3. Shock

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Dylan y Ryder entraron a La Fonda como de costumbre, ya no tenía que preguntar más nada, los clientes ya ni se inmutaban en seguirlos con los ojos, ellos dos fueron a donde siempre a encontrarse con los demás. Dylan ya se estaba acostumbrando de nuevo al sentir el aire espeso, el olor fuerte que ingresaba a sus fosas nasales y a resistir el viejo impulso de probar un poco de su propia boca.

La primera vez que Dylan entró a ese lugar como líder, sin importarle lo que digan sus colegas aclaró unas cuantas cosas. No quería a cerebros quemados trabajando para ella, necesitaba gente inteligente y capaz, que se podían dar el lujo de drogarse pero en La Fonda no quería ver a nadie hablando como estúpido o a ninguno tirado en el piso rogando por ayuda. Muchos se quejaron y la miraron con bronca ese día pero sabían que no podían objetarse, PJ también tenía sus reglas, pero sabía que cuando la persona que ya no podía dar buenos servicios era eliminada de inmediato y jamás supieron de aquellos compañeros que no volvieron a ver jamás. Dylan les estaba dando una advertencia, ella no quería hacerse cargo de "los que no servían", todavía no quería tomar medidas drásticas y esperaba no tener que hacerlo nunca. Desde entonces, solo se sentía olor a marihuana, ya no había más jeringas por el piso y solo tenían acceso al laboratorio los que estaban autorizados.

Las reglas eran básicas pero claves. Ninguno de sus socios más cercanos opuso objeción e incluso ayudaron a que todos cumplieran. No cualquiera entraba a La Fonda y se quedaba allí para pasar el rato, solo los más influyentes y más viejos en el trabajo podían hacerlo y es por eso que todos ellos reconocían a Dylan, mejor dicho, conocían a Mara, la chica de Bronx, un miembro de importancia para los lobos. Ahora, la conocían como la asesina de Tucker, la chica que iba a dirigir su negocio y mantenerlo a flote, más que nada, hacerlo crecer.

—Los estábamos esperando, muchachos. —un chico alto y delgado vio a Dylan y Ryder llegar y abrió los brazos hacia ellos con un cigarrillo en los labios— Se tardaron un poco.

—Dylan tuvo problemas de mujeres, ya sabes, Tim. —respondió Ryder por ella— Ahora dinos en dónde está.

Mintió. Y su mentira fue patética pero Tim no la conocía lo suficiente como para dudar de ella, Ryder en algunos casos sí. Ella miró al chico de ojos verdes que medía un metro ochenta y siete y un flashback le vino a la cabeza. Todavía le costaba mirar a Timothy de la manera en la que miraba a los otros. Nunca antes había tenido problemas en asociarse con él pero desde que volvió a meterse en su antigua vida las cosas fueron diferentes.

Dylan recordó haberle dicho a Luke que lo único que él y Tim tenían en común era la altura pero no era así. Los ojos claros, la mirada penetrante, las piernas largas y una sonrisa encantadora que podría conseguir lo que sea. Le recordaba a Luke y no podía evitar sentir un nudo en el pecho al verlo. Sabía que él no tenía la culpa pero Ryder notó desde hace tiempo que a ella le costaba estar con Tim, mucho más a solas. Nunca le preguntó al respecto porque sabía que si empezaba con las preguntas sobre el pasado, ella iba a hacer lo mismo.

—Donde siempre, viejo. —responde Timothy— Está apurado, quiere llevarse a Mara de aquí.

Ryder miró a Tim confundido y después llevó sus ojos hacia los de Dylan que también parecía perdida. Ambos caminaron hacia la oficina en la que se solían hacer reuniones y cuando abrieron la puerta, un chico de cabello negro estaba ahí parado esperando impaciente a que ella llegara. Cuando escuchó el sonido de la puerta abrirse, sus ojos oscuros conectaron con los grises de ella y supo que había algo que no andaba bien.

—Dylan. —dijo el moreno al verla entrar. Ella siguió avanzando hasta poder abrazarlo.

Hacía mucho tiempo que no la veía, estaba muy ocupada aprendiendo a manejar el nuevo negocio, lidiar con su nueva gente y también comenzar a manejarlo para saber de los demás.

The rise of wolves [l.r.h.] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora