...
Dos semanas después. Ella.
Cansada subía la cuesta de vuelta a mi casa. Pensando en todo lo que teníamos que planear para cuando Sergio estuviera recuperado.
Aún no podía creerme la rapidez con la que había aceptado el hecho de que iba a ser padre, de que tomé una decisión sin tenerle en cuenta. Incluso se había puesto a pensar nombres... Eva, Luna, Irene. Se le veía ilusionado. Alegre... Feliz.
Sonreí en la oscuridad de la calle, era ya muy tarde. Tenía ganas de tumbarme y de descansar.
Al fin vi desde lejos la puerta y empecé a sacar las llaves. Metí la más redonda y pequeña en la cerradura, y giré una vez. Pero, antes de que pudiera empujar hacia adentro, una mano tiró de mí tapándome boca.
Intenté gritar, pero no se me oía.
Reconocía este olor.
"Gonzalo"
Miré a ambos lados y pude ver a dos personas: Se tapaban la cara con unas máscaras.
-O sea, que llevas a una criatura de ese hijo de puta dentro, ¿no? -me susurró Gonzalo al oído.
Sacó del bolsillo con la otra mano algo que no llegué a ver bien. Me lo colocó en la boca de un movimiento, ágil. Era un esparadrapo.
Hizo un gesto a sus dos amigos; uno de ellos sacó el móvil, y con un toque alertó a otro, que hizo su aparición girando la calle a toda prisa con un coche negro, un Clio.
Entre dos me cogieron y metieron en el coche.
Yo no paraba de llorar, intentando desesperadamente que mis chillidos alertaran a alguien, pero era inútil.
Tras lo que a mí me pareció un tiempo interminable, llegamos a un descampado, algún sitio bien alejado del pueblo.
Me sacaron de mala manera del Clio, y me acorralaron contra el capó.
-Tranquila. No va a durar mucho. Ya pude follar contigo lo que me dio la gana, antes de que apareciera ese hijo de su madre, así que nos saltaremos ese paso -me sonrió, estaba fuera de sí-. Pero no grites mucho, porque me agobia. ¿Hm? -preguntó cabeceando.
Se acercó lentamente. Con un dedo me recorrió la mandíbula desde la barbilla hasta la oreja, donde susurró:
-Es una lástima. Eras guapa.
Sentí un dolor muy profundo en el abdomen. Bajé la cabeza y comprobé que una lámina fina me había atravesado la piel, y también el músculo. Estaba sangrando. Sacó la navaja; y otra vez arremetió contra mi vientre. Así conté cuatro. Las lágrimas rodaban por mis mejillas. En mi cabeza pasaban como imágenes todos los mejores momentos de mi vida. Bajo una melodía suave. Stand by me. Elvis Presley.
-Bueno.Terminemos, que me quiero ir a casa -conseguí oír que decía uno de ellos.
-Tienes razón -contestó Gonzalo-. Piensa que hemos librado a una criatura inocente de tener que vivir en este mundo. Bueno, y a ti.
Esta vez el navajazo fue más arriba. En el pecho. Conté un último latido fuerte antes de desplomarme de rodillas ante todos ellos.
Mi momento final. Todos los coros, al unísono: "Stand by me" Tras una espectacular entrada de Elvis, que cierra con otro "Stand by me" Y por último el piano sube con arpegios hasta el final.
"Sergio. Te quiero" Fue mi último pensamiento.
Al mismo tiempo, en el hospital. Él.
Me desperté sobresaltado en la cama, sudando.. Había sido un sueño. ¿Por qué estaba tan nervioso, y tan alterado?
"Tranquilízate. Mañana la verás"
En la radio del hombre de al lado, la que se dejaba siempre encendida, sonaba una melodía tranquila. Escuché con atención hasta quedarme dormido.
"Ah... Elvis. Sí. Es Elvis."
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El culpable.
Proză scurtăJodido. Ése ha sido mi estado de ánimo casi desde que tenía ocho años. Tener ganas de desaparecer entre la multitud de gente, de querer camuflarme para que nadie notase mi presencia. Y seguí así tal vez hasta los doce, trece años. Sí, más o menos c...