Llegamos a palacio muy pronto por la mañana y apenas me da tiempo a meterme en la cama antes de que Klar entre en mi habitación sobresaltándome. Entra con un carrito de metal lleno con té, pan, y cualquier otra cosa que pudiera desear para el desayuno. Siempre como la obediente sirviente, mantiene su boca cerrada con fuerza, pero sus ojos me gritan. Se queda mirando mi mano, las chispas ahora familiares están ahí, bailando entre mis dedos.Las aparto de ella con una sacudida, haciendo que varias venas de luz se desvanezcan en mi piel.
-¡Lo siento!-exclamo.Aun así, no habla.-Klar...
Pero ella se ocupa de la comida. Entonces, al servirme el té, su manga se levanta dejando a la vista el símbolo de Luna. Nos miramos, teniendo casi una conversación mental. Se marcha silenciosamente.
-Espera...
-Mi Lady.-hace una suave reverencia y corta abruptamente nuestra casi conversación.
La taza está fría en mi mano. Extrañamente fría.
Bajo la mirada solo para descubrir que lo que tiene dentro es agua. En la parte inferior un papel libera tinta. Esta se arremolina mientras leo el mensaje, el agua absorbiéndola, borrando cualquier rastro, hasta que solo queda un liquido gris y turbio junto con una papel blanco y arrugado. Sin evidencia de mi primer acto rebelión.
El mensaje es facil de recordar. Solo una palabra. Medianoche.
En mi horario de hoy, entrenamiento está primero en la lista, asi que voy acompañada de Lucas ami clase con Mai. Pero cuando le pregunto el porqué del adelantamiento me mira divertido.
-¿Es que no lo sabes? Mai ha dicho que tu entrenamiento con ella está más que superado-sacude la cabeza.-Te han puesto en el entrenamiento común. Ya estás al nivel del resto.-se ríe.-Prepárate. Los instructores son famosos por hacer romperse hasta a los soldados más fuertes. No llevarán bien tu insolencia.
-Yo no tomo bien tu insolencia.-replico dándome aires que no tengo.-¿Los sirvientes también tenéis entrenamiento?
Su risa aumenta, aunque no entiendo por qué.
-No tienen, pero es que yo normalmente no soy sirviente. Soy de la familia Zelle. Nos ocupamos de las cárceles. Nuestro don es poder paralizar a las cosas. Es un don débil, la única casa por debajo muestra es la Meerestier.
Me quedo con la boca abierta, y la cara me arde de vergüenza. Ahora que lo dice caigo en la ropa y el broche de su hombro. Y se supone que soy yo la que toma clases de protocolo.
-¿Y cómo fue tu entrenamiento?-digo para intentar arreglarlo.
-Bueno, yo a los nueve me tuve que ir al ejercito así que no fue un verdadero entrenamiento.
-¿A los nueve años?-me quedo asombrada. Con poderes o no eso es imposible.
-Sí, usted debe saber lo que digo Lady Loyal, nació en el frente-su voz tiene un rastro de burla, aunque no estoy segura.-Además ese es el mejor lugar de entrenamiento.-por primera vez, la sonrisa de Lucas desaparece por completo.-Eso te agota, nadie está hecho para estar en la guerra demasiado tiempo.
-¿Y que pasa con los normales?-me oigo preguntar. Kiliorn, Maven, papá, y otos mil de nosotros.-¿Acaso ellos soportan la guerra mejor que nosotros?
-Esa es la forma en la que funciona el mundo. Los normales sirven, los normales trabajan, los normales luchan. Eso es en lo son buenos. Es lo que están destinados a hacer.-me muerdo la lengua para no gritarle.-No todos son especiales.
La ira hierve dentro de mí, las chispas comienzan a aparecer en mis mano, pero no digo ni una palabra contra él. Perder los estribos, incluso con él, no será recompensado con una sonrisa.
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La princesa del rayo
Teen FictionTras robar a alguien demasiado importante, Horizont, de 17 años, se ve obligada a vivir bajo la tutela de una reina injusta y cruel. En una tierra en la que el hambre y a pobreza azotan al pueblo mientras las doce casas de nobles van de lujo en lujo...