-¿Por qué juega con las personas de esa manera...?-murmuraba cabizbaja.-No lo entiendo...
De pronto alguien me cogió de la mano.
-Tus padres están preocupados por tí. Vamos.
Al levantar la cabeza observé a Haruma. Tenía la respiración entrecortada y parecía haberse pateado medio Tokio. Le aparté de un manotazo.
-¡¿Qué es esa chica para tí, Miura?!
-Solo un pasatiempo.-respondió sin remordimientos, con la respiración todavía agitada.
-Entonces...¿toda la gente para tí es solo un pasatiempo?-pregunté incrédula-¡¿Y la gente que se preocupa por tí, que?!
-Oye...
-¡Quiero saber que puede haberte pasado para que seas de esta manera!
-Pero escucha...
-Finges tener corazón cuando no es así. No sé cómo no he caído antes. Eres un...
En ese instante me agarró por lo hombros, quedando cara a cara.
-Escúchame. Para mi las chicas antes eran un entretenimiento. Pasaba la noche con ellas y luego no existían para mí.-me contó-Aquella chica que viste, el otro día iba buscándome y por desgracia me encontró. La rechacé ya que me dí cuenta de que hay algo en lo que puedo creer totalmente. Tú.
Hizo una pausa seguida de un suspiro.
-Hacía mucho tiempo que no sentía tanta felicidad, preocupación y frustración por ninguna persona.-confesó-Tú me has mostrado de nuevo esos sentimientos.
Realmente aquella confesión me pilló por sorpresa.
-¿Y cómo sé que puedo confiar en tí después de todo?-Desconfié, pensando en que me podía estar mintiendo.
-Puedes estar segura de que te estoy diciendo la verdad, créeme.-Imploró, cogiéndome de las manos.
-Está bien...-cedí-Pero debes prometerme algo.
-Dime. Lo que sea.
-Siempre que estés solo, no te lo guardes para tí.
Miura se quedó mirándome por unos instantes hasta que finalmente asintió.
Caminamos tranquilamente hasta la puerta de mi apartamento, en la cual nos separamos.
-Esto...-murmuró Miura.-¿Te apetece ir mañana a pasar el día fuera?-preguntó con timidez, medio tapándose los ojos con la mano.
Esbocé una pequeña sonrisa al ver la timidez que desprendía en aquel momento.
-Claro, ¿por qué no?-Sonreí.
Tras fijar nuestro posterior encuentro, entré en casa, con una mezcla de sentimientos indefinidos.
-Hija, ese tal Miura ha venido preguntando por tí.-me informó mi padre.
-Lo sé.-respondí-Me he encontrado con él en el parque y hemos venido juntos.
-¿Y esa cara de alelada que llevas?-preguntó mi hermano, con ánimos de chafar mi alegría.
-Arg, cállate...-respondí mosqueada.
Esa palabra se la había dicho tanto a lo largo de los años que ya no tenía mucho sentido en mis oídos.
Tras cenar con mi familia, alguna que otra bronca a mi hermano y a mi por parte de mi padre y charlar con mi madre, fui directa a mi habitación para terminar trabajos de la universidad a tiempo.
Conforme se fue haciendo tarde me pesaban más los párpados, y no lograba concentrarme en mi trabajo, por lo que decidí irme a dormir.
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Una Vida Cambiante
RomanceUna chica española en Tokio se puede encontrar con cosas sorprendentes, y más si su vecino es un tanto enigmático.