Continuaré este capítulo de mi vida hablando de mi último amor.
Bueno, antes de que ella apareciese, traté de olvidar a Carlota de un millón de formas. Estuve con tres chicas más después de ella. Las besaba, las acariciaba, y, a una de ellas la convertí en mujer a mi lado. Pero nada daba resultado, al mirarlas sólo veía esa sonrisa... El color miel hipnótico de aquellos ojos...
Hasta que un día, cuando menos me lo esperaba, cuando decidí cerrarme a todo, por culpa de esa espina que aún me comía por dentro, de esas palabras, de aquel: "Es mejor que no seamos amigos"... La encontré. Vino a mí como un pajarillo herido. Buscando consuelo en un desconocido.
De camino a uno de mis ensayos, con la guitarra a cuestas, me topé con Gonzalo. Uno de los amigos de Carlota.
-Tío, ¿qué pasa contigo? Estás desaparecido -sonrió levantando el puño para que chocara.
De manera alegre, choqué los nudillos y bajé un poco la cabeza, inconscientemente.
-Pues nada, que últimamente estoy un poco hasta arriba. Ensayos, la universidad, buscar curro, conciertos... Ya sabes, lo normal -le comenté dejando la guitarra en el suelo, apoyándola en mi pierna izquierda-, ¿y tú qué haces aquí?
-Esperando a mi chica -se rió.
Sonreí con tristeza. Qué bien sonaba eso, coño. "Su chica". Seguramente estarían enamorados. Y les iría de puta madre, como nos podría haber ido a Carlota y a mí, si no fuera tan testaruda, si aceptara que conmigo está mejor que con el borrico de su novio.
-Así que tienes chica -le miré cómplice, dándole un codazo suave en el brazo.
Sonrió, avergonzado, y miró al suelo.
-Sí... Es preciosa tío. Te lo juro, lo más bonito que he visto en mi vida. Es tan alegre, tan activa. Y unos ojos, unos ojos verdes que me vuelven loco, que brillan de una forma que ni te imaginas. Es lista; muy tímida, eso sí.
Iba asintiendo a todo lo que me decía. Sería preciosa, pero nada podía compararse a Car. Nada, ni nadie.
Mirando por encima del hombro de Gonzalo vi aparecer a una chica. Tal vez de un metro sesenta. De pelo largo y oscuro; piel muy clara, translúcida, diría yo. Mantenía la cabeza gacha y juraría que llevaba cascos.
De pronto levantó la cara y nos miró. Mi corazón dio un vuelco. Los ojos verdes lucían a pesar de la distancia que había entre nosotros todavía.
Poco a poco se acercaba más. "¿Viene para acá?" Pensé. "¿Es ésa es la novia de Gonzalo?" No entendía muy bien porqué, pero estaba empezando a ponerme muy nervioso. Me revolví intranquilo en mi sitio.
-Oye tío ¿estás bien? Es que hace un rato que has dejado de escucharme -rió muy a su pesar. Y siguiendo mi mirada se giró, en busca de un posible fantasma que me hubiera paralizado. Al darse media vuelta sólo encontró a una chica bajita, morena.
-Pequeña -le dijo cuando ella estuvo lo suficientemente cerca para oírnos.
Se quitó los cascos y sonrió mirando al suelo. Luego lentamente fue levantando la cabeza. Ya estaba aquí, a menos de un metro. Se puso de puntillas y rozó los labios de Gonzalo de forma suave, se separó unos milímetros y susurró: "Hola" muy tímidamente.
-Avril, Sergio. Sergio, Avril -nos presentó mientras gesticulaba con las manos.
Ella se acercó un poco, volvió a ponerse de puntillas y me dio dos besos. Se colocó al lado de Gonza y le dio la mano, mirándole dese abajo como si lo idolatrara.
"Dios mío... qué me pasa... Qué le pasa a este pobre corazón..." Me decía una y otra vez. No podía apartar la vista de esa chica.
-Bueno yo... Yo llego tarde. Ya hablaremos Gonzalo. Encantado -le dije a ella sin apartar la vista.
ESTÁS LEYENDO
El culpable.
Short StoryJodido. Ése ha sido mi estado de ánimo casi desde que tenía ocho años. Tener ganas de desaparecer entre la multitud de gente, de querer camuflarme para que nadie notase mi presencia. Y seguí así tal vez hasta los doce, trece años. Sí, más o menos c...