La primera vez

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Al llegar a la habitación encendió la luz, era tan amplia como el resto del departamento, un armario cerrado, la cama grande, un plasma colgado en la pared, y una pequeña puerta que quizás conducía al lavabo.
¡Entra! o ¿tienes miedo?

Con pasos inseguros avanzó, se apoyo en la pared, el exceso de tragos empezaban a causar efectos notorios en ella.
Ven -hizo el gesto para que se acercara a la cama, tímidamente caminó, y se sentó de espalda a Helena.
Linda habitación Helena.
¿Te gusta?−dijo casi en susurro a su oído, al sentirla tan cerca deseo poder tocarla, algo dentro de ella se encendía, no sabia qué ni como controlarlo.
Si, me gusta.
Acuéstate a mi lado.
Mientras sentía como ella se acomodaba en la cama, Federikke se quitaba los zapatos.

Se acostó a su lado y escuchó el palmeo de las manos de Helena chocando entre sí, segundos después la luz se apago y el techo se iluminaba como si tuviesen miles de estrellas.
¡Wow! Es genial. Oye en serio ¿Quién eres Helena?
¡shh! solo mira y relájate.

Ambas quedaron en silencio contemplando el techo de esa habitación, Helena se sentó en la cama. A pesar de la oscuridad se dibujaba su perfecta silueta, noto cuando se quito la blusa que traía, dejando su torso casi descubierto.
¿Qué haces?
Pues no suelo dormir con ropa, así que tendrás que soportar eso Federikke. Culminó la frase y soltó una pequeña risa.

El silencio regreso, Federikke por curiosidad no dejaba de observar, vio como se quito el sujetador, dejando la figura de sus pechos al aire. Luego continuo con sus jeans, hasta quedar libre de casi todas las prendas, a excepción de sus bragas. Se volvió a acomodar relajada en la cama.
Vaya manera de dormir comento la rubia, ambas rieron.

¿No te pondrás cómoda?

Estoy bien así, gracias.

¿Bien? ¿Vestida? ¡vamos! relájate, acá solo estoy yo.

Fede se lo pensó unos minutos, ante el silencio de testigo se sentó en la cama e hizo el mismo ritual que su acompañante, luego se tumbó.
¿Estás mejor ahora?
Lo estoy.

Los minutos pasaban, ninguna decía nada, sintió que la mano de Helena tomaba la suya, un escalofrío recorrió nuevamente su cuerpo. Percibía el calor del cuerpo que la acompañaba en aquella cama, una delicada piel le hacia brotar miles de chispas en su interior, empezaba a temblar, nunca había experimentado esa sensación, ese deseo de explorar su sexualidad, un deseo que cobraba fuerza en su cabeza.
¿Te gusta? le susurro mientras su mano incitaba a la otra en brindarle caricias.
Yo, yo...

¡shh! -Girándose y quedando su cuerpo sobre ella- no digas nada -rozando su nariz contra el cuello de la rubia- sólo déjate llevar- Federikke cerró los ojos, y sintió los suaves labios de Helena pasear por su piel, su manos delicadas regalarle caricias en todo el cuerpo, una sensación de calor en su intimidad comenzaba a brotar, los dulces besos subían por su cuello, una presión leve en su lóbulo le hacían soltar pequeños gemidos de placer, sus pechos empezaron a endurecerse.
No he dejado de pensarte desde que te conocí−susurraba Helena en su oído mientras con su lengua rozaba debajo de el, su corazón latía a mil revoluciones por minutos, deseaba tomarla y fusionarse con ella hasta perder la conciencia, pero era su primera vez, y no quería quedar mal ante la mujer que ahora estaba brindándole el mayor de los placeres jamás experimentado por ella.

Por reflejo abrió sus piernas para darle acceso a la visitante, un masaje rítmico sobre su centro la estaba enloqueciendo, tenía la necesidad de sentir más fuerza, más intensidad, su respiración era totalmente acelerada y errática, entre caricias y el mojado de esa saliva que tanto empezaba a gustarle, gemidos escapaban sin parar.

Te llevaré al paraíso.
Escuchó nuevamente esa voz que hacía embriagarla en un mar de pasión, posó sus labios en su labio inferior, y los probó con una dulzura que casi le hizo perder la razón, se dejo probar y correspondió ese beso, de pronto su lengua pidió permiso para explorar, abrió un poco más su boca y se encontraron, para bailar lentamente sin soltarse, el fuego las fue dominando, y ese danzar suave se fue tornando más ardiente.

Las manos no podían estar más quietas, se apoderaron de aquella silueta que en la oscuridad se movía sobre ella.

Helena sentía las manos inexpertas de Federikke tomando sus pechos, apretándolos, masajeándolos, se desprendió de sus labios para buscarlos, para adorarlos, los besaba, jugaba con uno de sus pezones sin soltar su otra fuente de excitación, lentamente los succiona.
Te deseo Fede.

Mientras sus manos apoyaban su cabeza contra sus pecho.
Y yo a ti.
Apenas levanto su cabeza para susurrar cerca de su oído y pasear su lengua humedecida por el cuello de aquella mujer de ojos verdes.

La pasión iba creciendo y los gemidos llenaban aquel silencio de esa habitación, recorrió aquella delicada piel de la rubia, bajo por su abdomen mientras escuchaba su agitada respiración, sus manos suavemente acariciaban la entre pierna, su sexo palpitante la invitaban a entrar, su boca recorrió lo más intimo de Federikke, su saliva mezclada con su humedad hacían una bomba de tiempo, sus caderas empezaron a moverse rítmicamente pidiendo más, sentía miles de descargas subir por su cuerpo, cada mordisco en su punto más sensible la hacían gritar de placer, gritos que quedaban atrapados en el silencio, hasta que algo dentro de sí arremetía ansiosamente en un vaivén, justo en ese instante perdió totalmente el control de su cuerpo, explotó en miles de sensaciones hasta caer relajada sobre la cama.

Ambas quedaron rendidas, con su cabeza apoyada en el pecho de Federikke hasta que la luz del sol entró discretamente por los espacios descubiertos de la ventana.
Fede despertó primero, al darse cuenta que no fue un sueño, una sonrisa en sus labios apareció, levanto su cabeza para contemplar la belleza de Helena, un mechón de su cabello castaño cubría parte de su rostro, su respiración quieta como la suave brisa le hizo escapar un suspiro.

Eres hermosa.
Vio sus ojos abrirse y clavarse en los suyos, una mezcla perfecta de verde y azul que desbordaban felicidad.








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