Ella era ruda, el era tranquilo. Ella gritaba, el hablaba. Ella no demostraba sus sentimientos, el le decía que la quería todos los días. El la amaba, ella no lo sabia.
Andrés había estado enamorado de su amiga Sara desde hace meses. Enamorado de su forma de ser, de su voz al levantarse, de su forma de gritar, de la forma que trataba a sus amigos; con tanta calidez y amor; pero ella no sentía lo mismo por el, o al menos eso es lo que ella pensaba.
Cada día de su vida, Andrés se levantaba con el mismo pensamiento ¿que seria dormir con Sara? ¿ella sentirá lo mismo que yo? ¿soy su príncipe o un peón?.
Por su parte, Sara, se culpaba de aquellos sentimientos indecentes. Odiaba sentir "eso" por Andrés, incluso con solo imaginarlo, le daba repulsión ser ella quien lo desee. Ella ocultaba sus sentimientos hacia todos. ¿cuantas veces le he dicho a los chicos que son mi vida? ¿le agradezco tanto a mi madre por esta vida? ¿alguien podría quererme?. Esas preguntas rondaban la cabeza de ella, recordando las pocas veces que había demostrado cariño.
Esa mañana de otoño cambiaría todo. Como era de esperarse, Gona; el buen amigo Gona; había comenzado una llamada por skype con los chicos.Sara desde su recámara, observaba a la caja torturadora sonar. El pitido que largaba este le destrozaba la cabeza, haciendo que, cada vez mas, quiera lanzar su almohada contra ella. Pesadamente se levanto de su cama, aun con los pies en su alfombra, suspiro por el frío. Ella atendió la llamada con pereza, no tenia apuro en decirle que se sentía mal.
Andrés pudo apenas diferenciar la débil voz de su amada. Al parecer no se sentía nada bien. Su curiosidad lo mato ¿ estará sola en su casa? ¿se sentirá lo suficientemente fuerte como para levantarse?. Andrés estuvo en una discusión mental, ella estaba sola y estaba mal; debía ir a su casa. Sin mas rodeos, el ojiverde se marcho de su casa para llegar a la de su hermosa amada.Sara había escuchado la puerta golpear por tercera vez, hundida en sus preguntas;¿quien sera? ¿mi madre se ha enterado?¿sera Andrés?, sacudió su cabeza y se digno a ir a la puerta. Su vista era borrosa y su cuerpo le pesaba, nunca había sentido tanto cansancio como ese día. Sin mas rodeos abrió la puerta para encontrarse con su amado.
El sonrió cuando vio el demacrado rostro de Sara, mientras que Sara se avergonzaba de ella misma. Ambos querían hablar pero, al parecer, ninguno iba a dar la palabra. Ella solo se limito a moverse de la puerta para que el pudiera entrar, mientras que observaba detenidamente la bolsa de plástico en su mano izquierda. Su débil voz resonó en la habitación, había decidido romper el hielo.
-tío ¿que haces aquí?, no me siento muy bien- Andrés solo se limito a cruzarse de brazos, sonriendo divertidamente. Al parecer esto le fastidio a ella y termino suspirando pesadamente - eres un caso perdido Andrés- su risa resonó en la cabeza de Sara, ella amaba que el riera, incluso le había echo sentir mejor.
- vengo a cuidarte Sara, no creas que te dejare sola si estas tan enferma- ella comenzó su largo trayecto hacia su cama; sin decir nada.
-preparare una cena-grito el chico enamorado, mientras que su princesa sonreía sonrojada.
El chico había preparado una buena sopa de pollo, algo que a Sara le sorprendió. Tomaba con tranquilidad, enamorada de este muchacho tan gentil. Ambos sentados en su recamara viendo la tv. El ojeaba a su amada de vez en cuando, ella sabia que el la miraba, inquieta por esto, termino rápidamente su sopa. Al parecer, Sara no había calmado su hambre pero tenia vergüenza para pedirlo. Su débil voz retumbo en las paredes
-morsa mierda saca esto que quiero acostarme- el chico, alarmado por su grito, termino golpeándose contra el borde de la repisa.
Mientras que el levantaba las vasijas, ella se reía de su desgracia.
Cuando exo había terminado de lavar lo que había ensuciado volvió a la habitación para encontrarse con su amada durmiendo. El, con una cálida sonrisa, se acerca a ella para desearles buenos sueños. Cuando estuvo lo bastante cerca para musitar que la quería, Sara tomo sus brazos y lo abrazo. Ella calmaba sus demonios, el aflojaba su dulce corazón negro. -Te quiero mamorsi, no sabes cuanto.- el susurro había acabado cuando el se acomodaba en la cama junto a ella, sin romper el abrazo.
- tu no sabes cuanto te quiero sarinha, no te imaginas.
La sonrisa de los tórtolos era inmensa, mientras que dormían abrazados.
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One Shots: Exorinha, Una Historia Que Contar
أدب الهواةEn realidad debo presentar un libro?