9. Primer entrenamiento

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Nuevamente un fuerte escalofrío le recorrió la piel e hizo que se despertara de golpe. Su corazón latía más rápido de lo usual pero al ver que su cuerpo estaba entre las sábanas pudo regularizar los latidos. Se quedó recostada de espaldas con los ojos bien abiertos mirando a la nada. Estaba cansada de no poder dormir, estaba cansada, cansada de no poder conciliar el sueño, cansada de tener que renunciar a todo lo que más amaba, renunciar a lo que la hacía feliz.

Se levantó de la cama. Ni siquiera quiso ver qué hora mostraba el reloj. Fue hacia la habitación de Ryder pero no estaba ahí. Al no escuchar ruidos en el interior de la casa fue directamente al garaje, sabía que iba a encontrarlo en ese lugar. Por la luz que se reflejaba en las ventanas, ya había amanecido pero si él estaba allí significaba que eran como las seis de la mañana.

Se acercó a la puerta y lo vio golpear el saco. Sus músculos estaban tensos y firmes, tenía el torso desnudo, era la primera vez que lo encontraba así. De esa forma le dejaba ver a Dylan su cuerpo con mínimo detalle, piel bronceada y lisa, en su cuerpo no había ni un solo tatuaje. Él no era de mostrarse, se vestía de una forma similar a la de la joven. La única que se exponía frente a ambos era Dylan, Ryder jamás se desvistió o cambió delante de ella.

—¿Pesadillas de nuevo, Rääk? —pregunta mientras seguía golpeando al saco.

—Siempre lo mismo. —menciona en el mismo lugar de antes.

—Deberías intentar algo nuevo. —dijo agitado todavía dándole la espalda— Para dejar de tener pesadillas me refiero.

—¿Cómo qué? —levantó los hombros— ¿Ir a un psicólogo?

—Puede ser. Te sirvió en rehabilitación, ¿no?

Dylan bufó.

—No voy a ir a un maldito psicólogo, Ryder. —largó en tono pesado.

El castaño bajó los brazos y se alejó de la bolsa.

—Entonces ve a cambiarte. —él se da la vuelta para mirarla.

—¿Para qué?

—Para entrenar, así que ponte algo cómodo.

Ryder se quitó las bandas que tenía enrolladas en las manos y la mirada que le transmitió a Dylan le hizo entender en que estaba hablando en serio. Se dirigió nuevamente a su habitación y se puso un corpiño deportivo y una musculosa gris. Se calzó unos pantalones de chándal y las únicas zapatillas deportivas que tenía. Salió nuevamente al encuentro con Ryder que seguía en el garaje y esta vez tenía puesta una musculosa negra pegada al cuerpo puesta.

—¿Lista? —pregunta y ella levanta los hombros.

—Supongo.

Ella sabía que no iba a poder volver a dormir. No le quedaba hacer otra cosa que despejar un poco la mente entrenando un poco. Después de todo, fue ella la que puso aquella condición y tenía muchas ganas de hacer algo más que no sea trabajo duro.

Primero se pusieron a calentar un poco haciendo elongaciones. Quería volver a sus viejas costumbres, hacía tiempo que no usaba sus manos de esa forma, hacía tiempo que no se metía en una pelea y, sobre todo, hacía tiempo que no golpeaba a alguien por verdaderos motivos.

—¿Qué tal está tu estado físico? —él pregunta mientras movía las piernas.

—Para la mierda. —respondió— Estuve fumando como una chimenea estos meses.

—Qué lástima. —exageró— Será mejor que agarres algún abrigo porque ahora vamos a salir a correr.

Dylan no puso objeción alguna. Salieron ambos al centro de la ciudad. Dylan no entendía por qué se dirigían allí si no era un buen lugar para hacer ejercicio. Ella parecía entender mucho menos cuando los dos terminaron en la parada de ómnibus de Madison. ¿Cuál era el punto de todo eso?

The rise of wolves [l.r.h.] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora