Durante la corta temporada en la que mis padres, hermano y yo fuimos familia, sentía que nada podría separarnos. No pasaba de tener cinco años a lo mucho,Recuerdo a mi madre leyéndome cuentos en la noche y cantándome canciones de cuna. Su cabello tan suave y castaño. Me viene a la memoria mi padre, despertándome en las mañanas, haciéndome cosquillas en el cuello con sus fuertes y gruesos dedos "¿que soñaste hoy?" me preguntaba.
¡Ah! mi padre. Le tenía mucho miedo a ese fuerte y joven militar. A veces estaba tan ebrio que parecía un niño otras estaba tan sobrio... de esa forma daba más miedo. Odiaba sus golpes; cada uno de ellos ardía durante todo el día. Pero lo quería, todos, alguna vez hemos sentido el calor protector de un padre.
Durante esos días difuminados, el sufrimiento aún no cuadraba en mi mente.
Solo jugaba, corría libre en el pasto, dibujaba, estaba atada a una silla aprendiéndome el abecedario o, me comía los chocolates del árbol de navidad.
No entendía nada.
Mi mente divaga, no dejo dejo de pensar en los colibríes, las mariposas, los árboles. En cosas que ya no existen y que jamás volverán. No lo sé, el pensar en todo aquello, me resulta deprimente.
Tal vez, muy, muy dentro de mi, esta escondido todo el sufrimiento que no pude sentir a esa edad.
Solo sé que deseaba ver a mi abuela.