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Algo andaba mal con Ji Yong.

Seung Hyun había pensado eso en el primer instante en que volvió a verlo aquel día en la cafetería.

Sí, muchas cosas en la vida de Ji Yong estaban mal, Seung Hyun lo sabía desde que eran unos chiquillos. Él mismo le había contado los problemas por los que pasaba; la falta de sus padres, su intento por proteger a sus hermanas, la pobreza en la que vivía...

Pero algo era... era diferente.

Después de que Jia hubiera salido disparada al verle, todos los presentes les miraban con curiosidad.

—Ah, la adolescencia, ya saben... —explicó Ji Yong avergonzado.

No supo la causa del porqué su hermana huyó de esa manera, pero lo más probable (Ji Yong supuso) eran sus hormonas. Tenía dieciséis años, actuar de esa manera era normal, ¿no?

Seung Hyun pensó que el día iba a resultar aburrido e incómodo, pero terminó siendo todo lo contrario. Yuri le pidió ayuda sobre un par de deberes de matemáticas y la niña quedó encantada por la manera tan comprensible en la que le explicó.

—¡Deberías ser mi profesor en lugar de ese tonto anciano! —le había dicho regocijada, pues siempre reprobaba esa materia. Ji Yong le dio un manotazo por haber dicho una mala palabra.

También jugó un montón con Maru. Esa niña era tremendamente adorable para él, como una combinación de Ji Yong y una muñeca de porcelana.

Jugaron y jugaron, y al final ambas niñas quedaron embelesadas mientras escuchaban las historias de Seung Hyun acerca del universo y su impresionante —pero siempre lógica— creación.

En toda su vida, Ji Yong nunca había entendido de manera tan perfecta como lo había hecho ese día. Y es que Seung Hyun hablaba de esas cosas tan difíciles con una simpleza, con una llama de pasión en cada palabra que decía. Amaba sobre todo que a Seung Hyun se le iluminaran los ojos cada vez que tenía la oportunidad de hablar de ciencia. Era digno de ver.

*

El día se le había pasado rapidísimo, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontraban despidiéndose de sus hermanas.

Seung Hyun lo había captado. Definitivamente algo andaba mal con Ji Yong.

Desde el día en que lo había vuelto a ver, Ji Yong se había comportado tímido y callado. Como si estuviera temeroso.

Y Ji Yong no era así, no al menos como él rememoraba.

Los recuerdos que tenía de él en la adolescencia era de un Ji Yong activo, que nunca se quedaba callado, escandaloso, gruñón y hasta cierto punto salvaje.

Recordaba a Ji Yong como un alma libre. Y por primera vez en el tiempo que llevaba en Corea, no había sido hasta hoy que logró salir a flote.

Con sus hermanas parecía en completa confianza, como actor quitándose la máscara tras el escenario. Su colorida personalidad estuvo presente todo el día: sus groserías, sus gestos cómicos y esa peculiar manera para reír y hablar.

Ese era el verdadero Ji Yong, no el Ji Yong tímido en su trabajo, no el Ji Yong silencioso mientras comían, ni mucho menos el Ji Yong recesivo con los demás.

Él quería al Ji Yong ácido, astuto y sinvergüenza. Se había enamorado de esa pequeña bestia revoltosa.

Y sin embargo, ahora él lucía como alguien que estaba encerrado. Como si algo le hubiera cortado las alas —ya de por sí dañadas— que tenía, y lo hubiera dejado desangrándose en una esquina desolada.

—¿Seung? Estás pensando, ¿verdad? —Ji Yong habló mientras le miraba desde el asiento del copiloto. — Siempre que arrugas tu frente así es que estás pensando, ¿en qué?

—Oh, no es nada. —Seung Hyun sonrió entre grietas, sin despegar la vista del camino.

—Si es por lo que pasó con Jia, no sé qué fue exactamente. —el menor comentó, preocupado de que el hombre se hubiese sentido mal por la mala educación de su hermana. — Pero hablaré con ella, discúlpala.

—¿Jia? ¿Por qué tendría que disculparla? —a Seung Hyun realmente no le molestó la manera en la que la niña se había ido. — Tú eras así a esa edad, Ji, estoy acostumbrado.

—¡Oh, cállate!

Seung Hyun soltó una carcajada y el otro se limitó a golpearle el hombro, para terminar riendo también.

—Realmente no es un problema, no te preocupes por ello. —exclamó después de reír por tanto tiempo. Entrelazó su mano derecha con la de Ji Yong mientras el semáforo brillaba en rojo.— Sólo una cosa, Ji.

—¿Mhm? ¿Qué cosa?

—Por favor, sé Ji Yong. —él le miró confundido, y Seung Hyun apretó levemente sus manos entrelazadas, en un gesto cálido— Mi Ji Yong.

Perdóname, Seung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora