― ¿Tu novia a sueldo? —dejó de deslizar su dedo por la pantalla de la tablet.
― Sí, Priscila, sí, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? —contestó Alejandro, ofuscado, detrás de su escritorio. Su oficina era amplia y estaba en un décimo piso, contaba con sala de estar, una barra para licores, ventanales del piso al techo, sin persianas, acondicionador de aire y una mesa grande con computadora.
― ¿La chiquilla que traía la correspondencia? —el joven suspiró exasperado—. Es que... sabía que te gustaba, pero llegar a esas instancias... No sé, Alejandro.
― Oye, me conoces desde el colegio, Priscila, eres mi colega ahora, apenas hice un comentario contigo, pero ya me estoy arrepintiendo.
― Oh por Dios, te enamoraste, ¿cierto? —tomó asiento en una de las dos sillas frente al escritorio de su jefe.
― No.
― Sí lo hiciste —sonrió la mujer de rubios y cortos cabellos, apenas rozaban sus hombros—. Y pretendes enamorarla de esta manera.
― No es así de fácil —se echó para atrás en su silla reclinable.
― Dímelo a mí —bufó.
― ¿A qué te refieres?
La joven sintió la invasión de los nervios.
― Solo digamos que sé lo difícil que es tratar que alguien cercano corresponda tus sentimientos —terminó alzando la ceja derecha.
― Priscila —apoyó los codos en la mesa—, no quiero quedarme de brazos cruzados, viendo cómo esa chiquilla, según dices, se vuelve indiferente ante lo que me ha provocado.
― ¿Qué pasaría si ella conoce a otro hombre en el camino y le despierta el amor?
― Se acaba el trato. No voy a retenerla si quiere estar con alguien más.
― ¿De verdad la dejarías ir?
― Solo digo que... antes de que cualquiera se meta me gustaría intentarlo. Después veremos el resto.
― ¿Qué le ves, Ale? No parece ser tu tipo.
― Lo es y mucho. Si he salido con chicas potentadas antes, Luna no les tiene que envidiar nada. Es amable, sencilla, trabajadora, un poco loca y arrebatada a ratos, pero me encanta de pies a cabeza. Además, no se trata de tener un tipo predeterminado. Hay personas que simplemente llegan a tu vida y resultan ideales con todo y defectos, por cierto, porque para eso está la pareja, para ayudarlo a ser mejor.
― ¿Qué clase de libro de autoayuda leíste? —rió.
― ¿Sigues burlándote?
― Nos vemos en la reunión, Ale —se levantó con la sonrisa en la cara y se fue, metida en su traje de falda y saco gris.
Su vida sentimental no había sido tan especial desde su gran ilusión del colegio, aquel primer amor, Diana. Y al crecer se acostumbró a tener enamoradas, a tratarlas bien, a compartir con ellas goces carnales, pero no había vuelto a amar tanto como lo hizo en su adolescencia. Hasta que llegó Luna Valentina a revolverle el corazón.
Se obsesionó tanto con la cita que apenas pudo poner atención en el trabajo. Deseaba estar con ella.
Luna, por su parte, tampoco podía alejar el pensamiento de lo mismo. «¿Qué tal si intenta besarme?, ¿qué debo hacer?, ¿y si decide cancelar todo porque sabe que no siento nada por él? Tal vez fue un error aceptar ser su novia», pensó mientras hacía sus tareas universitarias frente al computador, en un espacio adaptado cerca del balcón de su sala.
ESTÁS LEYENDO
Novia a sueldo
Romance⭐️Ganadora Premio Gemas Perdidas 2016⭐️ Más votada NOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Luna y Alejandro se habían vuelto inseparables desde que se conocieron, fortaleciendo su amistad a través de los años, sin embargo, para el joven ingeniero ella era m...