11. Una explosión, un fallo y un juramento terrible.

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Grito con ellos, las luces destellan, luego parpadean, luego paran.

Un minuto de oscuridad, eso es lo que tengo que darles. Los chillidos, los gritos, los pisotones, casi rompen mi concentración. Las luces apagadas, hacen imposible moverse con la oscuridad, haciendo posible a mis amigos huir. Toda la energía se arremolina en mi mente, haciéndome complicado saber cual coger y cual dejar. Intento dar una sobrecarga a las bombillas, pero después lo pienso mejor. Deben poder volver a encenderse o sabrán que yo lo sobrecargué. Lo único que me queda es chupar energía. Pero la corriente no está cortada. No deja de llegar electricidad y yo, no dejo de redirigiría hacia mi de forma invisible. Al final, la que tendrá la sobrecarga seré yo.

-¡En las alcobas!-ruge una voz sobre el caos-¡Están corriendo!-Más voces se unen, aunque ninguna familiar. Pero en esta locura, todo el mundo me suena diferente.-¡Encontradlos!¡Detenedlos!¡Matadlos!

Los centinelas en el rellano tienen sus armas apuntadas mientras más se unen, apenas sombras en la oscuridad. Pero no disparan. Gracias a mi oscuridad se salvarán.

Una llamarada de fuego entra en erupción desde la multitud, se encrespa por el aire como una serpiente en llamas. Ruge por encima, iluminando el oscuro salón de baile. Las sombras pintan las paredes y los rostros mirando hacia arriba, transforman el salón de baile en una pesadilla de luz roja. Clio Pozidio grita cerca, inclinada sobre el cuerpo de Ursula. Su padre intenta separarle del cadáver, tirando de Clio lejos del caos. Los ojos de Ursula miran vidriosos hacia el techo, reflejando la luz roja.

Los guardias sacan a la nobleza apresuradamente, creando un mar hacia la puerta. Oficiales de seguridad corren contra corriente, inundando aun más la habitación. La gente choca contra mí pero tengo que resistir lo mejor que puedo. Nadie trata de alejarme, nadie me nota en absoluto. Una mujer llorando choca contra mí, tirándome al suelo. Aterrizo de cara con un cadáver, mirando fijamente a Seele Zeyis. La sangre corre por su rostro, desde su frente al suelo. El agujero de bala le atraviesa el cráneo. No quiero ni mirar.

-¡Horizont!

Unos brazos me tiran por el suelo, alejándome de la mujer que he dejado morir.

Con un rugido de frustración, pierdo la batalla. Las luces vuelven, revelando una zona de guerra de seda y muerte. Cuando trato de ponerme en mis pies para asegurarme de que el trabajo está hecho, una mano me empuja hacia abajo. Digo las palabras que debo, jugando mi parte en todo esto.

-Lo siento, las luces, no he podido encenderlas antes...

Jun ni me escucha y se pone de rodillas a mi lado.

-¿Dónde estás herida?-dice, comprobando mi cuerpo como se que ha sido entrenado para hacer con cualquier soldado.

-Estoy bien, tranquilo.-su rostro se inunda de alivio.

-Lo siento, te he visto en el suelo, al lado del cadáver y me he temido lo peor...-sus palabras son tristes pero enseguida cambia por determinación.-¡Lucas!¡Sácala de aquí!

Mi guardia personal se abre paso a través de la lucha, el arma en su mano. A pesar de que se ve igual en sus botas y uniforme, este no es el Lucas que conozco.

-La llevaré con los otros.-gruñe, izándome. Aunque se mejor que nadie que el peligro se ha ido, no puedo evitar alcanzar a Jun.

-¿Qué hay de ti?

Simplemente se da la vuelta y se encoje de hombros.

-Voy a ser general, no puedo huir.

Algunos miembros de la legión sombra lo siguen, un centinela le tira un arma de fuego, y la atrapa con una mano poniendo automáticamente el dedo en el gatillo. Su otra mano llega a la vida con un remolino de aire. Dejan solo un salón salpicado de sangre, nublado de polvo.

La princesa del rayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora