cama está bien, es lo que la mantiene a una siendo una dama fuera de ella.

― Nunca te había oído hablar así.

― Ah, pero si fuera un hombre diciendo estas cosas se llevaría aplausos —resopló—. Estúpida desigualdad de géneros.

― Creo que solo deberías dormir esta noche.

― Ale, no te rogaré. Si no eres tú, buscaré a alguien más.

― ¡Luna!

― Mañana seguiremos discutiendo nuestra relación si quieres, pero hoy hagamos una pausa.

A penas el auto se detuvo frente al edificio, Luna Valentina deslizó su ropa interior por sus piernas, y la lanzó al conductor. Salió muy campante hasta su apartamento.

― No cometas una locura, no lo hagas, contrólate —Ale se habló en voz alta—. Solo asegúrate de que llegue bien a su cama.

Acto seguido, la siguió y fue quien cerró la puerta de la morada.

Novia a sueldoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora