5. Tacto

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Mazomanie, 22 de diciembre de 2009

La tormenta parecía ser cada vez más fuerte. La nieve caía sin parar, las calles no se podían transitar y el miedo de que el clima empeore se hacía presente en cada uno de los habitantes del pueblo como también los del resto de la zona. Los Rääk acababan de llegar a su casa, había sido uno de los momentos más aterrorizantes de sus vidas. Habían salido a cazar como todas las noches de los martes pero cuando la nieve comenzó a caer con más pesadez y los relámpagos se vieron entre los árboles, los tres se dijeron que era la hora de volver. Habían ido a pie y fueron más lejos de lo usual, volver a su casa se había convertido en un frío infierno. Los pies de Dylan se habían congelado, sus mejillas y su nariz estaban rojas al igual que las de su hermano y su papá. Comenzó a temblar de frío, Kyle la ayudó a continuar, no podían quedarse allí.

Hacía ocho meses que Pablo le enseñó por primera vez a Dylan a cómo disparar el rifle. Le había costado mucho al principio, era un arma pesada y grande mientras que ella era demasiado pequeña. De todas formas, ella no se daba por vencida y estuvo todos los días sosteniendo el arma y buscando la posición perfecta. Ella sabía que tenía que hacerlo, sabía que podía, ser una cazadora estaba en sus venas. Kyle decía que era demasiado persistente pero que definitivamente iba a conseguirlo. Ante el entusiasmo de Dylan, Pablo le enseñaba cada movimiento con cuidado y le hacía practicar todas las veces que ella estaba predispuesta. Tardó tres meses de largos entrenamientos hasta que Dylan pudo pulir su puntería para tener una mínimamente buena, había logrado atrapar algunas presas pero todavía fallaba unos cuantos tiros. Practicó todos los días para poder salir con su papá y llegar a hacer el tiro limpio que tanto deseaba hacer y lograr que su padre le compre su propia arma, quería unirse a ellos, la caza le apasionaba. La atracción que sentía con aquella arma era indescriptible, era muy extraño que una niña de doce años sienta tanta pasión por una actividad como esa.

Pasaron los meses y Dylan iba mejorando su puntería día tras día pero sabía que todavía no era suficiente. Las noches de los martes se escabullían por los bosques y disfrutaban del sonido de las hojas de los árboles danzar al compás del viento y caminar sobre la nieve y hojas secas que habías llegado con el otoño.

Esa noche no estaba pronosticada una tormenta y se llevaron la peor sorpresa en las afueras del pueblo. Apenas llegaron a su casa, Kyle vio los labios morados de su hermana y la piel blanca. Ambos se estaban muriendo de frío pero Dylan estaba entumecida. Pablo se alarmó al verla así y los tres se metieron al baño donde él abrió la ducha con el agua caliente para que comience a hacer vapor y condense el aire, necesitaban calor y nada era suficiente.

—Kyle, báñense los dos mientras enciendo la calefacción a todo lo que da, ¿sí?

Él asintió y su padre salió por la puerta. El vapor se había hecho en pocos segundos y ya sentía el calor, tuvo que apagarla porque sentía que no podía respirar, él se sentía mejor y Dylan había dejado de temblar tanto pero aún lo seguía haciendo. Encendió el agua nuevamente, esta vez tibia, un poco más cálida de lo usual y le puso el tapón a la bañera para que esta se llenara.

—Dylan, métete en la ducha, te hará bien. —él le indicó y ella asintió.

La ayudó a quitarse la ropa y una vez que quedó en ropa interior, Kyle le dio la espalda para que se desnudara dándole un poco de privacidad y se metió bajo la ducha sentándose en la bañera abrazando sus piernas con las manos.

—¿Estás mejor? —él le pregunto todavía de espaldas a ella.

—Sí. —alcanzó a decir sintiendo el calor volver a su cuerpo.

The rise of wolves [l.r.h.] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora