III

3 0 0
                                    


La Madriguera, como descubrí después de un viaje no muy cómodo a oscuras, sin poder ver por dónde iba, con un tobillo ardiendo, mareada, y con Basile gritando por detrás que me diese prisa, era una gran choza de madera, con techo cónico de paja y grandes ventanales cubiertos con maderas apuntaladas en forma de equis. La puerta (o lo que se suponía que era la puerta) era un simple agujero con forma de rectángulo en la pared contraria al camino de tierra por el que se accedía.

Efectivamente, justo como Basile había previsto, toda su cuadrilla de pequeños guerrilleros estaban dentro de La Madriguera. La mayoría estaban sentados en el suelo o en cajas puestas del revés en forma de pequeños taburetes, pero otros estaban de pie. Siento que alguien falta, pero no digo nada.

Los chicos saludan a Basile al entrar con un simple hey o un movimiento de cabeza arriba y abajo, muy rápido, y siguen con lo que estaban haciendo. Pero en cuanto entro por la puerta, levantan sus grandes cabezas de alcornoque y se ponen a gritar como autenticos dementes.

-¿Por qué la has traido?

-¡Es muy peligroso!

-¡¿Pero Basile, que coño te has tomado para decidir traerla hasta aquí?!

Demasiadas frases gritadas a todo volumen como para ponerlas todas. En fin, creo que ya te puedes hacer una idea.

-Silencio, por favor. Os lo explicare si os callais... -.pide Basile-. ¡He dicho que silencio!

Después de unos cuantos intentos mas, Basile consigue hacerse oir por encima de los murmullos de desagrado. Mientras todo esto sucede, yo decido fijarme en los muchachitos que tengo a mi alrededor.

Bastantes están de pie, con los ceños fruncidos. Otros me señalan y gritan. Y luego esta el pequeño Ethan. Me doy cuenta de que es el más bajo de todo el grupo, pero aun asi se nota que le respetan. Tiene cierto parecido a Basile. << hermanos>> pienso. Tiene su misma sonrisa torcida, y los ojos castaños, pero los de el no son distintos. Hay un par o dos que están callados también, pero no han levantado la vista. O les da igual lo que sea que esta sucediendo a su alrededor, o ya lo daban por previsible. El asiático de antes, el prepotente, es de esos que esta sentado sin mirar arriba. <<si cariño, yo también siento cierta adversión hacia ti>> le intento decir con el pensamiento.

Entonces me doy cuenta de que todos se han quedado callados, mirándome.

-¿Qué?

-Que si es cierto lo que les acabo de decir – responde Basile. Me empiezo a plantear si este chico tiene algún tipo de deficiencia mental. Si le acabo de preguntar que no se que ha dicho, como se cree que he estado escuchando todo lo que ha dicho anteriormente? Vale, a lo mejor estoy un poco alterada con todos estos pares de ojos que me miran fijamente. Ojos desconocidos, que también se sienten alterados porque otros dos ojos desconocidos, se han adentrado en su guarida secreta, a la que tienen el paso restringido. Respiro hondo antes de responder.

-si, pues claro que es verdad. Es justo lo que ha pasado -. En realidad no tengo ni puñetera idea de que estoy hablando, pero decido afirmarlo todo. No creo que les haya contado una historia que sea mentira a todos sus pequeños compinches. Y tampoco creo que quiera quedar mal delante de ellos. Si le ha contado una historia que no es cierta, no querrá que se la desmiente, ¿no?

-Muy bien, muy bien. Perfecto ¿no, chicos? A Basile se le ha ocurrido traer aquí a una chica, oh, por favor, a nada mas ni nada menos que una chica, solo porque tiene cierto carácter, y porque se ha hecho una heridita de nada en la cabeza. El general Basile, el héroe de todo el mundo, el que se cree que debe ayudar a todo el puto mundo. Venga, tio. Madura un poco, chaval. ¿Y si es la hija del oficial Gómez? No quiero volver a pasar en el calabozo una puta noche más.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 29, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Autobiografía de una ladronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora