El castigo

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-Sherezade, ¿por qué lloras? - preguntó la profesora.

Miré a Astrid y lo único que hizo fue reírse mientras hacía un gesto de silencio:

-Cállate, gitana... - me susurró.

Me levanté y salí corriendo hacia el baño.
De reojo vi que Jeannette y Dennis salieron detrás de mí.

Me encerré en el baño y comenzaron a llamar a la puerta. Yo estaba en el suelo, apoyada en la puerta y llorando desconsolada:

-¡Shere! ¡Abre la puerta! - gritaba Jean.

-¡Sherezade! ¡Ábrela, por favor!¡Vamos ha hablar! - dijo Dennis.

-¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería abrir y hablar? - dije entre llantos.

-Por qué la solución no es encerrarse y llorar sino salir y hablar las cosas para solucionarlas - dijo Dennis.

-Desde que entré en el instituto he hablado ya 8 veces con los profesores acerca de Astrid y ninguno ha arreglado nada, varias veces he intentado hablar con Astrid, pero lo que hace es empujarme e insultarme.¡Es inútil!

-Shere... todas esas veces has ido sola, pero en esta estaremos Dennis, Ailine y yo para apoyarte - dijo Jeannette.

Me aparté un poco de la puerta y entraron Dennis y Jeannette. Se pusieron de cuclillas a mi lado:

-Sherezade, te prometo que esta vez Astrid no se va ha librar. Va ha tener su castigo - dijo Dennis.

-¿Y quién se lo va ha poner? ¿Los profesores? Ellos nunca han hecho nada y ahora seguirán sin hacer nada -pregunté.

-Tal vez los profesores no, pero la directora sí - dijo Jeannette.

Me ayudaron a levantarme y me limpiaron la cara con agua del grifo.
Me acompañaron al despacho de la directora y tuvimos que esperar en los asientos de fuera. Jeannette volvió a clase para avisar de dónde estaba y Dennis se quedó para hacerme compañía.

La directora era italiana, de Nápoles. Tendría unos 35 años, era muy formal, pero no estricta.
El jefe de estudios abrió la puerta del despacho y nos dio paso:

-¿Qué pasa, Sherezade? Es inusual verla por aquí, señorita Garret.

A mí se me hizo un nudo en la garganta y Dennis habló por mi:

-Mire, directora, ya lleva un tiempo que una chica de nuestra clase menosprecia a Sherezade. La insulta, le empuja... hoy mismo le ha lanzado unas notas que la llamaban asquerosa gitana, que era una vergüenza para este país, etc.
Sherezade ya se ha quejado varias veces a los profesores, pero ninguno ha hecho nada y ha ido a más. Antes solo era un pequeño insulto a la semana, pero se ha convertido en algo habitual, diario - dijo Dennis acariciándome la espalda.

-¿Y cómo se llama la chica? - preguntó la directora tomando apuntes.

-Astrid Schössinger. De la clase cuarto D - dije con un hilo de voz.

-¿Hay alguien más que se comporte así contigo? - preguntó el jefe de estudios.

-Dustin Cooperfield, aunque no es tan habitual como Astrid, pero también. Aubrey Killën, María Navarro y no me acuerdo de más, pero la principal es Astrid - dije angustiada mientras volvían ha brotar lágrimas.

-Sherezade, no tienes de qué preocuparte. Les pondremos un severo castigo a cada uno y hablaremos con sus padres. No volverán ha hacerte nada - dijo la directora.

-Es que... ahora que he comenzado a nombrar me he dado cuenta de que son muchos los que están en contra de mi hermana y de mi. Ella nos sabía defender muy bien y ahora que está en el hospital... yo no soy igual de fuerte que ella. Si deciden hacérmelas pagar por haberlo contado, seguro que acabarán conmigo - dije llorando.

-Eh... eh... mírame. Eso no va ha pasar y si pasa estaremos Ailine,J eannette y yo para impedirlo. Eres fuerte y lo vas a lograr. Siempre vencen los buenos -me dijo Dennis levantándome la barbilla.

-Gracias - susurré abrazándolo.

-Está bien, regresa a clase. Ahora llamaremos a los involucrados para hablar con ellos - dijo el jefe de estudios.

Dennis y yo volvimos a clase y todos nos miraban sorprendido:

-¿Estás mejor? - preguntó la señorita Williams.

-Sí, ya está - dije sentándome.

Detrás mía entró el conserje:

-¿Astrid Schössinger y Dustin Cooperfield?

Ellos se levantaron y fueron con el conserje.
Toda la clase murmuraba acerca de el que estaba pasando.

La asignatura finalizó y llegó el tutor para hablar con nosotros en la siguiente clase. Era un hombre de cuarenta años aproximadamente, su coronilla comenzaba a escasear de pelo, sus ojos eran tristes y sus palabras eras deprimentes. Aquel hombre era el profesor Fritz, era el profesor y tutor que nadie en el instituto quería tener ya que no animaba a los alumnos, sino que los hundía, no explicaba de forma entretenida, no evaluaba el comportamiento, a la hora de puntuar exámenes puntuaba redondeando a lo bajo... era un horror de profesor y yo he tenido la mala suerte de tenerlo.

Entró en el aula ya con la mirada melancólica:

-Chicos... llevo desde principio de curso diciéndolo... los pilares que sujetan la base de nuestra clase son cuatro, en cuanto se quite uno, todo se derrumba. Los cuatro pilares son: el respeto, la educación, el atender y la convivencia general.
Unos alumnos de esta clase, que ahora mismo no están, han destruido esos pilares y esto se desmorona.

-Pero Profe... ellos han sido, nosotros no, no nos des la charla a nosotros dáselas a ellos - dijo Else.

-A ver... aquí lo único que hay es la opinión del profesor así que cállate, no interrumpas más y deja de rechistar ya, Else - dijo Fritz.

-Profesor Fritz, no me parece justo lo que has dicho. Nuestra opinión cuenta y recuerda que sin nosotros no tendrías trabajo - dijo Jeannette.

-¿A qué te refieres? - preguntó él.

-Sin alumnos no habría profesores para enseñar y sin ellos no habría institutos ni escuelas - respondió Jean.

-Se acabó, Jeannette y Else, iros a por un parte.

-¿Pero qué he hecho yo? - preguntó Else.

-Y encima sigues rechistando.

-Profesor, ¿qué vas a poner en mi parte? ¿Parte por decir la verdad? -dijo Jeannette.

-¡Iros ya a por el parte! ¡Y será grave!¡Os quedaréis sin excursiones extra escolares y os quedaréis a séptima hora todos los días a partir de hoy hasta dentro de dos meses! - gritó enfurecido en profesor Fritz.

Jeannette y Else se levantaron resoplando y se fueron:

-No se puede permitir esa falta de respeto a los profesores. Debéis de tenernos el mismo que ha vuestros padres, ¿acaso a vuestros padres les vaciláis o le insultáis?

-Pero no te han insultado ni vacilado, no ha sido una falta de respeto - dijo Dennis.

-Y tú no eres nuestro padre, no eres nadie para nosotros solo alguien que enseña y punto - dijo Astrid.

-Está bien, todos castigados a séptima hora hoy y mañana, haber si seguís así - dijo el profesor Fritz

Yo y mi querido lobo: El retorno del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora