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Seung Hyun apretujó el cuerpo de Ji Yong contra su pecho, quien segundos atrás había contado lo sucedido con sus hermanas.

Un año de haberse marchado él del país, el padre de Ji Yong falleció de cirrosis, enfermedad que ya sufría desde hace mucho tiempo debido al terrible alcoholismo que padecía.

Su padre era el único que llevaba dinero para sobrevivir, y al morir éste, su familia y él habían quedado sin ingresos; en la ruina, prácticamente.

Ji Yong no le contó exactamente lo que había pasado con su madre, porque a decir verdad Ji Yong lo contaba todo muy escuetamente... como si cuidara cada palabra que salía de él.

Al quedarse sin nada, el menor comenzó a trabajar en varios lugares para poder darles algo de comer a sus tres hermanas. Por trabajar dejó los estudios varias veces, y tardó tiempo en concluir el bachillerato porque lo hizo en el sistema abierto. 

Entre otras cosas, Ji Yong le tuvo que confesar que, en varias ocasiones, tuvo que recurrir a la delincuencia para sobrevivir. El poco dinero que ganaba trabajando en construcciones o encerando zapatos no le alcanzaba para pagar gastos inevitables como el de la luz y el agua, además de los útiles escolares que le pedían para sus hermanas, por lo que su última opción fue entrar en ese negocio.

No era nada de alta gravedad; a veces robaba cautelosamente carteras, otras veces bolsos a las mujeres distraídas y pocas veces robaba en los pequeños negocios, mayormente donde los dueños eran ancianos que no pudiesen reconocerlo o atraparlo.

La cara de Ji Yong se había vuelto un remolino de emociones fuertes mientras contaba estas cosas. Esa parte de su pasado le decepcionaba terriblemente, le asqueaba tanto a tal grado de insultarse a sí mismo. Había pasado muchas noches de su adolescencia en la estación de policía, y eso le hacía sentir como una mierda de persona. Fue un ladrón, y nadie podía quitarle esa culpa del alma. 

Sin embargo, esta temporada de su vida no duró mucho, pues una de sus profesoras descubrió por lo que estaba pasando al observar sus numerosas faltas en la escuela, y no dudó en llevar el caso a las tribunas.

El gobierno se encargó de ellos —incluso cuando Ji Yong se opuso totalmente— y los metió en un albergue.

Tuvo que pasar ahí unos años, hasta que logró salir cuando cumplió los dieciocho años. Intentó llevarse a sus hermanas con él, pero el gobierno se lo impidió. Tenía que cumplir la mayoría de edad y tener un sueldo fijo para poder sacarlas del albergue.

Esa era la razón por la que trabajaba arduamente; quería establecerse un buen sustento económico, un buen estado de salud y un buen lugar en donde sus hermanas pudieran vivir sin molestias. Demostrarle al mundo que él era capaz de sostener a su familia.

—¡Y estoy por lograrlo, Seung! El gobierno está pronto por darme el permiso para poder adoptar a mis hermanas... —los ojos de Ji Yong brillaban, pero de inmediato cambió su expresión— Si no las recupero, las llevarán a un orfanato y me arrebatarán la poca custodia que tengo de ellas.

—Yo sé que lo lograrás. —Seung Hyun dejó un pequeño beso en su sien, reconfortándolo, y éste se estremeció.— Todo el trabajo que estás haciendo tendrá su recompensa, ya lo verás.

—Seung Hyun... hay muchas cosas que no te he contado de mi vida aún. —Ji Yong alzó la cabeza para mirarle profundamente, esperando con todas sus fuerzas que realmente lo comprendiera— Pero prometo que lo haré, ¿podrás esperar por mí hasta entonces?

—Ya esperé seis años, puedo esperar mucho más. —dijo Seung Hyun luciendo franco. Se encontraba confundido, pero aún así lo aceptó.

Podía esperarlo. Podía esperarlo todo el tiempo del mundo... Más que por cualquier otra razón; porque era Ji Yong. 

Y él haría lo que sea por Kwon Ji Yong. 

La tan planeada venganza se había escondido en la mente de Seung Hyun, se había olvidado de ella. Y es que no podía evitarlo, estar con Ji Yong era como estar anestesiado; el mundo entero desaparecía, sus problemas se esfumaban... tenerlo a su lado era la calma que buscó por mucho tiempo. No había tiempo para pensar en el pasado, no había tiempo para pensar en el dolor.

Ji Yong apretó los labios, volviéndolos una línea recta en su rostro. Quería decirle cuánto lo amaba. Tenía esas dos palabras atoradas en la garganta, pero sus demonios, y sobre todo su cobardía, no le permitían sacarlas al aire.

En lugar de decirlo, Ji Yong le besó la mejilla. Aún siendo incluso un gesto puro y sencillo, significaba todos los sentimientos que se guardaba para Seung Hyun.



Al día siguiente, Ji Yong esperó a su pareja afuera del albergue. Esa palabra le recorrió la espina dorsal.

El simple acto de pensar que Seung Hyun era su novio le entumecía la boca y le ponía muy nervioso.

Mi novio.

Él es hombre.

Yo soy hombre.

No podemos ser novios.

Eso está mal.

Mal. Está mal. Yo...

—¡Ji Yong-ah! —Seung Hyun llegó corriendo. Se notaba frustrado por haber llegado cinco minutos tarde, él siempre era puntual. — Discúlpame de verdad, el tráfico en Seúl es realmente horrible. Estuve en un embotellamiento y...

Mi novio.

—Está bien. —Ji Yong sonrió ampliamente. Tan amplio que se le formaban pequeñas arrugas debajo de los ojos. — No te preocupes.

Se preocupa por mí.

Y eso no está mal.

Ji Yong solía atormentarse con estos pensamientos, pero en cuanto Seung Hyun aparecía ante sus ojos y escuchaba su voz, ese infierno mental desaparecía.

—Entremos. —dijo con enternecimiento, y observó las cejas de Seung Hyun volver a su lugar. Asintió, y después de mirarse un par de segundos, entraron al albergue. 



Perdóname, Seung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora