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El verano ya había comenzado oficialmente. Eran las doce de la noche, los gemelos Pines ya habían empacado y estaban descansando para dentro de algunas horas levantarse para asistir a clases y por la noche ir a Gravity Falls.

Mabel estaba ansiosa, Dipper estaba nervioso.

Ambos estaban felices de volver.

Bill los esperaba con ansias, tantas que casi no podía dormir.

Al día siguiente, por la tarde:

– ¡Vacaciones!

– ¡Verano!

Bill miraba a sus compañeros con una profunda indiferencia. Le parecía rididiculo tanto escándalo pero él también estaba feliz, aunque no por las mismas razones que esos idiotas hormonados -como si él no lo fuera- y esa razon era que al fin veria a su novio.

Aún le sonaba extraño, todo había sido tan repentino que daba miedo pero tendrían tiempo para hacer crecer su relación.

- ¡Ey, Bill!

El rubio levantó la vista de su cuaderno, el cual ya estaba cerrado y listo para guardarse en su mochila, para mirar al chico enfrente de él: era castaño con algunas mechas verdes, ojos celestes y era un torpe aún peor que Mabel -a opinión de Bill, claro- pero no era un mal tipo y el ex demonio había aprendido a soportarlo.

– ¿Qué, Jace?

– ¿Qué harás después de clases?

– ¿Te importa?

– Deja de hacerte el cool y dime, anda.

Y por eso el chico le caía bien, gran parte del curso le huía o lo ignoraba olímpicamente por su mala actitud, Jace no.

–Dormir y supongo que limpiar un poco ¿para que te interesa?

– Curiosidad, sólo eso...– Jace se acomodó bien su mochila, sonriendole a Bill- ¿y tu Pino?

- Viene mañana.

Jace fue uno de los enterados de la nueva relación de Bill y Dipper, pero para no hacer mucho escandolo no solía decir "novio" sino que se refería a Dipper como "el Pino de Bill" -que suena horrible, pero bueno-.

Además, le causaba ternura todo eso.

– ¿Te acompaño?

– N-o es igual a...- le hizo un gesto, mientras terminaba de guardar sus cosas, para que el castaño siguiera la frase.

–No.

– Muy bien, luego te doy una galleta.

Jace le sacó la lengua y comenzó a caminar a la salida a la par de Bill. El castaño sonrió al verlo, él presentía que el rubio era diferente y eso le fascinaba bastante. Ser su amigo ya era un plus.


Stan estaba limpiando todo para la llegada de sus sobrinos, Ford estaba preparando algunas cosas para mostrarle a Dipper cuando llegara.

Así había sido toda esa semana para ellos, por lo cual ambos estaban con algo de ganas de cariño del otro -si es que entienden, yo se que si- pero les daba algo de cosa interrumpir lo que el otro hacia por eso.

Meras idioteces, pero ninguno de los dos se daba cuenta.

– Hey, Stan...- el nombrado volteo al escuchar la voz de su gemelo llamarlo– ¿terminaste?

– No pero me falta poco para acabar.

– Am...– eso había sonado horrible, aunque a Ford no le importó demasiado gracias a la vergüenza que sentía- ¿puedes dejarle lo que te quede por hacer a Soos?

– Si, supongo que si ¿por qué?

– Yo quiero...– le costaba horrores decirlo, a pesar de estar solos– antes de que lleguen los niños y eso je.

Stan lo miró sin entender nada de nada. Fue la mirada algo avergonzada, molesta y cargada de deseo que le dio a entender lo que Ford quería decir.

– Ok... – dejo lo que estaba haciendo y fue con su hermano, tomándole la mano para irse a su habitación.

En eso entra Bill a la casa, para suerte de su persona no llegó a verlos besarse en el pasillo pero si escucho el portazo y algunos gemidos.

– Malditos cachondos.

Pero de golpe un pensamiento lo freno en su camino a la escalera: Dipper sonrojado, jadeando, gimiendo su nombre y todo eso debajo suyo. Sonrió sin pensarlo.

– Malditas hormonas.

Paso sus dedos por el cierre de los pantalones, sintiendo su miembro algo duro. Comenzó a subir las escaleras mientras murmuraba:

– Maldito Pino.

Y si, Bill se calentó sólo con imaginarse eso. Por otro lado Dipper sentía su oreja arder, Mabel no paraba de decirle que debia ser porque alguien estaba hablando o pensando en él y a este paso por lo que le dolía debían estar pisoteando su nombre sin piedad.

Si tan solo supiera, si tan solo... Pero no.


Se había vestido lo mejor que había podido, intentando no levantar sospechas de su, momentáneo, interés por lucir bien. Mabel lo notó y quizo decirle que no sabía de qué se preocupaba si Bill ya lo había visto ojeroso y hasta había usado su cuerpo como marioneta viviente -lo que llevaba a pensar que el dorito parlante ya conocía su cuerpo, favor de insertar mirada pervertida por favor-.

– Hermano, ya casi llegamos.

– ¿Ya? –de más está decir que Dipper se había dormido después de un rato de hablar con Bill– Que rápido.

– Será porque te dormiste, torpe.

– Yo no soy torpe, torpe.

Y dieron comienzo a una "pelea", entre medio de las risas Mabel abrió la ventana para ver hacia fuera y sonrió al ver el cartel que daba la bienvenida al pueblo.

– ¿Listo para ver a tu novio? ¿Eh?– Mabel lo golpeó en su costado amistosamente, a Dipper le dolió pero prefirió no decir nada.

– Si, supongo... No lo sé.

Estaba nervioso, muy nervioso.

Era la primera vez que estaba en una relación, jamás se imagino que sería de ese modo pero no le disgustaba tampoco.

El micro frenó, el conductor anuncio que ya habían llegado y ambos gemelos emprendieron el camino para bajar. Mabel lo hizo enérgica como siempre y Dipper lo hizo algo dudoso.

Ambos bajaron del autobús.

"Bienvenidos... Otra vez"

Dipper y Mabel sonrieron ante el cartel y cuando la gemela bajo sintió una ausencia a su lado: su gemelo estaba parado en el último escalón, mirando fijamente a Bill y este le devolvía la sonrisa mientras se acercaba para extenderle la mano.

– Bienvenido, mi pino.

Dipper apoyo la palma de su mano sobre la de Bill, él cual término de entrelazarlas con delicadeza provocando un ligero sonrojo en el más pequeño de los dos.

– Beso, beso, beso– la profunda voz de Grenda haciendo coro, que enseguida fue acompañada por Candy y Mabel, logro sacarlos de su ensoñación.

– Hola– saludo el chico de cabellos castaños al fin bajando del autobús.

– Los extrañamos mucho, chicos.

– Y nosotros a ustedes, Tío Stan.

Bill y Dipper seguían agarrados de las manos, ninguno dispuesto a soltar al otro. Se miraron y sonrieron un poco incómodos. El rubio beso la mejilla del castaño feliz.

– ¡Kya!

– ¡Mabel!

En definitiva, pensó Bill y Mabel congenió sin saberlo, ese sería un verano muy divertido. Y algo le decía a la castaña que ese verano si conocería al amor de su vida, claro que si.

¿Pain?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora