13. Una huida, una carta de ayuda y la ciudad gris.

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No hay horario preparado para hoy. Asique puedo hacer lo que quiera. Dejo que mis pies me lleven a donde quieran. No tardo mucho en encontrarme frente a la vieja aula de Jun. Las pilas de libros, la mesa de trabajo, incluso los mapas se han ido. Ahora la habitación ya no sirve, asi que a sido vaciada. Ahora parece más grande, pero yo la siento más pequeña. Una vez albergó mundos enteros, pero ahora solo tiene polvo y papeles arrugdos. Mis ojos se deleitan en la pared donde solía estar el gran mapa. Antes no sabía leerlo,ahora lo recuerdo como un viejo amigo. En el suelo, justo delante de la pared veo una carta.

Me acerco y la recogo. El sobre es color negro con pequeños simbolos de estrellas con ribetes blancos en las esquinas. Está lacrado con un sello, color negro y blanco. El sombolo de una luna decreciente y la estrella delatan a la casa de su escritor. Dentro, una hoja de color amarillento escrita con una bonita caligrafía parecida a la de la reina. Sus palabras me conmueven. Oh, Jun.

Cuando lleguemos a palacio, ya no te daré más clases. No tendrás que soportar protocolo. Yo estaré ocupado con la rebelión y la legión sombra, y tú tendrás tus cosa de princesa.

Anoche Leander y su madre aparecieron en la puerta de mi cuarto a las tantas de la madrugada. No sé dónde diablos se habían metido, pero me dijeron que te debían un favor, uno de los gordos. Por mucho que les pregunté, no me quisieron decir que era. Aún así, acepté con mucho gusto cuando me ayudaron con una investigación que tenía ente manos.

Me interesé mucho en saber si habría más gente como tú. Investigué los archivos, en los que se guardan muestras de sangre de todas las personas del reino. No obtuve información completa hasta que me ayudaron los Meerestier. En tu cuarto del palacio te espera un regalo de mi parte y de la suya. Oliver y Amatis se tienen que marchar, esa será su despedida. Te prometo que te resultará interesante.

Con cariño:

Jun Lanwit, controlador de aire.

Después de quedarme un rato debatiéndome entre si reir, llorar, o enfadarme con Jun, y tras releer la carta, caigo en algo importante.

Oliver y Amatis se marchan. Solo ellos. No dicen "los Meerestier", dice "Oliver y Amatis". Ellos se van. Leander se quedará.

Si la reina está investigando, conseguirá resultados de una forma u otra. Sabrá quién les ayudó. Los Meerestier son una casa poco importante, supongo que se podría permitir que desapareciera. Oliver y Amatis son los que más me ayudaron. Leander estará a salvo, pero ellos correrían peligro. Por mi culpa, por necesitar su ayuda, han tenido que huir.

***

No tengo fuerzas para maravillarme con el barco, impulsado a través del agua con la ayuda de Narus Pozidio y sus corrientes de agua. Las banderas color negro, blanco y azul, ondean en cada poste marcando este barco como el rey. Cuando era niña, solía preguntarme el por qué de tantas banderas de tantos colores. Ahora lo entiendo. Doce banderas, doce colores, doce casas. Ahora, el poste de la casa Natter ha desaparecido junto con su casa, y solo las banderas de la casa Zeyis, Lanwit y Pozidio brillan con orgullo. El resto no están alzadas, deshonrando de alguna manera a las casas que han abandonado a la reina en el desfile.

-Los centinelas de la noche anterior han sido... reasignados.-murmura Mai mientras caminamos por una cubierta.

Reasignado es solo una palabra elegante para castigado. Recordando a ojos de cerdo, no me arrepiento en absoluto.

-¿A dónde han ido?

-Al frente, por supuesto. Van a dirigir a heridos, incapaces, o soldados de mal humor. Esos son generalmente los primeros en ser enviados a las trincheras.

La princesa del rayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora