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Seung Hyun tenía un corazón puro; era un simple adolescente que había vivido bien, en una pequeña familia, en una buena casa... nada le faltaba, tenía todo el amor de su madre y eso hacía que su corazón estuviera limpio de odio o rencores. Es por eso que perdonaba a Ji Yong de todo lo que pudo hacerle con tanta facilidad.

Sin embargo, Ji Yong ya conocía la parte oscura del mundo a su temprana edad. La grande ausencia de cariño paternal y la rudeza con la que había sido enseñado a actuar en las calles de su barrio complicaban las cosas. Su corazón no era igual de puro como el de Seung Hyun, y por ende cometía actos horribles sin saber que, en efecto, eran horribles. No lo sabía hasta que comenzó a querer a Seung Hyun. No había notado que todas las cosas que le hizo, —y que él tomaba como bromas pesadas— para Seung Hyun eran más que sólo juegos. Para él eran pesadillas, era tortura.

Ji Yong por fin asistió a la escuela después de que Seung Hyun le rogara tantos días para que fuese y no perdiera más clases.

Todo este tiempo Ji Yong no había querido asistir a la escuela porque sabía que no iba a poder estar con Seung Hyun como él deseaba, porque todos seguían pensando que era el verdugo de quien, ahora, era la persona más querida para Ji Yong.

Por el contrario, Seung Hyun no había pensado en nada de esto, a decir verdad sólo estaba preocupado por las notas de Ji Yong y no pensaba en nada más que en hacer que el menor lograra aprobar el año. No había pensado en la situación que estaba pasando, hasta que llegó el lunes y notó que Ji Yong no le dirigió en absoluto la palabra. Ni siquiera le fue a quitar sus sándwiches, simplemente lo ignoró, como si no existiera.

Esto había tenido a Seung Hyun más cabizbajo de lo normal en todo el día. Se sentía pésimo, creía que Ji Yong no le volvería a hablar, que todo había acabado ya.

Pero, para su sorpresa, Ji Yong se presentó como siempre a las cinco de la tarde en su casa. Listo para jugar videojuegos... y besarse.

—¡Viniste! —gritó Seung Hyun y se abalanzó a los brazos del menor.

Ji Yong alcanzó a poner todo su peso en sus pies para que no lo tirara el mayor, pues el abrazo había sido tan brusco que hizo que se tambaleara un poco.

—¿Eh? ¿Creías que no iba a venir? —rió Ji Yong y el mayor deshizo el brazo. Ambos entraron, Ji Yong saludó a la madre de Seung Hyun y después subieron a la recámara, como era costumbre.

—Bueno... ni siquiera me viste en la escuela. Seung Hyun miró al piso— Yo, yo pensé que tú... ya no querías, bueno, seguir viéndome y esas cosas.

—¡Nunca! —Ji Yong refutó y le dio un cariñoso besito en la mejilla regordeta— Nunca podría dejar de querer verte, tabi.

—¿Tabi?

—Es un nuevo apodo para ti. —Ji Yong habló, ruborizado, pero enseguida frunció el ceño— Y sólo yo puedo decírtelo, ¿escuchaste?

—Ok, ok. No me mates. —Seung Hyun alzó los brazos en son de paz y después se giró un poco hacia su repisa— ¿Qué quieres jugar hoy?

—Hoy no quiero jugar. Mejor abrázame.

Seung Hyun se volteó para mirarlo y éste le veía con un puchero. El mayor soltó una pequeña risa y luego se sentó al lado de Ji Yong para atraparlo entre sus grandes brazos.

Estuvieron en un silencio agradable por varios minutos, sólo disfrutando del calor que ambos emanaban.

—Sabes, hoy he estado en el cibercafé y creo que ya sé lo que somos.

—¿Eh? —Seung Hyun masculló, girándose un poco para verle la cara al castaño— Pensé que éramos amigos.

—No seas idiota, Seung. —Ji Yong rió fuertemente, mostrando sus rosadas encías— Los amigos no se abrazan así, ni se besan.

—¿Entonces? —Seung Hyun frunció el ceño, confundido por todo. Podía ser muy inteligente para los números, pero para las relaciones sociales era pésimo, por algo no tenía amigos.

—Según Internet, nosotros somos pareja. —exclamó Ji Yong entrelazando la grande mano del mayor con la suya, mucho más pequeña y delgada.

—¿Pareja? Pero las parejas se supone que son hombre y mujer, ¿no? —Seung Hyun seguía sin entender. Eran los noventas y en esa época ese tema no era muy hablado entre la gente, por lo que no sabía mucho de lo que estaba pasando.

—Sí, pero también puede haber parejas de dos hombres o dos mujeres. —Ji Yong se removió un poco incómodo por lo que iba a decir— A esas personas les dicen homosexuales... y no son muy queridos por la demás gente.

—¿Y por qué?

—No entendí muy bien, en la página decía que algunas razones eran por la religión y otra que por culpa de... ¿mente vacía? ¿mente cerrada? —Ji Yong no recordaba muy bien lo que había leído. No era muy bueno para retener información.

Seung Hyun se quedó unos minutos callado, reflexionando acerca del asunto.

—Bueno, —por fin habló— creo que sí somos pareja, y creo que también somos homosexuales, por lo que me acabas de decir... No suena tan mal.

—Pero... nos odiarían todos, tabi. —Ji Yong farfulló, arrugando su mentón.

—A mí ya me odian todos. —Seung Hyun brotó una pequeña carcajada lastimera— Y si me odian, que al menos sea por una buena razón, y que sea porque te quiero.

—Yo no quiero que te odien más, es mi culpa... —el menor aguadó los ojos y dirigió su vista al piso, con la cara caliente de la vergüenza.

—No, Ji, no llores... —Seung Hyun le tomó del rostro ligeramente— Mira, si quieres podemos ser pareja sólo aquí, en mi habitación. Y afuera somos unos completos extraños, ¿te parece? Así nadie sospechará y nadie nos odiará más.

Ji Yong asimiló la propuesta, no era una mala idea. De hecho, era lo que había hecho esa mañana al ignorarlo totalmente.

—Bueno, un gusto conocerlo, señor novio mío. —Seung Hyun masculló bromeando, con una sonrisa traviesa.

—¡No seas ridículo! —rió Ji Yong, ocultando su rostro en el hombro del mayor para evitar que se notara su rostro completamente sonrojado.

Perdóname, Seung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora