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Ji Yong sonreía radiantemente mientras caminaba a paso ligero hacia su casa. Por primera vez, se sentía muy feliz. Por primera vez, veía al mundo con otros ojos, no sólo con furia o rabia. Ya casi nada le enfadaba, siempre estaba de buen humor y con gran energía todos los días. A tan corta edad Ji Yong no sabía el por qué de este cambio tan repentino, pero era porque por fin se sentía amado.

No sabía exactamente lo que era el amor y por ende no clasificaba lo suyo como uno, sin embargo las mariposas en su estómago siempre se alocaban más al ver el regordete rostro de Seung Hyun.

Ji Yong notó que el sol se ocultaba más y más y apresuró el paso un poco más rápido. Venía de regreso de la casa de Seung Hyun, en donde habían estado jugando, comiendo y queriéndose tanto que se pasaron de la hora en la que Ji Yong se tenía que retirar. No era porque sus padres le regañaran si llegaba más tarde, pues estos casi nunca estaban en casa, sino que Ji Yong era el encargado de hacerle la cena a él y a sus hermanitas, y no podía dejarlas sin comer.

Al adentrarse a su casa aventó sus cosas al sillón como de costumbre pero pronto detuvo su caminata hacia el cuarto de sus hermanas cuando vio a su madre sentada en una de las viejas sillas del pequeño comedor.

—¿Mamá? —Ji Yong estaba confundido. Su madre por lo general llegaba en una hora, después de pasar todo el día en quiénsabedónde. — ¿Qué haces aquí?

—¿Qué hago aquí? —su madre le dio una calada a su cigarro casi acabado— Esta es mi casa, idiota. ¿No puedo estar en ella o qué?

—No es eso, pero...

—Realmente no lo entiendo, Ji Yong. —su madre espetó mientras tiraba el resto de cigarrillo y lo pisoteaba— Lo he hablado con tu padre, viene en camino.

—¿Qué? ¿Para qué? ¿De qué hablas? —Ji Yong no tenía la más mínima pista de lo que estaba ocurriendo.

—No entiendo tu actitud, ¿por qué eres así? —su madre hablaba con desprecio, con la mirada llena de rencor, como si Ji Yong le hubiera quitado algo importante  de su vida... su libertad— Tu padre y yo te hemos criado bien para que nos hagas esto.

La puerta se abrió azotándose y de ella entró su padre, inundando a la casa automáticamente de un olor fétido de alcohol barato y marihuana.

—Papá... —musitó Ji Yong sin aliento, viendo a su padre acercarse a él. No pudo ni siquiera pensar en lo que iba a hacer cuando sintió el impacto de su puño contra su rostro.

—¡Maldito marica! —golpe tras golpe eran recibidos por el cuerpo de Ji Yong— ¿Quién mierda te crees para hacernos esto, eh?

—¡Papá! ¡Papá no, por favor! ¡Basta! —el dolor venía de todas partes, el pequeño ya no sabía ni dónde exactamente.

—¡Te mantengo a ti bastardo! ¡Gasto mi puto dinero en ti! ¡No puedes hacerme esto! —un golpe en la costilla, otro en el vientre, una patada en la espinilla— ¡No puedes ser un jodido maricón!

—Papá... —balbuceaba Ji Yong, ya para ese punto la cabeza le daba vueltas y no podía pensar en nada más que en la sangre caliente que le salía por la nariz.

—¡Papá no! ¡Papá, papá, papá! —Jia salió corriendo del cuarto para intentar apartar a su padre pero fue detenida por su madre un segundo antes de llegar a ellos. — Mami todo es mi culpa, mi culpa.... No quiero que mate a Ji, no...

—Vamos al cuarto, ahora. —la tomó del brazo para luego encerrarse junto con las otras dos pequeñas quienes lloraban inconsolablemente.

—¿¡Tanto te gustan los penes, pedazo de mierda inservible!? —un golpe más en el vientre y Ji Yong comenzó a privarse— Pues si tanto te gustan imbécil, voy a darte lo que quieres.

Ji Yong abrió los ojos enormemente en cuanto oyó esas palabras. Por lo poco que su borrosa vista alcanzaba a ver, estaba siendo arrastrado por su padre hacia la recámara de este.

—No papá, eso no por favor... No hagas eso otra vez, no... —Ji Yong gritó en un chillido ensordecedor, haciendo el pequeño y tonto intento de alejarse.

Su padre puso el seguro ya estando dentro y comenzó a desabrocharse el cinturón, sonriendo lascivamente.

—Papá, papá...

—Sólo vamos a jugar un poco como en los viejos tiempos. Al fin y al cabo es esto lo que te gusta, ¿no?

Ji Yong sólo sintió cómo sus pantalones le eran arrebatados.

Perdóname, Seung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora