1. Pesadillas

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La habitación era negra y fría. Si no fuera por la luz de la luna que reflejaba en la ventana, los ojos de Dylan estarían sumergidos en lo más profundo de la oscuridad. Sentía como los vellos de su piel se erizaban, su pulso iba en aumento y su corazón palpitaba aún más fuerte. Sus manos estaban vacías y húmedas. Cada paso que daba en aquel lugar hacía que se sienta más insegura sin saber realmente el por qué. Podía escuchar el sonido de sus zapatos pisando el suelo con inseguridad, cuando pudo acercarse a aquella ventana pudo ver el lugar con mayor claridad. Estaba de vuelta en el mismo lugar, siempre estaba en el mismo maldito lugar.

Un ruido hizo que se sobresaltara y volteara, no había nadie más allí. Siguió caminando, quería llegar más cerca de la ventana para poder salir o incluso poder ver algo más pero cada vez parecía estar más lejos. Mientras caminaba con mayor seguridad sentía como el metal rosaba con metal en una larga línea de constante sonido que se escuchaba con mayor intensidad. Dejó de caminar y el sonido había cesado, miró la palma de su mano derecha y un revolver yacía entre sus dedos. ¿De dónde había salido si tenía las manos vacías? La tomó con firmeza mientras su cuerpo temblaba. Siguió caminando y descubrió que el ruido que había escuchado con anterioridad era el rosar del cañón en los tubos de metal que tenía a su lado. Estaba en aquella vieja fábrica de Oak Creek, reconocía aquel lugar como si hubiera ido allí por años y solo había pisado ese lugar una sola vez, una vez que bastó recordarlo para siempre.

Los pasos de otra persona la desconcertaron, miró a uno de sus lados y vio como otra persona caminaba a la par de ella del otro lado del tubo. Parecía que caminaba sin ser consiente del todo, solo podía ver sus ojos de perfil, fijos al frente y caminaba de una forma tan constante que a Dylan no le parecía ser real. Un fuerte escalofrío le recorrió el cuerpo. Tomó el arma con más fuerza y le quitó el seguro, la afirmó con la otra mano y siguió caminando a la par de la otra persona. Cuando el obstáculo se terminó entre ambos, el hombre la miró de frente y ella levantó el arma sin vacilar. El rostro de muchacho parecía hacer cambiado, era él, otra vez era él: Tucker.

Vio como las facciones de su viejo rival se retorcían, como su sonrisa se ensanchaba y sus ojos la miraban con desafío y rencor. No quería disparar, no quería hacerlo. Un grito resonó en su cabeza: su nombre. Un grito de ayuda, de auxilio, de desgarro. Sin ser completamente consciente de sus actos disparó el arma y al bajar sus manos con temor, vio como un hilo de sangre caía por la frente de la persona que ya no era el mismo hombre. La sangre seguía corriendo por su rostro hasta llegar al piercing que tenía en el labio, aquellos ojos del color del zafiro más deslumbrante se fueron apagando y el dolor y la culpa que Dylan sintió en el pecho parecían consumírsela por completo.

Dylan se despertó agitada.

Su pecho subía y bajaba de una manera abrupta. Estaba sudando de tal forma que el cabello se le pegaba a la nuca. Se tranquilizó al ver que estaba en su habitación, una que era la suya hacía apenas un mes. Llevó la mano a su pecho y sintió como su corazón latía deprisa pero fue normalizando sus latidos a medida que ella se iba tranquilizando.

Un muchacho de veintiséis años entró a la habitación algo sorprendido. Miró a Dylan que estaba con uno de sus brazos apoyados en el colchón y el otro en su pecho. Encontró la mirada del muchacho y percibió su mirada sobre toda su anatomía, ella no estaba bien.

—Dylan, acabas de gritar. —la voz gruesa de aquel joven hace que Dylan tome un gran suspiro.

Era la primera vez que gritaba en un sueño, siempre se había tragado las penas en silencio.

—No se lo menciones a nadie, ¿sí? —ella respondió pasándose la mano que tenía en el pecho para sacarse el mechón húmedo de cabello que le caía sobre los ojos— En especial a Evan y a Calum.

The rise of wolves [l.r.h.] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora