Capítulo 6

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Algo desorientado, me desperté en una habitación muy luminosa, toda blanca; en una cama, ciertamente, algo incómoda, y con más de tres almohadas bajo mi cabeza. Me dolía mucho la mandíbula, no recuerdo cómo pude empezar a hablar, de tenerla tan hecha polvo como imaginaba. Pero Luis me había contestado a un par de preguntas así que, o no estaba muy mal, o me la había encajado él.

Estaba conectado a una máquina de suero, y los cables me molestaban en exceso. Abriendo un poco más los ojos miré en derredor, y descubrí a mi madre dormida de mala manera en uno de los molestos sillones que había en la sala; girando un poco más la cabeza también vi a mi mejor amigo apoyado contra la pared, con los ojos cerrados.

Abrí la boca, saboreando, alegrándome de que ya no fuera un sabor metálico y ácido. Todo estaba en su sitio. Levanté el brazo, pero esta vez fue un error. Inmediatamente un ligero pinchazo me recorrió por todo el músculo, haciendo pitar un cacharro de forma exagerada, y monótona.

Mi madre se sobresaltó y me miró, intentando situarse. Sonrió, y se le anegaron los ojos en lágrimas. Yo me asusté. ¿Cuán mal era mi estado, y cuánto tiempo llevaba dormido?

-Hijo... -susurró-. Se acercó y me llenó la cara de besos. A continuación se despertó Luis.

-Ay mamá, me estás agobiando -sonreí, tras una mueca de dolor por los tirones en los músculos.

Pude liberarme un poco, y mirar a mi mejor amigo. Estaba atónito. Se dejó caer al suelo, todavía apoyado en la pared. Suspiró, aliviado, ahora sí que estaba asustado.

Mi madre no paraba de hacerme caricias, y de sollozar sin parar de sonreír (qué irónico)

-Tu padre está con Raúl y Luna en la cafetería, acaban de llegar, se supone -me dijo mi madre.

-¿Qué hacen aquí? Son demasiado pequeños para estar rodeados de médicos. Tengo que ir a verlos -empecé a moverme tratando de levantarme, pero las piernas me dolían demasiado.

Luis rápidamente se acercó, y me impidió cualquier movimiento.

-Tienes que relajarte Sergio... En serio -me instó serio.

-Oye, ¿qué pasa? ¿Tan mal estoy?

Mi madre desvió la mirada. Luis, de hecho lo contrario, me atravesó con ella.

-¿Qué?

-Sergio llevas siete meses en coma.

Descompuse la cara. No podía ser cierto. Yo lo recordaba todo como si fuera ayer: Los golpes, las risas, el dolor... El corte de la cara. Instantáneamente me llevé la mano al carrillo derecho. Y ahí estaba, esa marca que me acompañaría toda la vida, etiquetándome en un grupo... Bajé la cabeza. Y dejé caer el brazo.

-Hijo... nos dijeron que tu estado era muy complicado, que seguramente no despertarías. Que la paliza había sido demasiado fuerte. Por lo visto, la rotura de la nariz no fue hacia un lado, debieron darte un puñetazo que te partiera el tabique, en cambio fue hacia arriba, provocando una lesión en el cerebro. Lo que aún no saben es, porqué no fue al momento, cómo aguantaste tanto... -rompió a llorar.

"Avril... Ella es la que me ha hecho aguantar tanto"

-Te operaron mientras dormías -continuó Luis-, a pesar del riesgo que suponía, no sólo por el hecho de ser una operación complicada de por sí, sino más bien porque si no despertabas no habría forma de saber si era por que la operación había ido mal, o por que estabas en coma. Pero era la única manera de tener al menos una esperanza. Además, no te han quedado lesiones graves en el cerebro, probablemente estés desorientado, quizá no recuerdes ciertas cosas... Pero no te ha quedado parálisis en ninguna parte del cuerpo.

Probé a mover todos los dedos, pies y manos. Giré los tobillos, moví las piernas y me toqué ambos brazos, "Toso está en su sitio."

Estaba acojonado. Acojonado de verdad, mi vida había dependido de un grupo de subnormales. Me empezó a subir el fuego por todo el cuerpo, me entraron ganas de gritar. Me las iban a pagar. No iba a salir vivo ninguno.

-¿Dónde esta Avril? -pregunté.

-Eh.. -Luis bajó la cabeza.

-¿Qué? -ninguno contestó-. ¡¿Qué coño pasa?! -me estaba poniendo muy nervioso.

-Es que... Bueno, es algo curioso, y ha sido difícil, Sergio. Vas a tener que llevar esto a tus espaldas, te guste o no. Ha sido su elección.

"Joder... joder, joder, joder. ¿Qué pasa? ¡¿Por qué nadie quiere contarme nada?!

-¿Qué ha hecho? -empezó a temblarme el labio inferior, como a un crío.

-Mejor dicho: "¿qué no habéis hecho?" -dijo mi madre.

Como si fuera telepático, Avril entró por la puerta.

Suspiré, totalmente aliviado, pensando que tal vez se le habría ocurrido hacer una locura al ver que no me despertaba.

Se le calló el vaso de agua que llevaba en las manos al suelo. Esparciendo numerosos cristalitos por todos los azulejos; haciéndolos nadar sobre el agua ahora derramada.

Sin perder tiempo corrió hacia la cama, y como pudo, me dio un abrazo al principio suave, luego algo más fuerte.

-Estás bien... -sollozó.

-Eeeeh, no me llores. ¿Cuántas veces te he dicho que soy de piedra? A mí no me pueden hacer daño -le sonreí. Y ella sonrió conmigo-. Me están asustando, dicen que has hecho una locura o algo así -ahora estaba mucho más tranquilo.

Sin embargo, ella cambió el gesto.

-No. Tú también no. Necesito que alguien me lo explique.

Me cogió la mano, y la metió por debajo de la camisa que llevaba. Me quedé perplejo. Unos segundos más tarde, comencé a razonar. El vientre más abombado, la piel excesivamente caliente. Una camisa ancha... Un golpecito.

No pude apartar la vista de su tripa.

-Estoy embarazada, Sergio.

El corazón me dio un vuelco. Era demasiado pronto, yo era muy joven, no tenía trabajo, y tenía pensadas tantas cosas.

Pero, el corazón me dio un vuelco por otra cosa. Ese pequeño ser, esa diminuta criatura. Era mía. Mía. ¿Qué digo? Nuestra. Iba a ser...

-¿Es niño o niña? -pregunté, dejando la frase en mi cabeza a medias.

Avril sonrió, satisfecha con su elección.

-Niña.

-Pero...¿cómo? Sólo lo hicimos una vez.

-Y sin precauciones -contestó mi madre.

Se notaba que a ella la idea no le había hecho demasiada ilusión. Aunque notaba ese brillo en su mirada, sí. Una nieta. Una nieta preciosa, seguramente con los ojos verdes.

El culpable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora