IX

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En pocas ocasiones era él quien se levantaba temprano, siempre era Ace quien lo levantaba, por eso cuando abriera los ojos y sintiera el cuerpo de su hermano aún en sus brazos, una sonrisa afloró en sus labios. La felicidad que sintiera la noche anterior no se compara en nada con la que lo embargo en esos momentos. Con algo de renuencia lo soltó para enderezarse y mirarlo. Había unas pequeñas marcas en su cuello, hombros y espalda, con cuidado tocó las que tenía en el cuello, no creyó que todas las mordidas y besos que le diera se marcaran de forma tan vistosa en su piel, seguro a Ace no le gustarían.

Se inclinó para besar su cuello y llevó una mano al hombro pecoso para acariciarlo con suavidad. No quería despertarlo, quería tenerlo para él un poco más. Aún podía recordar la sensación de estar dentro de él, la forma en que lo había apretado y como se abría para recibirlo, había sido mágico, una unión que no podía alcanzarse de forma natural. Podía entender porque muchas personas encontraban aquello tan fascinante pero hubo una falla, no había podido ver el rostro de su hermano, no había podido sentir su aliento chocando contra su cara ni había podido besarlo tanto como quisiera. Tal vez la posición que le explicara Mihawk no había sido la más adecuada, tendría que buscar una mejor.

Había pensado en despertarlo para poder ver sus ojos, oír su voz llamándolo "Lu" como siempre hacía o sentirlo besar su frente con el beso de los "Buenos Días" pero al final prefirió dejarlo dormir. Era sábado, podían dormir hasta tarde. Se acomodó entre los brazos del mayor y cerró los ojos, en aquella posición podía escuchar los latidos de su corazón y su suave respiración que acariciaba su cabello.

Había algo que lo estaba haciendo sentir incómodo pero su mente no lograba identificar que era, pronto lo descubrió, ya había despertado pero de nuevo era incapaz de mover su cuerpo a voluntad, aun así trato de mover su brazo pero no sentía que lo hubiera conseguido. La doctora Kureha le había dicho que cuando tuviera esa sensación se quedará tranquilo hasta que el control volviera a él. Era fácil decirlo, pensó. Había algo pegado a su cuerpo, algo familiar pero también había algo más, algo caliente en su interior, algo que parecía fluir de su cuerpo. Finalmente un gemido salió de su boca y sus parpados se fueron abriendo, tuvo que cerrar los ojos casi al instante por el destello blanco que apareció frente a él. Era demasiado brillante, levantó el brazo y colocó la mano sobre sus ojos para evitar que aquella luz siguiera dañándolos. En cuando el destello desapareció recorrió la habitación con lentitud. ¿Dónde estaba? No era su cuarto o el de su hermano, tampoco era la casa de Shanks. Cuando intento levantarse un dolor recorrió su cuerpo como una descarga eléctrica y un gemido escapo de su boca. Todo de la cintura para abajo le dolía, especialmente... abrió los ojos horrorizado, miró hacia abajo y se encontró con que su hermano estaba dormido sobre él, un charco de saliva manchaba su pecho, los labios de Ace comenzaron a temblar al recordar lo sucedido.

¿Qué había hecho? Su respiración se aceleró pese a su esfuerzo por calmarse, su hermano comenzaba a removerse sobre él. «Cálmate, cálmate» pero era como si su mente se negará a escucharse a sí misma. Luffy y él habían... el dolor en su cuerpo le confirmaba lo que había pasado y creyó que moriría. Nunca imaginó que aquello fuera a ser de esa forma, sintió el rostro caliente y con cuidado apartó a su hermano, ambos continuaban desnudos y, francamente, no quería seguir sintiendo su piel contra la suya. Luffy murmuró algo y por un momento el corazón del mayor se detuvo y miró a su hermano conteniendo la respiración por temor a que despertará pero Luffy se giró para darle la espalda y continuó durmiendo, solo entonces pudo volver a respirar y su corazón volvió a latir, también notó que había aferrado las sabanas con fuerza entre sus manos, con algo de esfuerzo logró soltarlas y se alejó hasta el otro extremo de la cama. De repente ya no podía estar allí, las sabanas se enroscaban alrededor de su cuerpo como una serpiente tratando de asfixiarlo, apretando los labios salió de la cama, el dolor corrió por su espina dorsal y lo mando al suelo pero obstinadamente se tragó el grito de dolor. Quería llorar como un niño pequeño, pero ¿de qué le serviría? no había nadie que pudiera reconfortarlo, nadie lo abrazaría y le diría que todo estaría bien, porque la única persona que estaba con él era su hermano y en esos momentos no quería sentirlo cerca.

Linaria BipartitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora