XI

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Vivi apoyo su frente contra el volante. Había estado dando vueltas alrededor de aquella casa sin decidirse a entrar. Levantó la vista, tras la conversación en el parque, había estado considerando en pedir ayuda de la única persona en quien Ace confiaba y quería después de a su hermano, Edward Newgate, o como todos lo llamaban "Shirohige", si había alguien con la mínima probabilidad de ayudarlo era él, pero ¿Cómo se tomaría el viejo arqueólogo aquella noticia? No era una situación sencilla, ella misma había quedado sorprendida al enterarse que Luffy amaba a su hermano, que esté lo sabía y aun así se quedaba a su lado. Cualquier persona se marcharía, cualquiera persona lo llevaría con un psicólogo, pero Ace no era cualquier persona, Ace era Ace y estaba segura que eso era lo que Luffy amaba.

Siempre supo que ese día llegaría, el día en que algo obligaría al pecoso a aceptar a su hermano, la verdadera pregunta siempre fue ¿Cuando? Ace había resistido mucho tiempo, pero con el accidente que tuvo Luffy toda la fuerza del pecoso para resistir desapareció por completo y más por las palabras del pelirrojo, pero Shanks se equivocaba, lo que Luffy sentía por su hermano no desaparecería, no era algo que fuera a olvidar con solo tener a su hermano unos meses. Luffy no estaba enamorado de una ilusión, estaba enamorado del verdadero Ace, un Ace que el pelirrojo no conocía, uno que era exclusivo de Luffy. Con su hermano, el pecoso parecía cobrar vida, un brillo aparecía en sus ojos e incluso sonreía diferente. Aquel chiquillo era su razón de vivir y por eso, tenía que ayudarlo, aquella relación con su hermano avanzaría y el pecoso nunca le negaría nada al otro.

Luffy amaba a su hermano desde hace mucho y aquel amor tenía que ir acompañado por amor físico, una relación verdadera como buscaba el menor incluiría aquel acto y sabía exactamente lo que pasaría. Luffy podía ser una persona desinteresada por toda esa clase de cosas, pero eso cambiaba cuando se trataba de su hermano. Conociendo a Ace, sabía que jamás podría tocar al menor de esa forma, pero Luffy también era un chico, con un deseo insano por su propio hermano. Tenía bastante claro quién tomaría a quien y no estaba segura que Ace pudiera soportar algo como eso.

Vivi apretó el volante. No sabía que debía hacer. Quería a Ace y no quería traicionar su confianza pero tampoco quería que lo lastimaran y Luffy lo estaba lastimando, aunque era de forma inconsciente. Apretó los dientes, encendió el auto y arranco, daría otra vuelta, necesitaba moverse o se volvería loca.

─Acaba de arrancar ─Thatch giro para mirar a su padre.

Shirohige estaba sentado en la enorme silla de respaldo alto que tenía en la biblioteca. Aquella silla siempre había sido su lugar, pese a que la salud de su padre era delicada, seguía luciendo tan fuerte como siempre. Su expresión, normalmente tranquila estaba algo ensombrecida en esos momentos, demostrando que estaba preocupado.

─La próxima vez que vuelva, ¿quieres que vaya a buscarla? ─propuso sin apartarse de la ventana, el viejo lo miro antes de suspirar y negar con la cabeza.

─Tenemos que esperar a que esté lista para hablar con nosotros ─Thatch soltó la cortina y se acercó a su padre.

─¿De verdad cree que algo le está pasando a Ace, padre?

No solo lo creía, podía sentirlo en sus viejos huesos y la presencia de su ex novia solo confirmaba su mal presentimiento. Había conocido a Ace cuando era un niño pequeño, el chiquillo les había dado una paliza a sus hijos Thatch y Vista. Los dos llegaron llorando a casa diciendo que un pecoso los había golpeado, Thatch tenía rota la nariz y Vista un moretón en su ojo izquierdo que se iba hinchando conforme le contaban lo sucedido. Los niños peleaban y Shirohige sabía que sus hijos no eran unos santos y que si entraron en una pelea muy probablemente ellos tenían la culpa. Todos sus hijos eran adoptados, niños que habían pasado demasiado tiempo en hogares de acogida sin ser realmente acogidos. Casos perdidos, los había llamado la mujer encargada del orfanato cuando pregunto por ellos, destinados a convertirse en maleantes. Shirohige siempre quiso una familia pero nunca se casó, vio en aquellos niños la oportunidad de tener hijos propios. El primero de sus hijos fue Marco, aquel chiquillo rubio que miraba a todos con odio, que tenía un lenguaje vulgar, que siempre cargaba con alguna navaja y que agredía a todos los que intentaban acercarse. Cuando lo adopto el chiquillo le advirtió que antes de una semana estaría devolviéndolo, ya había pasado 18 años y seguía a su lado. Shirohige le dijo a sus hijos que no debían pelear y que cuando volvieran a ver a aquel niño hicieran las paces con él y listo, sus hijos tan solo bajaron la cabeza y luego se miraron entre ellos, lo que paso después seguía haciéndolo reír. Sus hijos eran chiquillos que estaban acostumbrados a pelear y no a pedir perdón, así que le contaron todo a su hermano mayor. Marco fue con ellos al parque al día siguiente y Shirohige los siguió al parque a escondidas pues tenía una idea de que era lo que querían hacer.

Linaria BipartitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora