Y tampoco olvidaré aquella vez que tuve la vida de un chaval en mis manos... Ése sí que fue, con total seguridad, el peor de todos los momentos que haya podido vivir. Sin embargo, prefiero omitirlo. Es algo de lo que no me siento para nada orgulloso.
Pasaré a otro plano de mi vida: mi familia. Un jodido y completo desastre. Mis padres están divorciados; sin embargo eso no es lo realmente malo, la putada es que cada vez que hablo con uno u otro, me preguntan qué dijo el otro sobre cualquier estupidez. Es decir, no se soportan, cuanto más lejos, mejor. A eso hemos de añadir que tengo una hermana pequeña, de seis años, y otro de cinco. Y a los dos los cuido yo. Siempre. Son lo único que me alegra la vida: mis hermanos.
La familia de mi padre es una panda de borricos, adictos a las drogas y el alcohol. El único que se salva es mi tío Jorge, que, dentro de lo que cabe, salió de una depresión de caballo y ahora trabaja y cuida de sus hijos.
Por parte de madre sólo tengo una tía. María. Casi nunca nos vemos, está demasiado ocupada viajando de aquí para allá. Es directora de una de las mayores empresas navales de Nueva York. Luego están mis cuatro abuelos. Uno de ellos depresivomaníaco. Otro con síndrome de Aspergern. Y mis abuelas, ambas cuerdas de momento.
Y por último estoy yo. Un chaval con ataques violentos. Pero no por ello mala persona. Siempre me he considerado muy sincero, y cariñoso si se me da la oportunidad. Siempre he sido avispado, y muy listo. Tal vez demasiado para esas mentes ingenuas y simples. ¿Uno de mis peores defectos? Soy muy, muy vengativo. En cuanto a lo físico. Mido uno ochenta y ocho, ni corpulento, ni flaco.Castaño, de ojos oscuros; labios y nariz finos.
Y me puedo declara un completo amante de la música.
Enamorado, enamorado... Creo que sólo lo he estado dos veces. La primera fue bastante horrible. Conocí a una chica, guapísima, con un cuerpo impresionante, unos ojos color miel... Dios, me perdía sólo con una mirada suya. Y qué sonrisa...
Además de lo físico, estaba esa contagiosa felicidad que irradiaba siempre, ese ansia por saber de todo y todos. Esa mente calculadora y fría, a la vez que pasional e infantil. Era perfecta. La adoraba. Después de todos los problemas que tuve en el instituto ella fue la que me sacó de todo aquello, la razón por la que me levantaba día a día, el porqué de mi buen estado de ánimo. Si ella estaba mal, automáticamente yo tenía que conseguir que sonriera. Si estaba bien, yo aplaudía de felicidad. Gracias a eso, conseguí relacionarme con mayor facilidad, comencé a salir con unos amigos suyos, y conocí a Luis, el que luego sería mi mejor amigo. Hasta ahí, la cosa no fue mal. El problema llegó cuando lo que sentía se echó a perder en el momento en que me dijo que había encontrado a una persona. Aún recuerdo esas largas charlas sobre sus problemas con él, y yo no paraba de pensar: "Jamás te haría eso; qué tío más imbécil; te está desperdiciando" Hasta que un día después de una fiesta en la que he de reconocer que bebí bastante, me acompañó a casa; y yo qué sé, debió ser el alcohol, y que ella estaba preciosa esa noche. Me lancé, sin aviso. Sin que se lo esperara. Después de haber vuelto a hablar sobre su estúpido novio, ése que ni siquiera la conocía la mitad que yo. No lo soporté más y en lugar de los dos besos convencionales, me lancé hacia adelante y le di un beso suave, dulce. Lo que jamás me esperé fue su reacción. Su contestación de fuego, su dolor, su deseo de tener amor por primera vez. Hundiéndome en un gemido desgarrador la levanté del suelo y ella, hábil, se enganchó rápidamente a mí. Agarrándome por el pelo, sin dejar de besarme. Con una mano, a tientas, cogí las llaves del bolsillo y abrí como pude la puerta, empujándola con el pie. Despacio, solté a Carlota en el sillón de la entrada. "Gracias a Dios que hoy mi padre se ha ido al bar..." Pensé. Y sin parar de mirarla la besé otra vez, y otra, y otra vez más. Y poco a poco fui descubriendo a una mujer que todavía me enamoraba más. Poco a poco, en todos los rincones de esa casa, fuimos descubriéndonos el uno al otro.
A la mañana siguiente, sin embargo, volvía a estar solo en mi cama. Sin esa maravillosa niña morena. Vi un papel encima de la mesa: "No sé qué me ha pasado esta noche, lo siento de veras... Yo quiero a Marcos. Hablaremos mañana. Y lo siento, mucho, de verdad..."
..."¿Lo siento...?" Pensé. Yo no lo sentía en absoluto, joder era lo mejor que me había pasado en mi vida. ¿Cómo podía ella arrepentirse de lo que se había convertido en la mejor noche de mi vida?
Al día siguiente llegué a clase y Carlota no me hablaba, ni siquiera me dirigía la mirada. Y así fue como pasé de creer que lo tenía todo a encontrarme otra vez sin nada, sin su sonrisa, sin su mirada...
Un día tratando de descubrir qué era lo que yo había hecho para que no pudiera ni mirarme, fui directamente hacia ella, buscando respuestas. Y lo único que saqué en limpio fue: "Es mejor que no seamos amigos, la relación que tú y yo tenemos es tan profunda que podría llegar a ser algo más, y no es eso lo que quiero... Quiero a Marcos, quiero que funcione. Perdóname"
Ése fue mi primer amor.
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El culpable.
Krótkie OpowiadaniaJodido. Ése ha sido mi estado de ánimo casi desde que tenía ocho años. Tener ganas de desaparecer entre la multitud de gente, de querer camuflarme para que nadie notase mi presencia. Y seguí así tal vez hasta los doce, trece años. Sí, más o menos c...