Capítulo 2

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Tres días después, una bandera ondeante sobre la sala del trono indicaba que la reunión había comenzado. Los nobles se apretujaron alrededor de la gran mesa para escuchar al rey.

—Nuestros peores temores se confirman, hay claros indicios de que nos van a atacar. El marqués de Édoli cuyas tierras hacen frontera con los reinos abandonados ha mandado un mensajero: ha repelido varias hordas bárbaras que se dirigían hacia el sur. Ante lo que considera un ataque inminente, mandará huestes de refuerzo al mando de su hija.

—¿Una mujer guiará las tropas? —se sorprendió Hollder.

Ballder mostró el conocimiento que había obtenido de monjes y libros:

—En Kertos, las mujeres gobiernan en caso de no haber hijos varones. "Cada reino labra unas tradiciones".

—Sí, y si no fuera así, yo sería el rey en tu lugar sin importar que mis ojos sean iguales.

Ballder le clavó la mirada, preguntándose si las advertencias de su padre eran ciertas.

—¡Hollder! —aulló el rey—. Júrame que es la última vez que dices algo así. ¡Hazlo, o te quitaré tus posesiones, tus títulos y si es necesario... tu vida!

Ante una afirmación apocada de Hollder, el rey reanudó su disertación:

—Enviaremos tropas de refuerzo a Vennerbuk encabezadas por el príncipe en persona. Aprovecharás para entrevistarte con Elkias y pasar revista al ejercito de monjes guerreros, tal y como acordamos. Llevas años preparándote: ha llegado la hora de enfrentarte con el mundo real. Y si llega el momento del combate, se bravo y astuto.

—Cumpliré vuestras órdenes, padre.

—¿Podré acompañarles? —preguntó Hollder.

—No, te quedarás guardando la ciudad. Mientras Ballder está fuera serás mi alférez. Espero que al menos en esto no me defraudes.

—Dejadme que en modo de disculpa envié a mi mejor hombre, Cram.

—¿Cram?

—Es mi caballero de guarda. Mi mejor hombre, como muestra de mi mejor voluntad.

—No entiendo por qué, Ballder ya tiene a sus hombres de guarda... pero sea como quieras. No seré yo quien te impida ayudar a tu hermano. Será el sino de todo padre no comprender a sus hijos.

Los nobles sonrieron.

Cuando la reunión terminó, Hollder fue a visitar a Cram, un guerrero de pelo oscuro, reluciente coraza, brazos musculosos y largo y fino bigote.

—Todo arreglado —reveló Hollder.

—¿Cuándo partimos?

—En cuanto llegue la marquesa. No olvides nuestro pacto.

—Quedará sellado con sangre.

Cram sacó su cuchillo con el que abrió un pequeño corte en la palma de su mano. Hollder tomo el arma y repitió la acción sobre sí mismo para terminar fundiéndose en un enérgico apretón de manos.

—Ahora corre la misma sangre por nuestras venas —recitó Cram—. Tu nueva familia luchará por ti.

Aquella mañana Ballder visitó a mi padre.

—Recordad que habéis entrenado para permanecer serenos en la batalla. Vuestros sentidos estarán alerta, eso os dará fuerza y rapidez, pero la mente debe permanecer serena y no muy llena de preocupaciones. En el campo de batalla debéis centraros en vuestro alrededor. Si no queréis volver envuelto en una mortaja, mantened la calma.

El Destierro de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora