Capítulo 11: Recuerdos

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Narra la autora:
Angela despertó estando sola en un espacio oscuro y sin nada a su alrededos, llevaba como la otra vez el vestido blanco. Se levantó sin saber a donde ir, estaba perdida. Poco a poco a se oían insultos que le decían en el colegio cuando ella era una niña, desde pequeña había sido acosada por los niños mayores.
Caminó y vio a su "Mini-yo" siendo rodeada por un monton de niños pero vio también a unos dos niños que les sonaba de algo pero no sabía de que. Era una niña de pelo rubio y un niño de pelo rubio acastañado, les sonaba de algo, algo muy conocido pero no le salio. Eses dos niños la habían protegido de aquellos otros, eran como sus amigos.
Se fue a otro escenario y la vio a ella de negro y llorando en el hombro de un chico rubio, ¿Le sonaba a Gabriel o era cosa suya? Áquel día era el entierro de los padres de Angela, de los demonios que tenía según ella. El chico le acariciaba la cabeza mientras ella lloraba, pero se dio de cuenta de que aquello que veía era irreal, nunca había pasado eso porque no estubieron ellos ¿O si? ¿Acaso sus recuerdos estaban bloqueados? ¿Solo era un sueño? Se pellizcó pero no pasó nada, esto era la realidas entonces, era sus recuerdos.
Volvió otra vez a la niñez, sus padres le había presentado a la niña de antes y esta le había cojido cariño a Angela, la abrazaba y la mimaba pero... ¿Qué era lo qué tenía en la espalda? ¿Acaso eran alas?

-Prometeme que de mayores nos casaremos- La niña puso su meñique para que Mini-Angela lo entrelazara

-Te lo prometo- Ella sonreía, pero los padres la separaron de ella y la mandaron estudiar y estudiar.

Volvió a sus trece años, andaba con la bicicleta por las calles, estaba empezando a llover cuando de repente vio a su amigo de la infancia en la parada del autobus, ella se reunió allí con él. Nos dos se abrazaron al verse, hacía años que no se veían

-¿Qué haces aquí Ange? ¿No deberías de estar en casa?

-Acabo de salir de clases ¿Y tu qué haces?

-Vine a hacer un trabajito- Besandole la frente- Nos vemos Ange

Volvió a caminar por el pasillo oscuro, se oían los gritos que hechaban sus padres cuando discutían, ella siempre estaba en las escaleras escondida y veía como "hablaban en alto" sobre ella. Angela era como la oveja negra, diferente a sus padres, incluso dudaba de que fuesen sus verdaderos padres.

De repente empezó a caerle las lágrimas sin tener porque pero se dio de cuenta. El accidente. Lo vio como si ella estubiese delante, como si ella lo provocase. Había fuego, fuego por todas las partes, ella miraba como los cuerpos de esos demonios se quemaban dentro del coche. Calló de rodillas al suelo, dolorida, sin saber porque le pasaba eso. De pronto una sombra con alas apareció, estaba caminando en el fuego, como si le diese igual todo y de repente vio a un hombre de pelo negro y de ojos rojos. Ella estaba paralizada, el hombre se acercaba a ella. Le levantó la barbilla, Angela estaba paralizada al ver sus ojos rojos.

-¿Ya viste lo qué paso.... Angela? ¿No crees qué son hermosas las vistas?

-Yo... mis padres...- La agarró todavía inmovilizandola

-Tu no eres como tus supuestos hermanos, tienes algo que todos quieren, algo puro- Fueron a otra sala, una donde estaba el hombre un poco mas joven pero su aspecto cambiado y una mujer embarazada. No era como Isabel si no otra diferente

-Uriel, pronto tendremos a nuestra niña- La mujer se acarició la barriga, parecía tan buena y angelical

-Ella sera tan guapa como su madre- Se notaba que había cariño entre ellos dos, algo mágico y tan romantico

Poco a poco fueron pasando los días hasta llegar al día del parto y a Angela le extrañó, mirando un reloj solar vio que era el 14 de febrero que vendría siendo San Valentín y... su compleaños. Nació una pequeña ángel de pelo castaño claro, estaba en los brazos de su madre, ellas dos parecían cansadas.

-Uriel... mira a nuestra niña- Uriel le acarició la cabeza

-Es hermosa Selene, es una criaturita hermosa- La bebé bostezó y Selene sonrió.

Los días pasaron y Angela pudo ver como creía la bebé pero ella todavía no sabía como se llamaba. Un día hubo guerra en aquel lugar, demonios atacaban ese lugar que vendría siendo el castillo, algunos de los intrusos entraron y cuando vieron a la reina Selene intentaron atacarla pero ella se escondió. Cogió a su hija y la llevo a un lugar del castillo, un lugar seguro para esconderla. La tapó y la dejo en el escondite de las escaleras. Los demonios encontraron a Selene y la mataron dejandola en la sala del trono, tirada como una muñeca rota, con las alas manchadas de sangre, su sangre. Uriel llegó de combatir y cuando vio a sus sirvientes arrodillados delante de su mujer fallecida empezó a llorar. Miró por toda la habitación si estaba su hija pero no la encontraba allí, era como si la secuestrasen. El pelo del hombre empezó a escurecer y sus ojos se tornaron rojos, sus alas ya no eran blancas si no negras, cada una de las plumas era de un negro profundo con odio y rencor. Buscó por todas las habitaciones hasta que de pronto todos olleron un llanto, un llanto de un bebé. Se acercaron a ver donde estaba, provenía de las escaleras hasta que lo encontró Uriel. Su hija estaba llorando, un poco llena de sangre pero no era suya si no de Selene, la cogió en brazos y la acunó para que se tranquilizase, dudaba que le hiciese caso porque lo hacía con un tanto de brusquedad. Se dió de cuenta de lo que pasaba y la miró, tenía los ojos azules y su pelo castaños.

-Mi pequeña princesa... mi pequeña Angela...

De la Tierra al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora