Capítulo 2

1K 53 9
                                    

Hipo POV.

Astrid y yo nos alejamos todo lo posible en un instante. No sabía cómo estaba ella, pero yo no podía estar más ruborizado. Escuchamos voces en el piso inferior, un portazo y los pasos de dos personas corriendo. Rápidamente abrieron la puerta de la habitación. Eran Mocoso y Patapez, aunque no pudieron hacer acto de presencia ni decir nada, puesto que Desdentao los aplastó para correr hasta mi cama y abalanzarse sobre mí, llenándome en un momento de sus babas.

—¡Desdentao! Tranquilo, chico, ¿qué te pasa? —cuestioné, o al menos lo intenté, entre lametón y lametón.

Al final, estoy seguro de que tenía hasta el cabello bañado en babas de dragón.

—Probablemente es culpa mía. Lo mandé a comer su ración de pescado fuera, con Tormenta, pese a que él no quería separarse ni un centímetro de ti—comentó Astrid, que comenzó a acariciar suavemente el lomo del dragón.

—Así que estabas preocupado, ¿eh, campeón? —pregunté, acariciándole a su vez bajo el mentón.

Hice el amago de levantarme y Desdentao retrocedió para dejarme mi espacio.

—Estoy bien campeón, ¿ves? Ya estoy mejor

Pero el "mejor" se me entrecortó por una molesta tos. Al momento, sentí dos leves presiones en el pecho que me obligaron a recostarme. Eran la nívea mano de Astrid y la musculosa pata de Desdentao.

—Hasta Desdentao sabe que no estás bien. No te hagas el fuerte—dijo Astrid entrecerrando los ojos, retándome a llevarle la contraria.

Justo en ese momento, Patapez y Mocosos recobraron el aliento y lograron enderezarse.

—Bueno, dejémonos de historias y centrémonos en lo realmente importante—comentó Mocoso, frotándose las manos, ganándose las miradas envenenadas de Astrid y Patapez.

—¿Qué ocurre para que hayáis venido todos?—indagué, tratando de reincorporarme nuevamente, esta vez recibiendo la ayuda de Astrid como apoyo.

—¿Conocéis una bandera roja, con una bestia y una planta? —interrogó Mocoso.

—¿Una bestia y una planta? —repitió Astrid, dudosa.

—Eso es lo que cree Patapez que es, pero nosotros somos más partícipes de una fiera bañada en sangre, devorando a un enemigo incauto —sugirió Chusco, sonriendo siniestramente a su hermana.

—Toma, es algo parecido a esto—dijo Patapez, tendiéndome un papel con un dibujo plasmado en él.

Patapez no era precisamente un dibujante nato, pero lo hacía lo suficientemente bien para que el resultado fuera claro y conciso.

—¡Oh, por Thor!—exclamé al comprender el dibujo, justo antes de romper a reír, sorprendiéndolos a todos.

—Oye, ya sé que no soy ningún portento dibujando, pero tampoco es para que te rías —recriminó, cruzándose de brazos.

—No, no, no es eso—conseguí decir entre risas—. Tenías razón. Se trata de una bestia y una flor. Más concretamente, un león y una rosa.

Pude ver como los gemelos refunfuñaban y le lanzaban algo plateado a Mocoso, pero lo guardó antes de que pudiera verlo con claridad.

—¿De dónde lo has sacado? —pregunté con curiosidad, ignorando el molesto dolor de mi garganta.

Aunque Astrid no lo hizo y me tendió una jarra con una infusión tibia, de plantas medicinales y miel, que estaba junto a mi cama. La miré agradecido.

Fly with meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora