No paraba de nevar en la céntrica ciudad de Tokio ese mes de diciembre. Desde que me mudé allí, todavía no me acostumbraba a ciertas cosas, como a las continuas reverencias, el clima y demás factores.
Entré a una cafetería cercana, con la esperanza de coger algo de calor, al mismo tiempo que pensaba en mi comanda. Nada más recibirla, me senté cerca de la ventana, para ver a la gente pasar.
Empezaba a echar de menos mi país y a mi familia, sobre todo en aquellas fechas tan señaladas. Cuando vivía con ellos, no era de pensar en esas cosas, pero un año lejos de mis padres y hermanos marca la diferencia.
Coloqué el portátil sobre la mesa, con la intención de proseguir un trabajo que tenía a medias, cuando noté que alguien me llamaba al móvil.
-968...-murmuré pensativa- ¡España!-me sobresalté, al ver que era una llamada de mi familia.-¿Sí?-contesté.
-¡Paloma, hija!-Saludó mi madre.
-Hola mamá-contesté sonriendo para mis adentros.
-¿Qué tal por ahí?
-Bastante bien...
-¿Y ese tono?
-Bueno... se acercan las fiestas... yo en Japón y vosotros en España...-resumí con poca gana.
-Eso es normal, hija mía.-Contestó- Solo hace un año que te has ido.
-Ya...
-De todas formas-prosiguió-ven a pasar las vacaciones a casa. Tu familia se alegrará de verte.
Nada más pensar en mis tios y demas, se me pasaron las ganas de volver.
-Bueno... seguramente eso haré.
-Muy bien, y ahora voy a colgar, que esto no es gratis, precisamente.
-Está bien. Da recuerdos a los demás.
-Claro, cariño. Cuídate.
-Lo haré, adiós...
Después de colgar, solté un leve suspiro. No supe decir si aquella llamada me había alegrado o me había hundido aún más.
Conforme seguía con mi trabajo, noté a mis espaldas a un grupo de chicos que no me quitaron el ojo desde la llamada de mi madre. No le di importancia y continué con mi labor, pero aquello me llegó a molestar cuando algunas frases llegaron a mis oídos.
-...Tiene toda la pinta...
-...Eso está claro. Me pregunto que hace en Japón...
-¿Tenéis algún problema conmigo?-me giré hacia ellos, mosqueada. Aquellos chicos se limitaron a callarse y negar con la cabeza.
Cerré el portátil con algo de mala gana y salí de allí con paso firme. Al doblar la esquina, oí los pasos de aquellos chicos detrás de mí y me apresuré en llegar a casa.
Abrí la puerta del apartamento rápidamente y así la cerré.
-Alguna gente está loca...-musité mientras me quitaba los zapatos. Al entrar al salón, observé como mi gata se dirigía perezosamente hacia mí.
-Hola Kira-dije dulcemente mientras le acariciaba. Esta ronroneaba feliz.-Venga, vamos a comer.
Últimamente no tenía demasiado, así que me conformaba con un pequeño bol de ramen. Solo podía dar vueltas a la propuesta de mi madre. "Ven a pasar las vacaciones a casa. Tu familia se alegrará de verte..." Una propuesta muy tentadora, pero a la vez me aterrorizaba. Nada más terminar me entraron ganas de tomar algo dulce, cosa que escaseaba en mi nevera.
-Mierda...-refunfuñé-Toca salir de nuevo...
Cogí la chaqueta del sofá, me colgué el bolso y salí. Caminé unas cuantas manzanas hasta llegar a la pastelería más cercana. Todo tenía demasiada buena pinta, pero mi presupuesto era muy limitado.
Cuando al fin compré algún que otro dulce y llegué a casa, me di cuenta de que me dejé las llaves dentro.
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Una Vida Cambiante
Roman d'amourUna chica española en Tokio se puede encontrar con cosas sorprendentes, y más si su vecino es un tanto enigmático.