4. Angustia

447 38 11
                                    

Dylan leyó aquellos artículos uno por uno. Pensó que había olvidado el español pero le bastó con leer los títulos que comenzó a leer sin dificultad alguna. Todavía seguía en la casa de Evan, por más que los demás entraran y salieran de la habitación en la que ella estaba, la concentración en aquella pantalla era tanta que ni se daba cuenta de lo que hacían los demás y mucho menos cuanto tiempo había pasado ahí.

—Dylan, tenemos que hacer otra cosa y tenemos que irnos. —mencionó Ryder detrás de ella que desde que se instaló en aquel lugar no volvió a hablar ni salir de ahí.

—Un rato más, un rato menos. —mencionó todavía con los ojos en la pantalla— Si por lo que vinimos ya queda acordado, a los demás no les importará cuanto tiempo estuvimos.

Ryder tiró de la silla de ella y se puso frente a la computadora. Dylan le clavó una mirada asesina.

—¡¿Qué haces?! —dice parándose— ¡Quítate!

—Pareces una enferma ahí sentada. —argumentó con el ceño fruncido— Vinimos para otra cosa, Dylan, haz lo primero que tienes que hacer y llévate la tarea personal a casa.

Dylan lo enfrentó con la mirada, se había interrumpido en su camino y estaba hecha una furia, no solo por su actitud, sino también por todo lo que había leído.

—¿Qué diablos pasa contigo? —ella preguntó bajando un poco la voz.

—Podría hacerte la misma pregunta, Dylan. —él respondió— Ahora si tienes ganas de leer, pídele a tu amigo que te lo imprima y cuando estés sola te das el gusto. Ahora vinimos para otra cosa y hay que cumplirlo, eres una de las nuestras, ¿lo recuerdas? Ahora cumple con tu palabra y tus promesas.

Ryder tenía razón. Es por eso que cerró la boca y fue hasta Evan para decirle si podía imprimirle aquellos papeles. Él aceptó e hizo lo que le pidió mientras Dylan, Ryder y Calum hablaban de lo que tenían que hacer. El moreno les aconsejó hablar con Shaw que todavía no estaba en la ciudad. Habían renovado el trato y acordaron que días después, ella iba a pagarle para la mercancía nueva.

No estuvieron mucho más. Evan le dio unas cuantas hojas de papel y se despidieron, hizo lo mismo con Calum y partieron nuevamente hacia Madison. Ella no pudo esperar y comenzó a leer arriba del auto de Ryder. Necesitaba explicaciones, necesitaba encontrar la coherencia de aquel acto. Le parecía imposible que él no esté encerrado.

—Ya deja de leer eso en el coche que te va a hacer mal la vista y te vas a marear. —él mencionó cuando le echó una mirada a Dylan— En serio, cuando lleguemos vas a tener ganas de vomitar.

Dylan levantó la mirada y se apoyó contra el respaldar del asiento.

—Desde ya tengo ganas de vomitar. —dice tratando de tranquilizarse.

—¿Nerviosa, Rääk? —le pregunta al notar su comportamiento.

Hace tiempo que se comenzó a comportar de manera extraña pero verla así de golpe le dijo que algo andaba mal, muy mal.

—Enojada e indignada. —respondió. Él pensó que iba a insultarlo por la pregunta— Pero no te interesa porque son mis tareas personales.

—No te enojes conmigo si yo no te hice nada. —repuso tranquilo. Esta vez él era el que tenía las riendas de la conversación— ¿Tiene algo que ver con tu desaparición repentina de hace un mes?

Dylan lo miró y él sonrió de lado.

—No soy estúpido, Dylan. —mencionó— Vivimos en la misma casa, sé que no fuiste a averiguar nada.

—¿Debería felicitarte? —largó con sarcasmo.

—No, deberías decirme a dónde fuiste. —repuso.

The rise of wolves [l.r.h.] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora