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Seung Hyun iba camino a su escuela con un humor de perros. Estaba molesto. Muy molesto.

Su madre había estado ocupada todo el día anterior, y esa mañana cuando ambos desayunaban, le explicó que estaba siendo transferida a otro país por parte de su trabajo.

¿Cómo una enfermera podía ser transferida al extranjero? Fácil, la señora Choi era dévota de ayudar al prójimo, y había aceptado ir a una de las bases en los Países Bajos para ayudar a los enfermos.

Seung Hyun le había hecho un berrinche tremendo, reclamándole que él tenía su vida en Corea, ahí tenía al amor de su vida (eso no le dijo, por cierto) y que no podía hacerle algo como eso. Estaba decidido a no irse a otro país. Si su madre se marchaba, bien por ella, él podía quedarse con alguna tía o con su prima Bom.

Seung Hyun ya no se sentía mal al ir a la escuela, a decir verdad ya le daba igual si lo criticaban o si lo molestaban por su físico, él tenía a Ji Yong y eso era lo único que le importaba, lo que le llenaba.

Dejó sus cosas a un lado y tomó asiento en su respectiva butaca de clase. Miró el asiento vacío de Ji Yong, suspiró desanimado.

Él ya sabía de antemano que Ji Yong faltaba seguido a la escuela, por lo que no le tomó demasiado caso al asunto. Incluso cuando Ji Yong iba a la escuela, lo único que podía hacer era mirarlo de lejos porque no se hablaban.

En el momento en el que Seung Hyun comenzó a preocuparse, fue cuando Ji Yong faltó a la hora en el que se solían ver en casa para jugar. Ji Yong podía faltar a todos los lugares, pero nunca faltaba a la casa de los Choi, ni siquiera impuntual.

Los días siguientes de la semana fueron iguales, Ji Yong no fue a la escuela y tampoco a su casa. Seung Hyun estaba muriéndose de la preocupación, no sabía exactamente qué hacer.

El viernes llegó y Seung Hyun estaba decidido a ir a buscarlo a su casa esa tarde si no volvía a ir.

En cuanto entró a la escuela, oyó risas por aquí y por allá. El pequeño y gordito Seung Hyun ya estaba acostumbrado a esas risas burlonas, así que las ignoró como de costumbre.

Pero las risas eran mucho más que las normales, todos lo observaban con asco y rareza. Observó que una bolita de gente miraba una pared y él se acercó con curiosidad.

El alma se le cayó a los pies.


"Al obeso de Choi Seung Hyun de último grado le gustan las pollas" decía el anuncio, junto con un fotomontaje mal hecho de él comiendo un pene.


No sólo era ese anuncio, había muchísimos más de ellos pegados por todas las paredes, incluso en las puertas de los salones, en las pizarras y ventanas.

Palabras como "gay" o "marica" lograba oír que los demás le gritaban. Todo era un infierno, y por alguna razón, lo sabía. Sabía quién había hecho eso.

Corrió como pudo hasta llegar a su respectivo salón y lo vio por primera vez después de toda la semana, ahí, sentado sobre el escritorio, riéndose con un par de sus amigos.

Nada podía salir de su boca, estaba mudo, perplejo ante la escena.

—Oh, qué sorpresa volverte a ver, ballena asquerosa. —exclamó el menor, arrastrando las palabras malvadamente. Sus amigos se rieron. — ¿Qué se te ofrece? ¿Quieres besar a mis amigos, marica?

Seung Hyun le miró aterrorizado. No podía ser posible... aquel Ji Yong frío y lleno de odio había vuelto después de su larga hibernación.

—¿Por qué? —musitó el mayor en un hilo de voz.

—¿Por qué, qué? —Ji Yong se bajó del escritorio de un salto y se recargó en la pared— ¿Por qué te gustan tanto las pollas? No lo sé.

—¡Deja de hacer esto, Ji Yong! —de pronto el cuerpo de Seung Hyun se llenó de valentía, toda esa valentía que nunca tuvo para enfrentarlo— Si yo soy marica, tú también lo eres. ¡Ambos nos queremos, Ji, sabes que me quieres!

—Maldito hijo de puta... —siseó Ji Yong desbordado en rabia un segundo antes de que se le aventara encima a Seung Hyun.

Golpes tras golpe, tras golpe, tras golpe, tras golpe.

—¡Yo no soy un maricón, entiendes! ¡No soy gay, no soy gay! —Ji Yong repetía los mismos golpes que su padre le había dado aquella tarde. Gritaba con horror, casi con sus cuerdas vocales rompiéndose— ¡Jamás seré un maldito homosexual! ¡Nunca te querría, nunca querría a un maldito gordo ingenuo lleno de inseguridades! ¡Los homosexuales como tú deben morir!

Seung Hyun derramaba sangre por la nariz y la boca. Los amigos de Ji Yong intentaban detenerlo, parecía que esta vez iba a asesinarlo en verdad.

Seung Hyun veía borroso todo y a cámara lenta, sólo podía sentir los recios puños de su amado novio contra su cuerpo. Alcanzó a ver un par de profesores mirándole con desprecio, ellos no iban a hacer nada.

Seung Hyun cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas estar lejos, muy lejos de ahí.

<<Mami, me voy contigo, pero sácame de este infierno...>>

Perdóname, Seung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora