Luffy suspiro, la parada del autobús estaba completamente vacía aquella mañana, al ser sábado los usuarios disminuían pues la mayoría estaban dormidos en sus camas a causa de la fiesta del viernes. Era sorprendente como la gente hacia festejos porque la semana llegaba a su fin, como reos festejando su último día en prisión.
Su hermano y él solían pasar la noche del viernes viendo películas de terror o históricas, estas últimas eran sus favoritas pues acostumbraba preguntarle a Ace si lo que decían era cierto, «Soy arqueólogo no historiador, Lu» lo sabía pero le gustaba ver la cara de fastidio que hacia el mayor cada vez que le preguntaba algo, aunque la verdadera razón era porque cuando su hermano se cansaba de sus preguntas le acariciaba el cabello y se levantaba en busca de algún aperitivo. Luffy solo lo miraba con una sonrisa, aquella caricia en su cabeza era un hábito que él otro tenía desde que eran pequeños. Aun cuando prohibió los abrazos y el dormir juntos aquella caricia no desapareció de la lista, su hermano parecía tenerla arraigada. Pese a que era algo pequeño y que lo hacía más por costumbre, aquella lo hacía feliz. Muy feliz.
No sabía en qué momento dejo de ver a Ace como un hermano, ya que recordaba amarlo desde que tenía uso de razón. Aunque su concepto de amor fue variando. Al principio solo era un profundo cariño, se sentía feliz de que estuviera a su lado, que le sonriera, le gustaba especialmente que lo abrazara con fuerza. Conforme fue creciendo se dio cuenta que había más que las sonrisas y las caricias, conoció los besos. Ace siempre le daba un beso en la frente antes de dormir, el beso de las buenas noches para ahuyentar las pesadillas, él también lo besaba, le llenaba las mejillas con besos pegajosos, llenos de saliva o del dulce que había comido. Pronto descubrió que sus padres no despertaban el mismo sentimiento en él, quería a sus padres, pese a sus defectos, ya que gracias a ellos Ace y el eran hermanos pero le gustaba que no pasarán mucho tiempo con ellos.
Nunca lamento su ausencia porque de esa forma tenia a Ace para él solo. Había notado que cuando sus padres estaban en casa el mayor les prestaba más atención a ellos que a él, no le gustaba que los quisiera más que a él. Recordaba una Navidad, Ace le regalo a su madre un precioso chal rosa con flores blancas bordadas, ella se puso tan contenta que lo abrazo y lo beso en la mejilla como agradecimiento, aun ahora podía recordar con claridad el revoltijo que sintió en su estómago al verlo, como cuando has comido algo que te caía mal, fue la primera vez que experimento lo que después conocería como celos. Estuvo de malhumor toda la noche hasta que Ace lo tomó de la mano y lo arrastro al patio, se había quejado todo el tiempo he intentado huir diciendo que no quería estar con él, le había lastimado ver que el mayor no solo lo quería a él. «Vamos, Lu. Esto te gustara, lo prometo» dijo con una sonrisa, aquella capaz de desarmarlo, y de mala gana se dejó arrastrar al patio. ¡Fuegos artificiales! Había comprado una tonelada de fuegos artificiales, gritó emocionado y quiso prenderlos de inmediato, claro que el mayor no lo dejo, por esa ocasión el sería quien los prendiera aunque le permitió escoger el orden en que lo harían. Aquella noche supo que lo amaba, a sus cortos 4 años supo que su hermano era el amor de su vida. Mientras el mayor encendía cada uno de aquellas bengalas el solo podía ver como la luz de esta le iluminaba el rostro, como sus labios se curvaban en una sonrisa y como sus ojos parecían brillar de múltiples tonalidades. Esa noche le dio a su hermano el beso más hermoso que recordaba, un beso en la mejilla, Ace estaba acuclillado, él se paró a su lado y lo beso, por primera vez no dejo un rastro de saliva en el mayor. «Te quiero mucho, Ace» este lo miro y sonriendo le ofreció la pequeña bengala que acababa de encender, «Yo también te quiero, Lu».
Sentado en la banca de la parada, contemplaba las nubes que avanzaban de forma perezosa por el cielo. Eran tan blancas y esponjosas, obviamente ellas no conocían el amor o de lo contrario no pasarían por la vida de forma tan despreocupada, ¿Que podían saber aquellos borregos de la vida? Ellas podían cambiar de forma a su antojo, algunas veces eran gaviotas, elefantes e incluso una vez vio una que era una cara sonriente y cuando se cansaban podían convertirse en grandes galeones blancos avanzando por olas espumosas que navegaban hacia el sol para desaparecer. ¿A dónde irían las nubes cuando desaparecían?
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Linaria Bipartita
Fanfiction"Por favor, nota mi amor por ti" El corazón no decide a quien amar, simplemente comienza a latir por esa persona. No conoce limitantes morales o sociales, simplemente sabe que fue hecho para ese alguien. No sabe hablar, simplemente entona aquel nomb...